Blanca Berasátegui ha recibido el Premio Nacional de Periodismo Cultural 2017 después de 40 años de impecable ejercicio: fue la primera directora de ABC Cultural, donde estuvo siete años, y, tras un paso fugaz por La Razón, en 1999 creó junto a Luis María Anson la revista semanal El Cultural, que se distribuye con El Mundo. La ha dirigido desde entonces. La profesional sabe lo que es tener delante a Jorge Luis Borges, a Juan Rulfo, a Julio Cortázar y a Ernesto Sábato.
Ha vivido los clásicos hechos carne, los grandes a distancia de café: nadie se lo ha contado. Y ha dejado, dice, de valorar al libro per se, de admirarlo como objeto de culto. Le ha rebajado la intensidad de símbolo, y eso sólo lo puede el recorrido y el ojo entrenado: “Lo de publicar libros se ha puesto muy barato. Sólo el hecho de publicar un libro está un poco sobrevalorado, todo depende de qué libro publiques. Un mal libro no te aporta nada, todo lo contrario”.
¿Qué es el periodismo cultural para Blanca Berasátegui, dedicación de límites difuminados? “Yo creo que es intentar transmitir lo más inteligente, atractiva y verazmente que se pueda la creación del momento en España, tanto literaria, como artística, como cinematográficamente, intentando mantenernos independientes y sin presiones”, cuenta a este periódico.
No quiero estar en una torre de marfil, ni hacer suplementos para nuestros colegas, ni para la gente del oficio; intento bajar a la plaza pública
“Es bueno que las fronteras del periodismo cultural sean difusas, seguramente antes no considerábamos culturales cosas que ahora sí”. Dice que la experiencia de tantos años organizando páginas culturales le hace ver que no quiere estar “en una torre de marfil, ni hacer suplementos para nuestros colegas, ni para la gente del oficio”: “Intento bajar a la plaza pública y atraer a nuevos lectores. Trabajamos demasiado como para mantenernos en ese nivel de llegar sólo a tus amigos, hay que llegar al máximo de público posible, ese es mi afán”.
¿Cómo alejar el periodismo cultural de la promoción? ¿Son incompatibles o inevitables? “Es bastante inevitable”, reconoce Berasátegui. “No hay tantas presiones, que es un poco la cantinela que hay, pero la presión es la agenda de actualidad. Nosotros somos una revista cultural y queremos ser útiles, hablar de libros que estén en las librerías y de películas que estén en el cine”, cuenta. “Nos marcan la agenda dentro de lo que cabe, pero no hay que perder el norte: por mucho Premio Nobel que tenga una persona, si el libro es una birria, se dice. O por mucho que se hable de un libro, si hay que ir en contra de él, se va. El periodismo no puede perder la cabeza por el márketing”.
La periodista cree que “ahora hay mucha más gente dentro del mundo cultural” y que “se mueve mucho más dinero”: “Mira que yo la mitad de mis años de trabajo los he hecho sin internet, que eso era un vis a vis con los creadores”, ríe. “También teníamos menos lectores. Éste es otro mundo y tiene otras ventajas. Hay que ver esas ventajas, porque la queja y el escepticismo tienen mucho prestigio culturalmente pero no nos llevan a ningún sitio”.
El amiguismo: la presión
¿Cuál es el perfil de un buen periodista cultural? “Yo creo que es fundamental que se trate de una persona que tiene mucha curiosidad por todo y, muy especialmente, que tenga capacidad de admiración por los creadores. Tiene que ser alguien abierto a las novedades pero que no olvide su tradición, leer lo más posible y trabajar en ello con gusto”.
¿Qué hay del conflicto de intereses? Cada vez, más periodistas culturales publican libros. ¿Cómo afecta eso a su trato profesional con las editoriales a la hora de publicar buenas o malas reseñas de otros libros de su misma casa? “Es cierto, afecta, y es mucho mejor no tener ninguna relación con las editoriales en ese terreno. Siempre estarás un poco bajo sospecha. A nuestros críticos, los que publican con determinadas editoriales, no les encargamos ninguna crítica de esa editorial, para mantener las formas”, relata.
Los que hacemos páginas culturales sabemos que sólo le damos el gustito a dos o tres autores mientras 20 se están enfadando porque no hablamos de ellos o no entienden por qué hemos dicho algo de ellos
¿Y el amiguismo? Eso de “mi colega ha publicado un libro y me ha pedido que se lo promocione mediante un artículo benevolente”. “El ‘amiguismo’ es la mayor presión, y la presión más incómoda. Hay que intentar decirles que no a tus amigos, es lo ideal. Y hay que intentar que no te influyan, pero es inevitable”, resopla. “De todos modos, los que hacemos páginas culturales sabemos que sólo le damos el gustito a dos o tres autores mientras 20 se están enfadando porque no hablamos de ellos o no entienden por qué hemos dicho algo de ellos”, ríe.
¿Y cómo ve el futuro del periodismo cultural? “El periodismo cultural va hacia el espectáculo, intuyo. Y hacia que las fronteras de la alta y la baja cultura se borren, pero siempre habrá grandes creadores que merecerán que hablemos de ellos. A pesar del espectáculo y del bullicio, tenemos que intentar resaltar y poner el foco en la gente que vale la pena, pero eso sólo lo vas sabiendo con los años”.