Querían huir: mudarse a un lugar donde nadie que ellos conocieran hubiera estado antes. Salieron de Inglaterra buscando esos días azules de los que hablaba Machado. Nancy Johnstone y su marido Archie llegaron a España en 1934, después de que ella le convenciese de dejar su trabajo como editor en el News Chronicle, y entonces no podían prever que en poco tiempo el país dejaría de ser un lugar habitable, que esa Cataluña que les acogió, como el resto de la tierra ibérica, caería en la depresión y en la desgracia de una Guerra Civil. Cuando llegaron a Tossa, allá en la Costa Brava, coincidieron con una prolífica comunidad artística. Muchos de sus miembros eran huidos de la Alemania nazi: ahí el arquitecto Fritz Marcus, que más tarde diseñaría el hotel que regentaría el matrimonio Johstone; o los creadores Marc Chagall, Oskar Zügel o Dora Maar.
En Tossa la pareja se sentía como en casa. Se integraron como si ese lugar siempre hubiera estado esperándoles. Nancy aprendió catalán y juntos montaron la Casa Johstone, un paraíso de hospedaje que se convertiría en una suerte de Chelsea Hotel, pero en la Costa Brava. Allí acabarían durmiendo los más célebres periodistas, escritores y artistas londinenses, todo por los contactos que el matrimonio tenía en Fleet Street. Eran felices. Había paz y sol. Escribían largos y agudos diarios sobre su vida allí, que ahora han sido recuperados por la cineasta Isona Passola, quien produjo Pa Negre (2010), un filme ambientado en los años de la posguerra en Cataluña que se hizo con el Goya a Mejor Película. De esos textos extraerá sustancia para el relato. Dicen que el corte narrativo es del estilo de Homenaje a Cataluña, de George Orwell.
En 1936 estalló la guerra. Un día de ese año, un barco de la Marina Real británica se presentó en las costas para rescatar a los residentes ingleses, pero Archie y Nancy aseguraron que no irían con ellos: no querían abandonar su casa ni a su gente. “No teníamos nada en contra de las personas que se defendían de un golpe fascista”, escribió ella en su libro Hotel in Spain (1937). Fue su primera obra. Dos años más tarde llegó Hotel in Flight, también editado por Faber. Este trabajo se agotó y olvidó hasta que, a finales de los años treinta, el estudioso de Orwell y profesor de Humanidades en la Pompeu Fabra Miquel Berga dio con él y tradujo los dos tomos al catalán.
Cataluña fue su hogar
Lo que al principio le pareció una suerte de Un año en Provenza (Peter Mayle) -es decir, un cuento descriptivo, dócil y hedonista sobre las delicias del lugar y sus descubrimientos-, acabó convirtiéndose en una propuesta “trágica, política y fuertemente moral”, como aseguró a The Guardian. “Lo más fascinante de la historia de los Jonhstone es que no vinieron a la guerra por razones políticas, como casi todos los autores británicos; sino que la guerra les estalló cuando ya habían decidido hacer de Cataluña su lugar de adopción”. A sus ojos, la crónica de Nancy Jonhstone es “la más exhaustiva que se ha escrito jamás sobre la República y la Guerra Civil por un residente británico que la viviese a tiempo completo”.
Passola ya ha adelantado que la grabarán en Tossa, porque el casco antiguo no ha cambiado y la vista que Nancy tenía desde su hotel es aún reproducible. “Ella es un personaje poderosísimo que nos da una visión ajena de la guerra en España. Pero sobre todo, esta es la historia emocional de una mujer que lucha por conseguir que su hotel sea un éxito, y, cuando este plan es interrumpido por la guerra, aún es capaz de mostrar solidaridad y luchar contra el fascismo, como hicieron muchos ingleses”.
La mirada cínica
De hecho, Nancy se involucró tanto en el drama de la contienda que acabó convirtiendo su hotel en un lugar de refugio para 50 niños huérfanos de la guerra: mientras, su marido y ella cubrían el conflicto para el Manchester Guardian y el News Chronicle. El día antes de la caída de Tossa, el matrimonio rescató a 60 críos, los metió en un camión y se los llevaron a un lugar seguro en Francia. Fueron unos refugiados más en Perpignan, al sur del país, y el dolor fue cambiándoles el verbo y la mirada.
Nancy ya no era sólo una observadora generosa y audaz, sino una francotiradora lírica que cargaba fuego a fuerza de cinismo y sarcasmo. “Cuatro caballeros llegaron para disparar sin esfuerzo a las mulas españolas que deambulaban y morían de hambre. Fue una pena que no dispararan primero a los refugiados españoles encerrados y hambrientos”, escribió. También se refirió a la “fe ciega” que tenían los catalanes en los británicos: “Confiaban completamente en Inglaterra. Inglaterra no podía permitir cosas como el bombardeo de Guernica”. Pero lo hizo.
La guerra arrasó con muchas cosas hermosas: entre ellas, el amor de Nancy y Archie. Él cubrió la guerra hasta el final y después fue enviado a la embajada británica en Moscú. Dos años después marchó a la Unión Soviética, donde vivió hasta su muerte en 1978. Nancy fue a vivir a México y allí se volvió a casar. A la Tossa de sus amores volvió en 1951, pero despreciaba tanto la España franquista que acabó vendiendo el hotel: nunca más se supo de ella.