Karina es mejor escuchada que leída: la palabra escrita anda huérfana del tintineo de su voz dulce, coquetísima. Esa voz que remite a los años de España en los que 'Las flechas del amor' rebotaban en el dictador pero alegraban la vida al chavalito medio. "¡Mira, pero si es Karina, qué guapa está!", exclaman dos mujeres maduras que caminan agarradas del brazo. "¡Gracias, señoras!", saluda la hermosa Maribel, ágil y pizpireta como una campanita echada a andar.
Destila una purpurina natural: la de tener ganas de vivir. La de sobrevivir a Eurovisiones, a finales de mes apretados, a tretas de todo tipo en un país cainita: Karina es de una ternura inmensa y parece estar siempre a punto de despertar del sueño, a punto de toparse con la abyecta realidad. Pero conserva en el gesto algún deje del viejo cuento de hadas. Sólo se trata de buscar en el baúl de los recuerdos.
¿Que quién es Karina? Pues vamos a ver, Karina nació en Madrid. No Maribel. Karina nació en el año 63 o 64… me bailan las fechas. Nació en una casa discográfica y tuvo que cambiar de nombre porque el suyo no era comercial. Es una mujer de la música y para la música. A mí me ha gustado desde que era pequeña cantar, bailar, estuve en ballet clásico… A mí me gusta la música ligera, la música pop. No es que me lo hayan impuesto. Yo escuchaba, por mis hermanos, la orquesta Glenn Miller, Paul Anka, Ricky Nelson… y a una jovencísima niña que se llamaba Brenda Lee. Me preguntas por mi mayor éxito y mi mayor decepción: pues el mundo artístico tiene las dos cosas. Subirte a un escenario es maravilloso, los preparativos, ver cómo todo se empieza a mover… me apasiona. Ver cómo va entrando gente, ese ruido… pero en ese mismo ambiente hay muchísima falsedad. En ese círculo. Yo diría, entrecomillado o no, que hasta los propios compañeros son muy difíciles de llevar. Hay envidias. Les da rabia… quizá “envidia” sea un término más fuerte, pero esa rabia de “¿tú por qué suenas y yo no?”.
¿Que si me han puesto zancadillas…? Hombre, fácil no me lo han puesto. No tengo pruebas para decir que me han puesto zancadillas, pero a mí nadie me ha regalado nada. Los favores siempre se los cobran, tarde o temprano. Me dices que si soy siempre así de dulce (risas). Yo diría “así de flojilla”. Tengo mi carácter, pero no sé decir no. De joven nunca decía que no, nada, nada. Y eso me ha llevado a problemas y malos entendidos. Hablo aquí profesionalmente, no familiarmente.
Tenía un padre progre -dentro de lo progre que se podía ser en los años catapúnchimpín, casi en la posguerra- y mi madre un poco menos, sí: muy creyente, muy conservadora. Yo he crecido en el respeto. Yo me acuerdo de que los domingos íbamos a misa y mi padre se quedaba en la puerta y nos esperaba. No quería entrar. Sí, pero genial. Todo muy tranquilo. “Tú piensas así, yo asá, y no pasa nada”. Yo sí soy creyente, se me pegó de mi madre. En mi casa no se hablaba de política cuando estábamos los niños delante. Yo crecí en la alegría, con mi madre cantando, o todos sentados a la mesa charlando de nuestras cosas… mi gran shock fue venir a Madrid. Llegué aquí con 13 años, una edad muy complicada: antiguamente, una adolescencia era casi una niñez. Hoy día un niño de 13 años ni te cuento. Dije: “Uy, si la gente está fatal, y estamos en una dictadura...”. Me llevé una gran sorpresa y una gran decepción. Fue decir adiós a Peter Pan, voló. Y me tocó enfrentarme a muchas cosas.
Yo he cantado canciones de amor, así que esto del reguetón… pues mira, pienso que la vida cambia. No sé si a mejor o a peor. A mí me parece que ahora hay mucha falta de respeto en todos los ámbitos. No ya te digo hacia la mujer o el hombre… en general. Porque a los niños no se les respeta mucho y a los ancianos menos. Es un tema muy hondo. El reguetón… yo no me pondría a bailar Despacito ni nada de eso. A lo mejor llevo el ritmo, pero sentadita. ¡Es que yo soy más de rock’n’roll! Y en mis años mozos lo bailaba. Pero a mí esto de los bailes sensuales… como que no han ido conmigo, quizá porque yo no me he sentido sensual en ningún momento. Te lo digo de verdad. Muchas veces mis fans o mis seguidores me dicen: “Ay, es que tenías un punto sexy”… y yo miro las fotos y no me lo creo. Pongo cara de interrogación. Yo veo mis fotos y me veo joven y mona, pero guapa tampoco. Fíjate qué tontería, pero me hubiera gustado ser unos centímetros más alta. Me he sentido bajita toda la vida. ¡Pero estoy conforme conmigo misma!
¿Que si se ha perdido el romanticismo y el cortejo…? Sí, se ha perdido totalmente. A mí me da mucho miedo… aunque mis hijas sean mayores… me da mucho miedo que mis nietos vean 50 sombras de Grey. Me da miedo que eso sea romanticismo para ellos. En mi manera de pensar, el romanticismo tira más a un Romeo y Julieta, a esos jóvenes que se quieren y que no se hacen daño, que se aman profundamente el uno al otro. La vida es que ha cambiado mucho, hija. Lo digo siempre. Mi hija ya me dice: “Ay, mamá, cómo te pareces a la abuela” (risas). ¡Anda que lo de Tinder que tú me dices…! Trending topic y todo eso, a mí no me hables… qué desastre. Yo no ligaría por Tinder, qué disparate, ¡si no ligo ni en persona, de tú a tú, porque no sabes nunca qué va a pasar, pues imagínate por un aparato!
Antes conocías a un chico y tímidamente te preguntaba… claro, quien lea esto dirá: “Señora, usted es de la Prehistoria”. Pues casi. Sí, pues te preguntaban: “Oye, ¿tienes teléfono?”, y claro, era el teléfono fijo de casa. “Pues un día ya me darás el teléfono, y te llamo...”. Una paciencia infinita. Del chico y de la chica. Porque la chica era como: “Ay, a ver si lo veo y se lo doy”. Mi prototipo de hombre… pues mira, con 13 o 14 años me cautivó la mirada de James Dean. Murió tan joven… y me parecía una persona sensible y maravillosa. Era un poco ese tipo de chico no malo, pero sí rebelde, canalla, y luego también dulce… Marlon Brando era como más brutote. Y ahora Richard Gere. Sigue siendo el favorito. Ya murió, pero un Paul Newman. O un Robert Redford.
"Mi primera vez fue un trauma"
Me hablas del libro que ha sacado Rosa Villacastín donde habla sobre la educación sexual de las españolas en la Transición… todos esos tabúes de los que veníamos, esos miedos, esa desinformación total. En mi casa no se hablaba de ese tema nada, y en el colegio por supuesto, nada. Yo iba a Teresianas, que era un poquito más avanzado, pero lo único que te decían es que con los chicos había que ser amable pero sin contacto físico, ni la mano ni nada. ¿Y un beso? ¡Uy, uy, nada! Entonces: ellos allí y tú aquí.
Cuando llego a Madrid, y además entro en el mundo artístico, que siempre ha sido un mundo mucho más abierto donde la gente te da un abrazo o un beso en la mejilla, con todo el cariño del mundo y todo el respeto… pues a mí me chocaba. Yo tuve conversaciones con mi madre y le costaba mucho trabajo hablarme de sexo. Creces como puedes. Yo lo llevaba regular. Mis hermanos espabilaron mucho antes. Al ser varones y más mayores… yo tardé mucho, es que me daba miedo, ¿sabes? Me daba miedo la entrega. Éramos de salir, de tomar un café y de volver a casa y nada más. Mi primera vez fue un trauma.
No estábamos preparadas, las españolas. Además yo idealicé todo. Esperas velas o no sé el qué, y te llevas un fuerte palo. ¡Pero en fin! A partir de ahí entiendes que lo importante es querer a esa persona y que el amor indudablemente no es todo miel ni todo dulzura, el amor de verdad encierra todo: sufrir, pasarlo mal, regular, discutir, arreglarte… cuando me casé por primera vez, con Tony Luz, empecé a disfrutar. Empecé a disfrutar de mi vida sexual con 26 años. ¡No fue tan tarde! (Risas). Pero mis hijas dicen: “¡Mamá, por favor!”. Mira, fue mi primer novio formal. A lo mejor había salido con algún chico sin formalidad ninguna ni compromiso, pero claro, con Tony estuve ocho años de novia… y después un año de casados y tal, y ahí descubrí todo.
"Proposiciones indecentes"
¿Harvey Weinsteins en mi vida? Pues en mi juventud así tierna, no, porque generalmente no iba casi nunca sola. Siempre me acompañaba alguien: mi madre o mi hermano, mis ángeles de la guarda. En los primeros años de Karina no tuve ningún problema. Sí lo tuve después, cuando ya termino contrato con la casa discográfica, con Hispavox, y empiezo a buscar trabajo. Ahí sí, tenía 32 años. Ahí ya me ofrecieron: “Si quieres un contrato discográfico, tiene que ser a cambio de sexo”. Y yo me lo he pensado, ¿eh? Pero salía del despacho de la persona y me decía yo a mí misma: “Vamos a ver, si yo cedo a este señor, y el contrato es después-de… a lo mejor no me lo da”. Ese entregarte para nada… no me interesa. Yo aún dentro de mi educación religiosa y tal y cual, pensaba: “Si hay un toma y daca, igual me lo pienso, a ver si me compensa”. Pero eso de “tú estás conmigo y luego firmamos el contrato”. Y yo: “¡A ver por dónde sale después este señor! Lo mismo dice: yo a esta chica no la conozco y lo que quiere es presumir de que ha estado conmigo”. Cuando quien te ha propuesto esa cosa indecente ha sido él. Ay, me estoy destapando aquí (risas).
Es como la película esta del millón de dólares. ¡Pues mira, yo no lo sé! A lo mejor sí. A estas alturas nadie me va a ofrecer nada, pero hablo de mi juventud, que estaba yo tan mona y con todas las cosas tan bien puestas en su sitio… pues es difícil, porque en la vida, aparte del sexo, del amor, de todo lo que conocemos, necesitamos, NECESITAMOS (con mayúsculas te lo digo), la materia, y la materia es el dinero. No podemos vivir del aire. Tenemos que pagar. Del amor tampoco se vive. Eso de “contigo pan y cebolla”, un tiempo sí, pero después si viene un niño, ¿qué hacemos? Hay que sacarlo para adelante. Yo no creo que sea indecente. No hablo de prostitución, ojo, es un intercambio. Y siempre sin violencia. Pues no sé hasta qué punto hubiese dicho “no”. Eso sí, con el contrato por delante. Porque si no hubiese sido un aprovecharse de una mujer.
Me preguntas que si creo que, si hubiese cedido, las cosas habrían sido diferentes en mi vida profesional… pues esa duda siempre la tengo. Se me presentaron ocasiones así con gente poco conocida y con gente que yo creía amigos. No te puedo decir los nombres, pero sí te digo con gente amiga que yo decía: “Uy, no me lo esperaba de ti”. Gente que tenía puestos importantes, sobre todo en casas discográficas, editoriales, en fin. Pero nunca nadie me forzó, yo ahí igual sí fue medianamente inteligente de plantarme y no dar pie a más.
Oye, y me lo han propuesto hombres y mujeres. Una señora… y le dije que no, que no. No por nada, yo no estoy en contra de nadie, pero no era tampoco… era una señora muy importante de radio y tal. Dices que ya te imaginas quién es, ¿no? (Risas). Pues sí, me llevó a un reservado, y pensé: “Uy, por aquí me parece a mí que no van los tiros”. Es quien tú crees, sí. Pero corramos un tupido velo, porque ya no está en el mundo. A ella le gustaban mis ojos, decía. Pero me tomé el postre y me fui. Salí un poco por pies. Además, eso de estar en un reservado me da como yuyu, porque se ven las intenciones… una cosa es estar discretamente, y otra cosa es eso.
"Hay mucho machismo entre la mujer"
No sé si me considero feminista, pero sí considero que la mujer tiene que tener su sitio y no hay por qué pelearse. El hombre tiene su función, y la mujer tenemos la nuestra. ¿Que cuál es la nuestra? Pues nuestro trabajo, nuestra casa, nuestra vocación. Es decir, que nadie te empuje, porque a la mujer se le ha empujado mucho, demasiado. Y que la mujer tampoco empuje, ¿eh?, porque yo conozco a algunas mujeres que empujan pero bien. Y empujan a sus propias compañeras. Entonces en ese orden de cosas: sí soy feminista. Las mujeres tenemos que tener nuestro salario y ser reconocidas, ¡porque trabajamos mucho! Fuera y dentro de casa. Y el hombre no va a ser menos hombre por reconocer eso.
Y la mujer no va a ser menos mujer por reconocer el trabajo de las compañeras. Hay mucho machismo entre la mujer y de eso se habla poquito. Es que si ves a varias mujeres, por ejemplo, solteras, divorciadas o lo que sea, y hay un empresario, además siempre empresario alto y tal… empiezan a revolotear y te van empujando. Yo he sido espectadora de ese percal. “A ver si me lo van a quitar, a ver quién se pone más guapa y más sexy”… ¡Eso existe! Y no podemos cerrar los ojos ante eso. Yo creo que la vida es mucho más sencilla, en mi opinión. Volvemos a lo mismo: si tenemos respeto… sería fenomenal.
¿Que si he cobrado alguna vez menos que mis compañeros hombres? No. Nunca. En el mundo artístico, no. Porque todo va en función de lo que vendas y de la actualidad que tengas. En mi época fuerte, cuando Las flechas del amor y todo este jaleo, cuando Eurovisión… he cobrado más que ellos cien por cien. Fue un pelotazo, me recorrí medio mundo y mi caché era mayor. En esa época estaba Miguel Ríos con El himno de la alegría y yo cobraba incluso más que él. Posiblemente. ¡Si superé hasta a los Beatles en una lista de éxitos de venta de discos! Ahora: cuando vienen las vacas flacas…
"Quiero savia joven en política"
Fui una gran admiradora de Suárez, sí, hija. ¿Que quién ha sido mi político favorito después? Uy, es que después de él… él era tan… yo le conocí un poquito y me parecía tan buena gente, tan serio, tan recto, yo qué sé. Era un señor que trabajaba mucho, era un hombre al que yo admiraba mucho. Después a lo mejor, González. Pero después con González ya empezó la cosa de que si uno roba, el otro no sé qué y te viene la decepción. Los políticos deberían hacer algo para subir el afecto del ciudadano, la valoración ciudadana. Estamos todos muy desencantados. Es que todos tienen muy buenas palabras, geniales, pero nos distraen mucho con muchas cosas.
¿Y con Rajoy, qué hacemos? Ay, dios mío… ay, Marianico, hijo mío (risas). Pues yo creo que el hombre ha trabajado ya mucho, ya conoce muy bien la Moncloa y todo eso, y hombre, todo siempre con respeto hacia la persona humana… pero sí, que dé paso a gente más joven. Váyase, señor Rajoy, discretamente, sin dar portazos… yo creo que necesitamos savia joven y gente que no tenga mochilas de robos (yo digo robos porque lo dicen las noticias), y todo el mundo en la cárcel pero luego, ¿y el dinero? Los ciudadanos de a pie pagamos tantas multas… y los que tenemos trabajos normales, que paguemos un poquito menos de impuestos… que son muchos. Ahora que mi hija mayor está buscando guarderías, ¡ni te cuento lo caras que están! Y apenas hay guarderías públicas.
¿Que si lo he pasado mal para llegar a fin de mes…? En algunos momentos sí. En los últimos años el trabajo ha escaseado mucho. Yo ya estoy jubilada, pero mi paga es cortita. Yo he pagado mucho de Seguridad Social pero ya me hubiese gustado que me hubiese quedado el 90% de todo lo que he pagado… no me ha quedado ni el 50%, ¿sabes? Eso sí lo tendrían que revisar. Cuesta mucho trabajo.
A mí, por mi manera de ser, me gusta Albert Rivera. Pero tanto él como Pablo Iglesias tienen que demostrar cosas. Porque si realmente Pablo Iglesias hace todo lo que dice… pues ¡oye, lo que queremos es que el ciudadano viva un poquito mejor, fíjate que te digo sólo un poquito mejor! Y que haya colegios, guarderías, residencias… porque hay muchos mayores que su familia no se puede hacer cargo de ellos, y todas esas cosas hay que revisarlas mucho. Hay mucha ciudadanía de muchas edades. Yo dejo la puerta abierta, qué te voy a decir. Me gustan los dos: Albert Rivera y Pablo Iglesias, los dos son muy tajantes y hablan muy claro, se les entiende muy bien.
Amaia: el relevo de Karina
¿Quién es la Karina de 2018? Pues mira, Amaia, la niña esta que ha ganado OT, me recuerda muchísimo a mí cuando yo era jovencita. Es como tímida, todo le parece un mundo (como a mí me lo parecía), es una niña que parece buena, como yo era, y dulce… una voz preciosa… yo canto peor en inglés que ella (Risas). He seguido Operación Triunfo, ya casi al final. Al principio como que no me interesaba mucho, pero un día ya lo vi y me parecía que había gente muy bien preparada. Alfred, que toca el trombón, el piano, la guitarra… son niños que tienen educación musical, y me han interesado.
Me dices que el formato es un poco Pasaporte a Dublín, porque quien gana va a Eurovisión. ¿Que qué consejos le daría a Amaia? ¡Ojalá se traiga un segundo puesto, como yo! Y ojalá ganaran, claro. Ella está muy bien preparada a nivel familiar, se ve que tiene unos cimientos grandes, a nivel musical, a nivel cultural… y yo pocos consejos le puedo dar: que sea como ella es, que siga su trayectoria firme, que siempre habrá un hombre que la quiera tambalear o descuadrar y que no se deje. Y que el éxito es muy traicionero: que no se le suba a la cabeza, que tenga los pies siempre en la tierra. El éxito va y a veces no vuelve.
A mí el corazón me da un pálpito y creo que con Amaia y Alfred quedaremos entre los cinco primeros en Eurovisión. Vamos a hacer un papel bonito y fino. ¡Pues mira! Ya que va esta gente tan joven y tan bien preparada a Eurovisión… a ver si gobiernan también políticos jóvenes y bien preparados. ¡Que cambien! ¡Que vengan! ¡Queremos la renovación política y musical! ¡Vamos ya, claro, que estamos atascaíllos, Jesús!