James Rhodes, el inmigrante que Pablo Casado quiere para España
- El escritor y pianista británico se ha convertido en el extranjero más querido de España, especialmente por la comunidad tuitera, pero sus condiciones no son las del migrante medio.
- 13 motivos por los que James Rhodes es más español que tú
A James Rhodes España lo recibió con los brazos abiertos. Le despojó de la etiqueta de inmigrante porque este expatriado sí gusta a la sociedad y en especial a la comunidad tuitera. Bien porque el escritor es british, bien por su forma de tocar el piano o bien porque la historia de los continuos abusos que sufrió de niño caló a los españoles, James Rhodes se ha convertido en “nuestro hombre” o “un español de la cabeza a los pies”, como lo han definido varios medios en sus titulares. Sería ese migrante con el que Pablo Casado se haría la foto sin que perturbase sus propuestas políticas: no sólo no molesta, sino que es un extranjero perfecto porque hace que España luzca, porque la alaba sin fisuras y nos aporta reconocimiento internacional.
Escapar del país
Unai y Esteban son una pareja hondureña de bailarines que busca asilo político en España. Los culpables de su exilio son los de la Mara Salvatrucha, la organización criminal que controla su país. El viaje lo planearon meticulosamente durante un año y escaparon de Honduras por miedo. Huyeron de la violencia, las agresiones homófobas, las amenazas y extorsiones -pagaban un impuesto de guerra- de la Mara.
James Rhodes decidió un día cualquiera que se quería mudar a España, país que le encandilaba desde pequeño. Un sitio en el que ya había estado de vacaciones siendo niño y al que volvería después en repetidas ocasiones a dar conciertos. El mismo país que Unai y Esteban y otros tantos latinos sólo conocen a través de la televisión y las clases de Historia en el colegio. El país con el que se permiten soñar algunos -dejando de lado a Estados Unidos, donde los latinoamericanos ya no son bienvenidos- por aquello de los estrechos lazos entre España y la comunidad Ibérica.
Los diarios anunciaron que James Rhodes se instalaba en Madrid como si del mesías prometido se tratara. Él mismo ha dicho en repetidas ocasiones que se mudó a la capital porque quería huir de Londres y su gente, de sus demonios y sus desastres y del brexit. Ahora anda por Madrid y es tan rabiosamente feliz que ha podido prescindir de la medicación.
Permiso de residencia
Esteban y Unai tienen el arte en el cuerpo queriendo salir. Ellos siempre soñaron con volar y la danza es el único camino que los eleva al cielo. Tuvieron que abandonar la Universidad porque el miedo pudo más con ellos, porque las amenazas de la Mara eran un sinvivir. Sabían a dónde iban, con quién se relacionaban e incluso sus horarios de clase. Por eso renunciaron a sus respectivas carreras y, tras la agresión física a Esteban por parte de los maras, este se mudó a otra ciudad.
El viaje en avión no fue tan agotador como conseguir el dinero para volar a Madrid. Los billetes desde Honduras no son baratos. Una vez en España se enteraron de la posibilidad de solicitar el asilo político. Pidieron cita en octubre y no se la concedieron hasta 6 meses después. Aún esperan la resolución. Las estadísticas no son favorables para los bailarines. De 3.400 solicitudes de asilo recibidas el año pasado de El Salvador, Honduras y Guatemala, solamente 25 se han concedido.
Las oficinas de Extranjería son demasiado grises, demasiado deprimentes. ¿Por qué James Rhodes no nos las ha descrito en Twitter como el resto de cosas españolas que le tienen enamorado? Conseguir una cita para iniciar un trámite es algo apoteósico. Después de varios intentos, se logra concertar una fecha en ocasiones bastante lejana. Se llega en metro, a estaciones que la mayoría de la población ni siquiera sabe que existen como no se viva en esa zona.
En el sitio hay un guardia que indica a voces lo que tienes que hacer. Es preferible no mirarle, no hacerle preguntas, no sonreír demasiado; tampoco tener cara de entierro si no se quiere recibir algún grito de más. Después de pasar por el control de seguridad se accede a una sala con pantallas que van anunciando el número de turno. En esas salas, normalmente abarrotadas, la gente es muy gris. Van con la cabeza gacha la mayor de las veces. Repasan frenéticamente los papeles que llevan entre las manos. Apenas reparan en la presencia de los demás y, raramente, se escuchan buenas noticias. ¿Por qué James no le cuenta a sus seguidores cómo es estar en una oficina de Extranjería?
Unai y Esteban saben que es posible que les nieguen la solicitud. Y es que España no reconoce la persecución de la Mara Salvatrucha como motivo suficiente para la no devolución de la persona a su lugar de origen. A María le resolvieron como no favorable una solicitud de arraigo social. Ella también es de Latinoamérica. Ha hecho la carrera en su país y ha cursado dos másteres en España. Entre otras cosas, también es bailarina. Tuvo que esperar 6 meses para que el Ministerio se pronunciara al respecto. La respuesta fue negativa. La empresa que le había hecho el contrato a través del cual hacía su solicitud tiene deudas con Hacienda.
La residencia es para los influyentes
Para James Rhodes fue más fácil. Le bastó con ir a una comisaría de Policía o a una oficina de Extranjería y pedir el certificado de registro de ciudadano de la Unión, requisitos previos bastante asequibles para el británico y que básicamente se resumen en tener dinero. Para pagar un seguro de gastos médicos, para pagar las tasas, para demostrar suficientes ingresos.
Lydia Cacho es una reconocida periodista y activista mexicana. Perseguida en su país por publicar Los demonios del Edén, un libro en el que destapaba una red de pederastia que involucraba al Gobierno y la Iglesia de México. Recibió numerosas amenazas telefónicas que la llevaron a plantearse huir del país. En 2007 la revista Yo Dona le concedió un premio a la Labor Humanitaria. En aquel viaje a España recibió la oferta de la entonces Vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega. “Después de entregarme el premio, la vicepresidenta, en una charla emotiva, me ofreció con toda seriedad que en caso de que yo lo considerara conveniente, bastaría con buscarla para solicitar asilo político en España para seguir trabajando sin miedo a perder la vida”, cuenta la periodista.
Lydia, como James, hubiera tenido muy fácil asentarse en España y más teniendo en cuenta su perfil: una activista y defensora de la cultura que recibía amenazas constantemente. Las llaves para entrar a España se le hubiesen entregado fácilmente, como a James Rhodes.
El drama de los CIE
A James Rhodes los vecinos le piden que toque el piano más alto. Son esos vecinos del barrio Salamanca que se pasean por Serrano y compran en el Carrefour de Conde Peñalver, el mismo al que Rhodes le ha dedicado algunas palabras. Y es que los españoles aman al británico y le han convertido en su hijo predilecto. James Rhodes es, a ojos de la mayoría de los ciudadanos -que también son su público-, un ser que emana optimismo y al que no se debería dejar ir. James habla de lo maravillosa que es España, sus costumbres, su gente, su comida, su idioma y sus expresiones coloquiales. Y es cierto, pero la España que él conoce no es la del migrante promedio.
Hay un lugar al que llegaría James en la línea 5 del metro, ese que puede coger cerca de su casa si caminaa hasta Diego de León. La parada es Aluche. La dirección, el número 51 de la Avenida de los Poblados. Tal vez ha ido allí para que le asignaran el NIE. Pero James, Aluche es un nombre al que los inmigrantes temen. Una prisión a la que los llevan si se les emite orden de expulsión, la cárcel por la que pasan todos los inmigrantes antes de ser devueltos a su país de origen por ser irregulares.
Unai y Esteban saben que, aunque no les concedan el asilo político, no volverán a Honduras. Ambos desean dedicarse a su carrera como bailarines y terminar los estudios en alguna Universidad pública, algo que no se pueden permitir porque no tienen trabajo, porque no tienen papeles y así un círculo vicioso interminable al que se someten cientos de inmigrantes día a día y que podría terminar en el internamiento en el CIE más cercano.
Según datos presentados por distintas ONG, entre las que se encuentra el Servicio Jesuita a Migrantes (SJM), en 2017, 8.814 personas fueron internadas en un Centro de Internamiento de Extranjeros. 28.572 personas entraron de forma irregular a España a lo largo del 2016 por vía marítima y terrestre. Se iniciaron 21.834 expedientes de expulsión y se incoaron 20.672 órdenes de devolución de las que se cumplieron 9.326. España es el país europeo que más flujo migratorio británico recibe al año. Inglaterra es el tercer país del que viene más gente, después de Marruecos y Rumania.
Cuidado con el brexit
James se pasea por las calles de Madrid. Va al Prado, al Thyssen, al Reina Sofía. Entra a los bares de la Cava Baja y se enamora de los croissants del Café Comercial o las obras del Pavón Teatro Kamikaze. Bromea en Twitter con Carmen Machi y anhela una camiseta que diga “tiquismiquis”. Vive en un cuento de hadas ibéricas del que nadie puede desprenderlo por muy repetitivo que a veces se vuelva. Y es que los españoles se han olvidado de que James también es inmigrante, de que en el país del que James viene, a los españoles se les trata como expatriados del tercer mundo después de la consumación del brexit. Que en Reino Unido los universitarios españoles friegan platos en los restaurantes británicos, por ejemplo.
¿Qué pasará con James Rhodes cuando se formalice la salida de los británicos de la Unión Europea? De momento se estipula jurídicamente que en España no pasa nada, que los ciudadanos ingleses seguirán conservando sus derechos y todo lo obtenido en España, pero, ¿no es cierto que a partir de entonces James Rhodes sería un ciudadano más de cualquier país del mundo que llega a invadir? ¿No es cierto que si James Rhodes no fuera James Rhodes le repudiarían por venir a quitar trabajo a los españoles o aprovecharse de las ayudas y subvenciones? Dice el pianista que España es "la típica chica guapísima que se ve fea y gorda". Complejos absurdos aparte, la posibilidad de disfrutar de este país y de sus bondades cambia mucho dependiendo de quién sea quien se mire en el espejo.