Prietas las filas. El corporativismo masculino no se ha movido ni un milímetro. Alineados al frente, inmóviles como estatuas, inamovibles como cacatúas. Y no es cuestión de edad. Tercos en su postura, los hombres de la cultura se abrazan a su posición de privilegio, que mantienen negándose a la justicia, la naturaleza y hasta la Constitución.
Prietas las filas contra los méritos para perpetuar una fortuna amasada en testosterona. Los sabios cipotudos se reúnen y se ríen. Se mofan en comandilla para ver quién tiene más largo el ego. Montan, proclaman y programan festivales entre amigos y conocidos, cuyo mayor mérito es su cipote. Hacen de la diversidad cultural un redil cipotudo con derecho de admisión. Y lo llaman columnismo y Academia, lo llaman como quieren hasta que se les llama la atención y entonces, alguna vez, rectifican y recurren a la cuota que les salva la conciencia.
Insistir en desenfocar la foto para hacer desaparecer su traición no hace más que poner en evidencia su resistencia a pasar a un segundo plano. A enfrentarse a la realidad: que la homocracia apesta. Y este año ha sido escandalosa, más que antes porque ya se nos hace insoportable. Es lamentable descubrirles intentando esconde a la mujer y al mérito, aprovecharse de la oportunidad que ellos mismos se otorgan, una y otra vez.
En la cultura de 2017 hemos vuelto a tragarnos sus cláusulas en festivales literarios, en academias, en instituciones, en patronatos, en jurados, en todas las cúpulas que organizan la homocracia
Enfocar la foto depende de quienes tienen la herramienta: si te ofrecen la cámara es porque saben que seguirás desenfocando. Que cumplirás con el primer mandamiento cipotudo. Ya saben, el derecho de admisión a la mujer. Hasta que ellos, los elegidos, no se impongan a lo previsible, no se rebelen contra sus réditos, no quieran más glorias, ni más orgullos, ni más foco, hasta que no sean honestos y generosos y enfoquen la realidad e incluyan en el encuadre a quienes se lo merecen y no sólo a quienes prevariquen, seguiremos siendo testigos de su irrealidad. Y lo que es peor, de un cuento pervertido del que nos hacen partícipes.
En la cultura de 2017 hemos vuelto a tragarnos sus cláusulas en festivales literarios, en academias, en instituciones, en patronatos, en jurados, en todas las cúpulas que organizan la homocracia y desenfocan a su antojo. Pero este año también hemos entendido que tenemos un motivo para la bilis y la denuncia, una razón para entrar en razón. Para el boicot.
En la literatura y el periodismo
La revolución estalló en septiembre, cuando el II Congreso Capital del Columnismo -que el año pasado se celebró en Valladolid y éste, en León- presentó un primer cartel de ponentes en el que no había ni una sola mujer. El evento estaba organizado por la Fundación Godofredo Garabito y Gregorio, y contaba con el apoyo de la Diputación de León, Ayuntamiento de León, Universidad de León, Asociación de Periodistas de León o la Fundación Francisco Umbral. Es decir: pretendía financiarse con dinero público una celebración que ignoraba a las profesionales que escriben columnas en medios españoles. Las instituciones nunca facilitaron a este periódico la cantidad total que se había invertido.
Esta indignación gestó una feroz denuncia en redes sociales, donde muchas periodistas, escritoras, ilustradoras, activistas, etc. manifestaron su rechazo a esta política discriminatoria, lo que obligó a los promotores del evento a invitar a más mujeres. Como le consta a esta periodista, sonaron muchos teléfonos femeninos a última hora. Por compensar, ya saben. Finalmente, fueron 4 mujeres de 25 oradores. El día que arrancaba el evento, las compañeras feministas lanzaron el hashtag #haymujerescolumnistas para hacer sus propias recomendaciones. Se hizo Trending Topic. El Congreso fue todo un éxito, sí: gracias a ellas. Este evento, sin pretenderlo, supuso un cambio importante en la mirada del espectador: a partir de un insulto tan flagrante, siempre miraría cuántas mujeres hay representadas en los carteles.
Al Festival Eñe le sucedió algo parecido: la "gran fiesta de la literatura", tal y como se presentaba, reunió a 132 participantes: 104 escritores y 28 escritoras
Al Festival Eñe le sucedió algo parecido: la "gran fiesta de la literatura", tal y como se presentaba, reunió a 132 participantes: 104 escritores y 28 escritoras. La cabeza de cartel eran cuatro hombres: Javier Marías, Arturo Pérez-Reverte y Agustín Díaz Yanes, moderados por Jacinto Antón. El Primer Premio Eñe también fue para un hombre: Caballero Bonald. El comisario de todo era también un hombre, el periodista Antonio Lucas.
El despliegue del patriarcado se extendió sobre el resto del programa y el resultado fue un campo de testosterona, en el que la presencia de la mujer era invisible. En una industria en la que la mujer es la protagonista y el motor de lectura, llamó poderosamente la atención la falta de escritoras veteranas, del nivel y trayectoria de los protagonistas masculinos del cartel.
En el arte
Este año -otro más-, historiadoras, artistas, comisarias, diputadas y activistas han denunciado la ausencia de mujeres en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. De 56 sillones destinados a académicos numerarios, sólo 5 son ocupados por mujeres. La institución nunca ha sido presidida por alguien que no sea hombre.
El enfado se reactivó en noviembre, gracias a una foto -la que abre este artículo- rebosante de testosterona. Fue tomada en la entrega de la Medalla de Honor de la Real Academia de Bellas Artes al Teatro Real -institución sin mujeres en su cúpula directiva-. Una foto. Una foto que sólo refleja la cipotuda realidad. Según señala un informe de la asociación Mujeres en las Artes Visuales, sólo un 9,4% de las exposiciones individuales realizadas en los principales museos y centros de arte contemporáneo de España, entre 2003 y 2013, fueron de mujeres.
Sin embargo, según los datos del Laboratorio permanente de público de museos del Ministerio de Cultura, el visitante de museos es predominantemente femenino (52,6%), en los datos de 2009. En las facultades de Bellas Artes, las estudiantes superan el 70%. El 64% de los licenciados en Bellas Artes en 2004 fueron mujeres (la cifra se mantiene desde 1990). Hay 15 artistas reconocidos con el mayor premio a las artes plásticas iberoamericanas, el Premio Velázquez, pero sólo han sido galardonadas 4 mujeres. Hombripresencia también en el arte.
En el cine
Los datos vuelven a hablar: en una vista general del sector, la industria del cine está conformada por un 26% de mujeres y un 74% de hombres. En 2016, los largometrajes coproducidos que han contado con mujeres en los cargos de dirección sólo representan el 17% del total. En la comparativa entre 2015 y 2016, el porcentaje de títulos dirigidos por mujeres se incrementa en un punto porcentual. La brecha cinematográfica entre hombres y mujeres sigue tan abierta que hasta el ICAA ha cambiado los criterios a la hora de otorgar los puntos a los filmes.
Las cineastas se han quejado este año de que las cadenas privadas no tengan unos criterios de igualdad o algunas cuotas para favorecer a las mujeres, y al ver los datos la queja queda clara. Telecinco Cinema, que por la Ley del Audiovisual está obligada a dedicar el 5% de sus ingresos a producción cinematográfica, no ha dado dinero a una directora en los últimos dos años.
Por no hablar de sus papeles: según la Unión de Actores y la Fundación AISGE, en España el cine y la televisión sólo quieren a las mujeres menores de 35.