El artista Mauro Pallotta junto a uno de sus trabajos del Papa Francisco.

El artista Mauro Pallotta junto a uno de sus trabajos del Papa Francisco.

Cultura Arte urbano

El Banksy romano, un grafitero protegido por el Papa y odiado por la Policía

Mauro Pallota toma té en el Vaticano y deja plantillas de contenido social crítico en las paredes de Roma. Bergoglio y la alcaldesa de Roma, Virginia Raggi, coleccionan sus trabajos, mientras que los agentes los vetan. 

31 agosto, 2017 03:50
Roma

Mauro Pallotta es un artista urbano de guante blanco. Ácido, pero no hiriente. Sarcástico sin caer en la grosería. Todo grafitero que se precie recibe su bautizo de fuego con la primera multa, aunque Mauro presume de tener el contador a cero. No se considera siquiera grafitero, elabora la mayoría de sus diseños en estudio y después los pega en los muros mediante la técnica del stick art.

Así nacieron sus obras más aclamadas y también las que más problemas le han causado, sus representaciones del Papa Francisco. El de verdad se convertiría después en su mejor mecenas entre el poder divino. En lo terrenal, cuenta con la protección de la Administración de Roma.

Hijo pródigo del Borgo Pío, un barrio colindante con el Vaticano, a Mauro se le ocurrió una noche de hace tres años plantar en una de sus paredes una imagen del Papa transfigurado en un superhéroe cargado con un maletín de “valores”. La imagen tuvo tanto éxito que terminó en los diarios de medio mundo y en la cuenta oficial de Twitter de la oficina de comunicación de la Santa Sede.

Mauro Pallotta y uno de sus trabajos.

Mauro Pallotta y uno de sus trabajos.

Recibí una llamada del Vaticano y me invitaron a la audiencia semanal del Papa”, cuenta el artista. Bergoglio se quedó con la copia original de aquel pontífice, que se mantuvo en las calles casi tres días antes de ser retirado. Mauro ya se hacía llamar Maupal, pero desde entonces su firma dejó de pasar inadvertida.

Mauro Pallotta y uno de sus trabajos.

Mauro Pallotta y uno de sus trabajos.

La prensa que lo dio a conocer lo hizo bajo el sobrenombre del ‘Banksy romano’, aunque a Maupal la comparación le parece “exagerada”. De romano lo tiene todo. Pasea por el Borgo, su barrio, saludando al peluquero, al camarero del café a media mañana, a la dueña de un bar de viernes por la noche… Aquí nació hace 45 años y aquí ha crecido, a pocos pasos de la Academia de Bellas Artes en la que estudió. Sin pensar un segundo en “enmascararse”, lo que –entre otras cosas- lo diferencia del más famoso y enigmático artista callejero.

Contra la gentrificación

Por estas calles desarrolla la última de sus propuestas, una mezcla de entretenimiento y crítica social. Entre proyecto y proyecto, observa el paisaje humano que rodea a cardenales y tiendas de souvenirs, dibuja a sus protagonistas y los estampa en los muros. “Cuando yo era niño, el Borgo no es lo que se ve ahora. Era casi un lugar a las afueras, de mala fama. Retratar a sus verdaderos habitantes es un mensaje contra la llamada gentrificación”, explica.

Mauro Pallotta y uno de sus trabajos.

Mauro Pallotta y uno de sus trabajos.

Se trata casi de un homenaje. En un restaurante de uno los estrechos callejones comenzó a exponer sus primeros cuadros a base de lana, plástico, cristal y madera, mientras lavaba los platos. Gracias a ellos consiguió sus primeros ahorros. Después vinieron el papa, la fama y obras posteriores que amplían su horizonte de acción. En una de ellas dos ratas persiguen a un gato bajo la palabra “Revolution”. En otra, un roedor llama la atención de otro felino que mira a un ratón del ordenador: “Wake up, reallity is here! (¡Despierta, la realidad está aquí!)”. Ambos mensajes en inglés, prevalencia del negro, ratas y uso en este caso del spray. Huye del calificativo, pero juzguen ustedes a quién les recuerda…

Mauro Pallota y su trabajo sobre Pasolini.

Mauro Pallota y su trabajo sobre Pasolini.

Frente a estos diseños Maupal resalta que “a menudo estamos demasiado pendientes de teléfonos, ordenadores, una realidad virtual que nos aleja de lo que tenemos delante”. Parte de que “una obra puede ser bella o no, pero necesita necesariamente ser mordaz y contener una reivindicación social, porque así es como surgió el arte urbano”. Aunque crítica no significa contrapoder, porque insiste en que para él Francisco “es el único líder que verdaderamente contribuye a ofrecer un mensaje de paz gracias a una personalidad desbordante”.

El Papa, inspiración para la protesta

El Papa como “la mejor inspiración de la protesta” para el artista. De modo que con un recorrido ya a sus espaldas y una galerista que vende sus obras en Londres, Maupal pensó el pasado octubre en perfeccionar a su primigenio Bergoglio. En esta ocasión, lo dibujó subido en una escalera jugando a las tres en raya, mientras un guardia suizo vigila que no venga nadie del otro lado de la esquina. “La idea era convertir al Papa en un artista urbano que dibuja su protesta a nuestro estilo”, detalla. Pero a las autoridades esta sutileza ya le gustó menos. Borraron la obra en apenas tres horas y llamaron a Mauro, que había dibujado poco antes a un Donald Trump al que le estallaba una bomba nuclear en la cabeza, a declarar en comisaría.

Las autoridades borraron su obra del Papa en apenas tres horas y llamaron a Mauro, que había dibujado poco antes a un Donald Trump al que le estallaba una bomba nuclear en la cabeza, a declarar en comisaría

La última pintada del Papa llevaba su firma, pero negó haberla realizado. “Estuve allí cinco horas, no me hicieron nada, pero poco después recibí una llamada de la alcaldesa de Roma, Virginia Raggi, que me invitaba al ayuntamiento porque decía que le encantaba lo que había hecho”, recuerda. La censura llegaba directamente de la Policía. El Vaticano prefirió esta vez no pronunciarse. Pero de nuevo la primera copia del Papa terminó en unos despachos, los de la primera edil romana.

“Son simpáticos estos del Movimiento 5 Estrellas”, confiesa Maupal, en referencia a Virginia Raggi. La alcaldesa romana le prometió colaborar con nuevos proyectos del Ayuntamiento. También el Gobierno italiano le encargó recientemente un mural para condenar la violencia contra la mujer. No es traición sino cooperación necesaria trabajar codo con codo con el poder político si el fin lleva a la denuncia social.

Mauro Pallotta y uno de sus trabajos.

Mauro Pallotta y uno de sus trabajos.

Ha dado vida con su brocha a una profunda mirada de Pier Paolo Pasolini –“un hombre que veía la realidad de Italia con 40 años de adelanto”- en la misma calle en la que se rodó Accattone. Ha dibujado en la periferia romana a una loba capitalina desesperada mientras sus Rómulo y Remo emigran con una maleta a Europa para buscar un futuro mejor. Ha pegado un cartel de Julio César sobre la bandera gay en una céntrica calle de Roma. Y ya ha traspasado fronteras por otras ciudades de Italia, Bruselas o Dublín.

Uno de los trabajos de Mauro Pallota.

Uno de los trabajos de Mauro Pallota.

Piensa en proyectos en España. Pero su casa está en el Borgo, literalmente. Allí se encuentra con sus modelos, como una joven a punto de casarse que le sirvió como inspiración para el mural contra la violencia de género. Algo similar hacía precisamente Pasolini. No habría Maupal sin Roma, la ciudad que sirve como cosmovisión para el artista, le traslada al mundo y además le ofrece protección.