Ahora que la fractura social es acuciante, es un buen momento para subrayar lo que nos une: canciones, libros, arte de ese tan trascendental que uno, en su imaginario cultural, ya no recuerda bien dónde fue parido: si era en Cataluña o algo más al sur, quizá un poco hacia el oeste -¿es que importa?-. Ahora que encuentran en las bibliotecas catalanas libros de Marsé pintorreados al grito de "botifler" o "renegado", es una pertinente ocasión para recalcar que Últimas tardes con Teresa es Historia de España y lo será siempre. Y también que el padre del Pijoaparte, a sus 84 años, sigue con el discurso crítico en pie y arremete contra el Gobierno central cada vez que encuentra ocasión, porque no es incompatible.
Ahora que la Cataluña independentista necesita un símbolo y se engancha al cuello de Dalí -el genio mimado de Franco- tras 28 años de recelos, ahora que Pla se ríe de las masas dando opiniones irónicas sobre el 1-O, ahora que los ciudadanos de Huelva despiden a los guardias civiles desplazados a Cataluña al grito de "¡a por ellos!" y todo se torna tan triste, tan tosco, tan amargo, es un buen día para observar que aún viene Manel a tocar a Madrid y hace rebosar las fiestas de La Melonera. Cultura es cohesión, o, como dice Savater, "el nacionalismo triunfa porque no exige lecturas".
"Que aprendan a pensar en nuestra gente / abrir ventanas, sin romper cristales / hay sitio para todos en España", recitaba el otro día Benjamín Prado en su poema Hablemos, Parlem. Y usted, en estos tiempos de convulsión identitaria y hombres paseando las calles envueltos en banderas de España, ¿es más catalán de lo que piensa?