Isabel Celaá, ministra de Educación del Gobierno socialista, ha patinado en redes sociales lanzando un tuit donde comete dos errores ortográficos en menos de 180 caracteres: “El anuncio del presidente del Gobierno de universalizar la educacion de 0 a 3 años con los proximos Presupuestos supone una iniciativa crucial para la igualdad de oportunidades”, ha escrito la responsable de velar porque el conocimiento español goce de buena salud. Ahí “proximos” y “educacion”, ambas palabras sin tilde.
La usuaria Berta Herrero ha señalado el desliz, adjuntando el tuit de la ministra y reflexionando acerca de que “no estaría de más que la Ministra de Educación pusiera tildes”, y otros ciudadanos han detectado también la falta de “signos de puntuación” -como el punto final de la frase- o alguna coma que aliviase la respiración. Lo cierto es que la política ha de conocer la importancia de un acento empezando por su propio apellido: sin tilde, Celaá deja de ser ella. En una España donde los profesores pelean porque sus alumnos mamen el respeto al lenguaje -e incluso se les suspende por faltas de ortografía-, una ministra ejemplarizante no puede permitirse esa imagen ni esa desgana en la escritura.
Es obvio que Celaá conoce la norma ortográfica -como puede comprobarse en la lectura del resto de sus tuits-: la crítica no va por la ignorancia, sino por la dejadez. Las redes sociales, Whatsapp y la antigua cultura SMS han confundido al personal y han aupado la idea de que escribir rápido es preferible a escribir bien, de que una lengua ágil es más útil que una lengua culta. A la generación millenial -alfabetizada como hubiesen soñado los niños de la posguerra- se le critica constantemente que haya cedido a la velocidad y al carácter críptico, coloquial y económico en caracteres de los mensajes digitales, pero no son los únicos que pecan de esta decadencia lingüística normalizada, como ha demostrado la ministra.
Internet no puede ser una excusa para que los usuarios dilapiden uno de nuestros tesoros más valiosos: el castellano. Como decía el dramaturgo y académico José Luis Gómez, “la patria es la lengua”, algo que una representante del Estado debería interiorizar: “La lengua nos conforma de manera absoluta. Trae consigo memoria, humores líquidos, estructurales de las personas, de sus sentimientos disueltos en palabras… sentimientos disueltos en gramática y sintaxis. Una manera de ser, una manera de pensar, cómo nos ha ido haciendo la Historia. Todo eso lo contiene la lengua”.
La Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA) ya empezó a concienciar hace tres años con #acentúate, una campaña en favor de la ortografía. “El tema de la campaña son las tildes en los hashtags. Muchos tuiteros creen que no pueden o no deben poner acentos en las etiquetas, que el sistema no las incluirá en las búsquedas. Pero no es cierto. Escribir adecuadamente las palabras que figuran en las etiquetas no supone ningún obstáculo técnico y es una muestra de respeto por la buena escritura y por quienes nos leen”, explicaron.
Los usuarios convirtieron la campaña en viral y compartieron ejemplos de la importancia de la tilde: por ejemplo, que no es lo mismo “bebé a bordo” que “bebe a bordo”; o que es muy diferente “la violencia doméstica” a “la violencia domestica”, ni siquiera es igual “amen” que “amén”.
El Ministerio ha comunicado a este periódico a última hora de la tarde que el tuit, en realidad, lo puso un colaborador de Celaá, que pide disculpas por el error. El tuit ha sido retirado.