El Café Pavón pasa por quirófano para mostrar sus 95 años de historia
El local ha sido restaurado y bajo las capas de yeso del techo y las paredes se ha encontrado la ornamentación que mandó a construir el arquitecto Anasagasti en 1924.
22 julio, 2018 03:17Noticias relacionadas
Madrid gusta. Por sus callejuelas, sus cañas bien tiradas, sus tardes de sol y sus noches sin hora. Gusta por sus teatros, por sus bares, y por su tradición. Y gusta más cuando con todo, hace una combinación. Entre tantos lugares nuevos de color pastel y graffitis en las paredes, se encuentra un bar de los de siempre, el Café Pavón. Encontrar un rincón en Lavapiés donde reunir a más de ocho amigos, parecía imposible tras el cierre del teatro y su cafetería.
Los músicos Jorge Rueda, componente de la banda The Class, y José Oliver, vecinos del barrio, se pusieron manos a la obra con la apertura del nuevo ‘garito’ de moda y se propusieron poner fin a ese despropósito. En el verano de 2015, levantaron el cierre del nuevo Café Pavón tras una importante reforma que respetó las señas de identidad de la cafetería. Los ahora dueños mantuvieron la impresionante barra de zinc y descubrieron algunas joyas, como el artesonado techo original del año 1924 y los azulejos que el mismo Anasagasti, arquitecto del café inicial, mandó a que adornaran las paredes del garito, y que llevaban años dormidos bajo capas de escayola.
Este descubrimiento se llevó a cabo “tras el último bocado a la tostada que me estaba comiendo”, afirma Jorge Nicolás García Ramos, restaurador, que por casualidad compartía desayuno con otro vecino del barrio, que además era arquitecto, Álvaro Bonet López. Quienes mientras compartían tentempié se fijaron que bajo las capas de yeso habían unas siluetas que prometían alguna sorpresa en esa pared. Tras hablar con los camareros y estos con los dueños, empezaron a raspar la pared y a investigar. De ahí salieron azulejos de cobre, blancos, azules… Los dueños se dejaron embaucar por la intriga y contrataron a este par de curiosos y profesionales para que llevaran a cabo las obras y la restauración final del local.
“Jorge y José son dos amantes de la cultura. En cuanto analizamos y confirmamos que los azulejos que habíamos encontrado eran los que el propio Anasagasti había mandado construir decidieron invertir y seguir adelante con la reconstrucción”, declara para EL ESPAÑOL el restaurador. Tras arañar un par de paredes, descubrieron que bajo las mezclas de calcio y agua superpuestas, había mucha más huella del pasado que la que esperaban. “Al ayuntamiento se le ha avisado, pero los dueños no han visto un euro. Toda la financiación para reconstruir el local ha salido de ellos”.
Dos meses de arduo trabajo le bastaron a este restaurador y arquitecto para conseguir traer la esencia del art déco de 1925 al día de hoy. “Tuvimos que rehacer varios trazos de pared que habían sido dañados durante las remodelaciones que el local se había visto envuelto”. García y Ramos querían colaborar y hacerlo lo mejor posible: “Hablamos con coleccionistas para encontrar las cenefas más fieles. Algunas auténticas de la época. Y lo conseguimos”. Una serie compuesta de motivos de la Alhambra y arábigos, un cuerpo de estrellas de ocho puntas formando una lacería similar a los artesonados, con sendas cenefas trenzadas y un remate con una epigrafía que reza el lema de la dinastía nazarí: "no hay más vencedor que Dios". Este par de profesionales han conseguido sacarles brillo a unos azulejos que cuentan con casi 95 años de antigüedad.
La construcción de este café fue de la mano del moderno teatro -para la época- , mandado a construir por Francisca Pavón en 1924. Un año después se abrieron sus puertas, acudiendo a su inauguración los monarcas Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg. Para su gestación contrató al arquitecto Teodoro de Anasagasti, quien decidió envolver a su nueva obra de un completo estilo art decó. Para el profesional resultó el afianzamiento del modelo de edificio ensayado con anterioridad en el Real Cinema y el Teatro Monumental.
Trato con mano izquierda
A diferencia de otras manos que han terminado adueñándose de teatros como el Monumental de Antón Martín, y transformándolos de tal manera que apenas son reconocible actualmente, el Pavón, ha sido objeto de varias restauraciones en los 90 en las que se terminó recuperando su fachada y varios de los elementos que lo hacían especial, como su esgrafiado o reponiendo su torre-reloj con un aire más contemporáneo pero igual de fiel al diseño original.
Tras las idas y venidas, el café-bar, que en sus comienzos estaba conectado con el teatro, terminó aislándose de la sala y comenzó a funcionar para la calle. En los años 70 sufrió los primeros cambios. Materiales de moda y antojos de los dueños de la época, se habían llevado por delante cualquier vestigio del local original.
Con el cambio de manos y mentalidad, los músicos y nuevos inquilinos llevaron a cabo esta reforma. Primero fue el encontrar bajo un falso techo y volúmenes, el techo inicial. Un cielo de casetones diseñado por el mismo Anasagasti resguarda el local. Fue este descubrimiento el que les dio el pretexto para seguir reconstruyendo el establecimiento y trayendo la esencia, restaurando los zócalos de cerámica que se escondían tras las capas de pintura.
Estos recubrimientos de origen árabe y muy común en la historia de cerámica mural se pusieron de moda a finales del siglo XIX y principios del XX en Madrid. El arquitecto y urbanista, Antonio Palacios solía utilizar este material en sus obras, tanto es así que las escaleras y zócalos del Palacio de Telecomunicaciones, el Hospital de Maudes y hasta las primeras líneas de Metro de la capital fueron ornamentadas con este estilo.
Una vez más, sin ayuda del ayuntamiento y con las ganas de los madrileños, la capital vuelve a saber sobresalir y sabe hacerse grande sola. Se confirma de nuevo, cómo son los ciudadanos los que le toman el pulso a la ciudad, y los que consiguen reanimarla. Y restaurarla.