El verano es época de chiringuito, de caña en la terraza, de playa y de helado, pero durante muchos años también era el tiempo del programa más cañí y exitoso de la televisión, El Grand Prix del Verano. El formato de TVE arrasaba en los meses estivales con una apuesta en la que dos pueblos competían en pruebas que parecían sacadas de sus fiestas patronales. Correr sobre troncos, los famosos bolos hinchables y, por supuesto, las vaquillas, el guiño definitivo a la España rural.
Año tras año, y sin que ni una arruga apareciera en su rostro, allí estaba Ramón García para dar paso a los alcaldes de los pueblos, a los competidores y a sus padrinos (famosos del momento que también se involucraban en pruebas emblemáticas como la Patata Caliente). Sin embargo, la compañía del presentador variaba cada curso. En una España de finales de los 90 y principios de los 2000, la auténtica estrella era él, y a su lado colocaban a jóvenes y monísimas azafatas que dejaban claro lo machista que era la televisión entonces.
Muchas de ellas aprovecharon el tirón del Gran Prix del Verano e intentaron labrarse una carrera en el cine de la televisión. Sólo algunas lo consiguieron, y la mayoría pasó del programa a seguir una vida normal alejadas de los focos. Una de las primeras en aparecer por allí fue Jennifer Rope, un rostro que se hizo muy popular en TVE por romper estereotipos y ser una de las primeras presentadoras de color de nuestra televisión. Rope inició su andadura un verano de 1995, pero luego ascendió en la cadena para estar en otro mítico programa, Música Sí, y hasta para encargarse de los resúmenes diarios del exitosísimo primer Operación Triunfo. Como actriz no tuvo tanta suerte, y sus apariciones se limitan a papeles pequeños en filmes como El Capitán Trueno y El Santo Grial, y la serie La Fuga, en el año 2012.
Con mucha diferencia la presentadora del Grand Prix que mejor aprovechó su paso por el concurso fue Mar Regueras. Muchos la recordarán por ser expareja de Toni Cantó -con el que tuvo una hija-, pero Regueras se forjó una carrera primero en televisión en programas como El juego de la Oca y series como El comisario. También en cines ha tenido papeles destacados en películas como La flaqueza del bolchevique, y de hecho Regueras hasta fue nominada al Goya a la Mejor actriz de reparto por la película Rencor, dirigida por Miguel Albadalejo y por la que Lolita ganó el de actriz revelación. En los últimos años ha estado otra vez vinculada a la televisión gracias a series como Servir y Proteger.
De todas las mujeres que pasaron por el Grand Prix, el caso más curioso es el de Pilar Soto, que llegó al concurso tras haber participado ya en una serie de culto como Al salir de clase, y presentar la versión infantil del programa, el Peque Prix. Tras aquel verano, pasó a Telemadrid para triunfar junto a Víctor Sandoval en Mamma Mia, formato de corazón que revolucionó las sobremesas de la cadena autonómica. También participó en realities como La isla de los famosos, pero el giro inesperado llegó hace un par de años, cuando salió en periódicos regionales que tras la fama sufrió bulimia y anorexia, además de caer en las drogas y sufrir varias sobredosis.
“Sabía que que me estaba muriendo. En ese momento, llamé a Cristo, y con los ojos de mi alma vi su rostro. Estaba todavía en la cruz, lloraba. Y pensé: Dios mío, ¿qué he hecho? Perdóname, Señor”, contaba hace tres años Soto que confesaba que desde aquel momento trágico ingresó en la Orden de San Francisco el Grande, donde está plenamente involucrada.
Son los tres casos de más relevancia, pero por el ruedo del Grand Prix pasaron muchas más chicas de las que no se volvió a saber. Virginia Chávarri -a cuya hermana Ana la hizo famosa otro programa, El club megatrix-, Elisa Andrea, Julia Aldaro, Oihana Etxeberría o Miriam Dominguez, que venía del Un, dos tres antes de presentar con Ramontxu. A pesar de no haber conseguiro relevancia mediática sí que ha seguido vinculada a la actuación con obras de teatro musicales como El gran penhe, y a la música, ya que llegó a grabar un disco de jazz.
Y eso sin contar la segunda vida del Grand Prix, ya que tras agotar sus baterías en TVE, vivió una resurrección en las autonómicas con un maestro de ceremonias que le iba como anillo al dedo, Bertín Osborne, y otra retahíla de mujeres que, años después, seguían siendo la comparsa al lado del presentador.