Machado, 79 años después de su muerte, sigue siendo aclamado o denostado por unos y otros, amasado siempre como símbolo político: ya sea regalado por Iglesias a Rajoy para pedir el referéndum en Cataluña o acribillado por un sector del independentismo por “anticatalanista”. Hoy da un paso más y ejerce de mediador entre Pedro Sánchez y Quim Torra en su primera cita. El presidente de la Generalitat ha pedido a Sánchez que pasease con él por los jardines de Moncloa hasta llegar a una simbólica fuente: aquella en la que se reunía el padre de Campos de Castilla con su gran amor.
La perdición de Antonio Machado no fue la joven Leonor, su esposa fallecida de tuberculosis, sino Pilar Valderrama, más conocida como Guiomar, quien encarnó su pasión de madurez: así lo revela su correspondencia encendida, publicada por Concha Espina en 1950 en su libro De Antonio Machado a su grande y secreto amor. Ahí la autora no revela la identidad de Valderrama, que era poeta y dramaturga postmodernista, que pertenecía a la burguesía madrileña y se movía por los círculos intelectuales más capicorrones de la primera mitad del siglo XX.
El recato se debe precisamente, a una cuestión de respeto por su delicada situación familiar. Valderrama estaba -infelizmente- casada con Rafael Martínez Romarate, quien, teniendo ella 38 años, le confesó una infidelidad con una mujer que se acababa de suicidar. Por eso, según la versión de la propia Guiomar, corrió a tomar distancia y a alejarse de tanto dolor allá en Segovia, donde acabó conociendo a Machado, allí profesor de francés en un instituto.
El poema de Guiomar a la fuente
Él la llamaba “mi diosa” y se presentaba ante sus ojos como “tu poeta”. Le mandó más de 200 cartas y sólo se conservan 40: ella destruyó el resto, por pudor. A pesar de que el romance fue presuntamente casto -por prohibido, y por las férreas convicciones religiosas de la joven-, Machado y Guiomar se reunieron durante ocho años en Segovia y en Madrid, mezclando citas y cartas para no darle cancha al olvido: uno de sus rincones predilectos eran los jardines de la Moncloa, al que llaman “el jardín de la fuente” y “el banco de los enamorados”. Por eso no deja de resultar curioso que Quim Torra haya manifestado a Sánchez su deseo de acudir a este lugar. Es, cuanto menos, un símbolo de aproximación, de simpatía, de deshielo.
“El mismo banco de piedra / donde las dos una tarde… / Se enrosca al alma la hiedra / del recuerdo… ¡El pecho arde! / Pero estoy sola -es invierno- / sentada en la piedra fría. / Siento un escalofrío interno. / No está su mano en la mía”, lamentaba la poeta Guiomar en sus propios versos. Dime, Fuente del Amor, ¿dónde el que mi pecho llora se oculta? / Del surtidor el agua, saltando, llora... / Mis labios están helados. / Mis ojos miran sin ver, / ¡tan cansados!, este frío atardecer / en el Jardín de la Fuente. / ¡Cómo suena su canción / -canción del amado ausente- / dentro de mi corazón!".
Machado, el "anticatalanista"
El gesto adquiere más enjundia porque Machado ha sido criminalizado y rechazado por cierto sector del independentismo. Justo hace un año, en agosto de 2017, el Ayuntamiento de Sabadell hizo público un informe donde proponía quitar la calle dedicada al poeta -junto a otros artistas e intelectuales como Goya, Quevedo o Larra-. El encargado del estudio aseguraba que Machado pertenecía “al modelo pseudocultural franquista”, que era “hostil a la lengua, a la cultura y a la nación catalanas” y que no cabía su homenaje en un callejero por ser “españolista y anticatalanista”.
No se contempló en aquel análisis que Machado muriese en el exilio perseguido por la España del bando nacional. Tras la polémica, finalmente, desde el Ayuntamiento se subrayó que el informe era “externo y no vinculante”, y que “sólo se eliminarían del callejero a los fascistas”. Ahora, Antonio Machado resucita como bisagra política, porque él decía tanto que sentía “un gran amor hacia España” compatible con “una idea de España totalmente negativa”: “Todo lo español me encanta y me indigna al mismo tiempo. Mi vida está hecha más de resignación que de rebeldía; pero de cuando en cuando siento impulsos batalladores que coinciden con optimismos momentáneos de los cuales me arrepiento y sonrojo al poco, indefectiblemente”, como escribía en su Autobiografía. De aquellos polvos, estos lodos: españolito que vienes al mundo, te guarde Dios.