Podría haber sido un san Jerónimo y encarnar la perfecta imagen del arrepentido. Una publicidad de primera para conmover al fiel, motivando su piedad. Podría haber sido uno de esos anacoretas que escuchan la trompeta del Juicio Final, entienden en qué se equivocaron y les perdonamos. Podría haber formado parte de los invitados a la conmemoración de los 40 años de “su creación”: la democracia española. Pero la desaparición de Juan Carlos I de la foto de los creadores de la Transición supone el punto final simbólico a la historia interminable de la España posfranquista. La imagen inaugura el tiempo de Felipe VI, que se ha empeñado en ser tan distinto a su padre como para no ser confundido con la familia. A Ramiro III tampoco le gustaba que lo confundieran con Sancho I el Craso, recreados en 1641 por Alonso Cano en este cuadro que custodia el Museo del Prado. En esa huida hacia la calle, ¿se manifestará Felipe en una huelga general?