El hombre está en plena transición hacia una nueva subjetividad, en la que perderá sus privilegios y cederá espacio a la mujer. Por ley y por justicia. Como en toda revolución, los símbolos son imprescindibles. Porque sin relato no hay evolución y el pasado lunes vimos nacer un nuevo icono en el camino, el traje afeminado de Ernesto Artillo (Málaga, 1987) que vistió Alfred. El diseño es un cartel, un gran grito contra la posición subordinada de ellas y un manifiesto que invita a los hombres a no huir de lo femenino.
“Deberíamos asumir y valorar la ternura de nuestra vulnerabilidad”, explica el profesor de Derecho Constitucional Octavio Salazar, en su ensayo El hombre que no deberíamos ser (Planeta). El lunes, mientras se dirimía cuál de los participantes en Operación Triunfo representaría a España en Eurovisión, apareció él vestido con un golpe mortal al insoportable cipotudismo, cantando a la liberación del orden patriarcal y al final del machismo como ideología. El hombre feminista entraba en escena, con el Prime Time a reventar.
“Es un héroe del feminismo español”, explica a este periódico el diseñador. “Un chaval de 20 años, heterosexual... mostrarse así ante toda España es un acto de valentía”. Artillo mandó el proyecto (al que ha llamado La mujer que llevo fuera) a la estilista del programa, Rosa, quien se lo propuso a todos los filtros por los que tenía que pasar (TVE, Get Music, Universal) y nadie puso impedimentos. Todos lo apoyaron y cuando el dossier llegó a Alfred, no se lo pensó. “Porque lo lleva puesto por dentro”.
Artillo había dado en todo el centro de la diana del mainstream. Aquello iba a ser un pepinazo de tamaño incalculable. “Lo importante de este traje no es el traje, sino que la gente se ponga a hablar. No me interesa que sea una herramienta estética”. Y cuando Alfred dijo “soy feminista” se emocionó. Había calado.
El problema del machismo es un problema de todos. Quiero que el traje sea de todos los que sentimos que tenemos que llevar una mujer fuera
La historia del traje empezó cuando Ernesto decidió intervenir uno de sus trajes, pintarse unas tetas y una vagina y salir a la calle. A ver qué. Y lo que pasó no te sorprenderá. Porque ya puedes imaginar que la gente con la que se cruzaba lo miraba desafiante y sorprendida. Que debe ser como se siente una mujer cuando anda por la calle, comenta el creador. Otros le preguntaban qué significaba aquello y entonces encontró el verdadero sentido de la pieza: “El traje habla y hace hablar”.
El traje antipatriarcado ya es un referente político. Llega desde un sector que ha alimentado los prototipos de las mujeres deseadas por los hombres, sometidas al gusto de la expectativa machista. Pero Artillo no se considera diseñador de moda. “Soy un aprendiz”. Escribe, es videoartista, es un hombre hecho a imagen y semejanza del personaje de Oscar Wilde. “Parece que la moda empieza a rectificar. La responsabilidad de lograrlo es nuestra”, cuenta.
Artillo reniega de las modelos que llegan más delgadas de lo que aparecían en sus polaroids: “Mi responsabilidad es avisar a la agencia. He tenido que engordarlas digitalmente. No quiero esos referentes, se tiene que establecer un cambio drástico”. Artillo es más de revolución que de evolución. “El machismo no se negocia, se interviene”, decía hace unos días en su cuenta de Instagram.
“Tampoco sexualizo a la mujer. Las modelos vienen con poses aprendidas”, explica. El estereotipo está en el cuerpo. No sólo en la cabeza. “No quiero que me saques labios, ni que saques los pechos. No quiero que te comportes como un objeto de consumo”, les dice. De ahí que otorgue tanta visibilidad a la mujer real.
“El problema del machismo es un problema de todos. Quiero que el traje sea de todos los que sentimos que tenemos que llevar una mujer fuera. Por eso no es una pieza de moda, sino artística”. Que trabaja con el traje como símbolo del patriarcado, y con los trazos, símbolo de la mujer. “Ser mujer no significa tener tetas o una vagina. Ser mujer se lleva en el corazón”.
El feminismo es una necesidad primordial, es el punto de partida para empezar a hablar de democracia
Es importante que OT se haya convertido en una máquina de símbolos políticos, en la plataforma política más influyente del año. “El feminismo es una necesidad primordial, es el punto de partida para empezar a hablar de democracia”. Para Ernesto, los concursantes del talent sow significan el poder del cambio, de una educación excelente que “no para de dar pistas del camino que debemos reconducir políticamente desde el amor”.
¿Por qué quiso OT para lanzar esta imagen? “Yo quería llegar al mainstream, que es donde se necesita hablar sobre feminismo e igualdad. No quería llegar a ningún público convencido. Por eso me emocionó tanto pensar cuántas conversaciones debieron generarse en ese momento televisivo, que ya forma parte del camino a la igualdad”. Dice que con el feminismo no hay vuelta atrás.
Que el feminismo no es una moda. “El feminismo no debería ser una opción, sino una obligación. Si para llegar a esa obligación la moda lo acelera bienvenido sea”. Las conquistas no admiten renuncias. Cuenta que la moda tiene cada vez mayor sentido político y cada vez menos sentido como moda. “La moda es una herramienta de comunicación”. Necesita ver “certezas” entre la excelencia. Menciona a Palomo Spain, diseñador que combina las dos cosas.
Porque la moda requiere de un patronaje y de un buen lema su referente es David Delfín. Los dos son de Málaga. David fue su referente desde el minuto uno, porque quiere que su trabajo tenga “buenas certezas”. “Los dos somos personas muy creativas”. Pero él se aleja un poco más de la moda, tanto como para convertir a los clientes en mecenas.
El hombre al que no me gustaría parecerme es el hombre que no quiera aprender y rectificar. “El feminismo permitirá al hombre unas licencias que antes no se le permitía e igualará a la mujer en los derechos. Debemos reconocer la desigualdad para aspirar a la igualdad. La igualdad nos favorece a todos”. El hombre tendrá que dejar de comportarse como un cipote, que más que virtud es martirio. Y entender el cambio que debemos protagonizar todos, más allá del sexo, más allá del consenso: “Prefiero a una niña con una camiseta que ponga “feminist” a que ponga “princess”.