“Lo que he aprendido más tarde, demasiado tarde, es que cuando tienes poder sobre otra persona, pedirle que miren tu pene no es una pregunta. Es una obligación para ellas. El poder que tenía sobre estas mujeres es que me admiraban, y yo ejercí ese poder irresponsablemente". Estas son las palabras de Louie C.K. en el comunicado en el que reconocía el acoso sexual a cinco mujeres que le acusaban de haberse sacado su miembro delante de ellas y haberse masturbado o haberlas pedido que lo hicieran.
Muchos no querían creer las acusaciones. Se trataba del hombre más ingenioso de la comedia americana, del humorista que habla de todo sin tapujos y que no cree en lo políticamente correcto, pero ahí estaban esas frases en las que decía: 'Sí, lo he hecho'. Y lo reconocía con unas líneas que parecían sacadas del capítulo más brillante escrito por Lena Dunham en su serie Girls. Aquel American Bitch de su última temporada con el que dejó a todos sus seguidores temblando y que se ha convertido unos meses después en un documento imprescindible que avanzaba la ola de acosos sexuales que se suceden tras el escándalo Weinstein y que explicaba cómo se producen estos ataques.
Dunham, de una forma muy inteligente, no colocaba su denuncia sobre el abuso de poder en un caso evidente. No cogió un Bill Cosby que drogaba a sus víctimas para abusar de ellas, eso sería demasiado fácil, y lo que ella quería era mostrarnos otro tipo de acoso. Uno mucho más sutil, más difícil de apreciar y mucho más común. Tanto que un porcentaje muy elevado de mujeres lo han sufrido y se han callado avergonzadas por lo que les había pasado.
En American Bitch, la actriz y guionista demuestra que los depredadores no son siempre seres con problemas sociales o locos, sino todo lo contrario, mentes brillantes que juegan al gato y al ratón con aquellas personas a las que ven más débiles. Es lo que le pasa a su personaje, Hanna Horvath, que tras escribir un artículo en un blog feminista contra un escritor acusado de acoso por varias jovencitas, es invitado por este a su casa. Él quiere explicarse, justificar sus actos, mostrar que lo que se cuenta no es cierto.
El espectador, como Hannah, va cayendo en su trampa. El escritor se muestra vulnerable, le cuenta sus problemas para relacionarse, para sentirse querido, y aclara que nada de lo ocurrido fue sin consentimiento. Esas mujeres que le practicaron felaciones o le tocaron no fueron forzadas, y aquí es dónde entraba en cuestión la pregunta de Dunham, ¿es eso suficiente para que no sea considerado acoso?, ¿hasta qué punto las dinámicas de poder influyen en estos actos?, ¿es usar la admiración de una fan una forma de abuso de poder?, ¿es esto un acoso?.
En el apartamento de lujo de Chuck Palmer, que así se llama el escritor ficticio, ellos hablan, discuten, leen, y él juega con ella. La piropea, le dice lo inteligente que es, lo ácidas que son sus palabras, lo lejos que va a llegar… y ella empieza a cambiar su parecer, a pensar que una persona así, a la que tanto admira, no puede haber acosado a esas mujeres.
Él se presenta como un animal herido, sólo pide cariño, y en un momento dice a Hannah que le acompañe a la cama para sentir cerca a alguien. Es entonces cuando Lena Dunham descoloca a todos y les hace darse cuentas de la terrible realidad. Chuck Palmer saca su pene y lo coloca en su pierna. Lo hace sin forzar a nadie, simplemente cree que tiene el derecho a hacerlo. La reacción del personaje de Dunham es lo interesante, y lo más arriesgado del capítulo. Hannah posa su mano sobre su miembro, lo agarra, y entonces se da cuenta de lo que ha ocurrido. Ella es como las otras chicas, ha sido manipulada por un depredador que usa la admiración como arma para realizar sus actos. No ha habido forcejeo, todo ha sido consentido, pero no por ello desaparece el abuso.
Ella, que iba dispuesta a desarmarlo, ha sido la presa. Una más. Y las que habrá después, como muestra ese pesimista final en el que las mujeres entran en ese edificio mientras suena el Desperado de Rihana de fondo. Esas mujeres nunca contarán lo ocurrido. No lo denunciarán, y ahí es cuando el título del episodio adquiere sentido completo, ya que estas víctimas se sentirán como unas “zorras” por lo ocurrido, en vez de percatarse que esto no es más que otra muestra de un sistema machista y perverso. “El poder que tenía sobre ellas era que me admiraban y yo lo usé de forma irresponsable”, lo ha confirmado Louie C.K., pero ya lo sabía antes Lena Dunham en un episodio que deberían poner en todos los institutos.