El mar siempre ha sido sinónimo de placer, de relax. Cuántas películas de amor han visto besos inolvidables en el agua salada. Ahí estaban Deborah Kerr y Burt Lancaster en De aquí a la eternidad, desatando su pasión mientras les cubrían las olas. Para la gente normal el mar es chiringuito y cerveza fresquita, pero hay una realidad que sólo vemos desde la distancia de una pantalla de televisión, como un suceso que se olvida en un minuto. Se trata de los cientos de miles de refugiados que cada año buscan en el mar una salida a una vida llena de miseria o violencia. Ahorran todo lo que pueden para apiñarse en una balsa y tentar a la suerte para intentar llegar a otro país.
En su camino se encuentran con frío, hambre, y a veces hasta la muerte, pero nadie se acuerda de ellos e incluso muchos políticos les desprecian y cierran los puertos para que no lleguen a sus países. Los gritos de pánico de estos refugiados también son el sonido del mar, aunque este no se oiga en una caracola y no es el que escuchen nuestros políticos desde sus yates y chalets en primera línea de playa.
Para luchar contra todos esos que dicen que ‘vienen a robarnos nuestros trabajos’ y otros mil topicazos xenófobos más se ha creado la campaña 'El otro sonido del mar', una iniciativa de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado con el apoyo de la agencia de publicidad Ogilvy y Twitter España que busca “ponernos en la piel de las personas refugiadas y migrantes que se ven obligadas a atravesar un mar”. ¿Qué pasaría si al encontrar una hermosa caracola en medio de la arena de la playa no escucháramos el rumor del mar sino los gritos desesperados de aquellos que necesitan nuestra ayuda? Esa es la premisa que han presentado y con la que llenarán de caracolas con ese otro sonido del mar las costas españolas.
Unos aparatos sonoros diseñados por Artymer Innova que también tendrá historias en primera persona de supervivientes de estos viajes. Su experiencia también se podrá seguir en Twitter, donde hoy ya se ha podido escuchar las palabras de Ousmane, que define su odisea como “un círculo lleno de peligro y de sorpresa y de dolor, y de remordimiento”. En el primer hilo publicado asegura que cada segundo en esa barca pensaba en que no tenía que haberlo hecho, y que llegar a tierra firma no es cuestión de valentía, sino “cuestión de suerte”. “Se te puede acabar la comida, la gasolina… hay barcos que se pierden en la trayectoria y todos acaban muertos”, añade.
La experiencia de Ousmane pone los pelos de punta, sobre todo cuando se da cuenta de lo afortunado que es, ya que a una persona que viajaba con él tuvieron que amputarle la pierna; y cómo en su cabeza todavía resuenan esos “sonidos diferentes que hay en el mar”. “Hay ruidos que dan miedo, hay gritos, este ruido que está dentro es diferente al ruido de la playa”. Ahora que ha llegado a tierra firme, y a lo que espera que sea una vida mejor, prefiere “no recordar nada de esto”, porque cuando lo haces “te vuelves loco”.
Ante este drama cotidiano, los líderes europeos sólo parecen preocupados en alejar a las personas que buscan un refugio en Europa y en poner obstáculos a quienes tratan de salvar vidas
Como explica la Comisión Española de Ayuda al Refugiado, “España ya es la principal ruta de entrada por mar hacia Europa, y ha supuesto también un incremento dramático del número de muertes, ya que más de 300 personas habrían perdido la vida este año tratando de llegar a nuestras costas. Una cifra que supera las 1.500 en todo el Mediterráneo. “Ante este drama cotidiano, los líderes europeos sólo parecen preocupados en alejar a las personas que buscan un refugio en Europa a través de acuerdos con países como Turquía, Libia o Marruecos, y en poner obstáculos a quienes tratan de salvar vidas en el Mediterráneo”, reclamó Estrella Galán, directora de CEAR.