Assassin's Creed es desde su origen un patio de recreo para la historia. Con su última entrega, la saga de Ubisoft viaja más atrás en el tiempo que nunca. Concretamente al 431 a.C., para contar, utilizando elementos ficticios, la guerra del Peloponeso.
La anterior entrega, Origins, profundizó en costumbres y hechos relevantes ubicados 400 años más tarde en Egipto, e incluso contó con un modo de juego dedicado a ello. Ahora Odyssey no ha querido ser menos y maravilla al jugador con su recreación de la Antigua Grecia. Y señala especialmente a una democracia ateniense, la primera documentada de la historia, a la que ya en aquella época se le veían las costuras.
En esta ocasión se muestra el conflicto entre la Liga de Delos, liderada por Atenas, y la del Peloponeso, encabezada por Esparta. En medio de ello está el/la protagonista, dependiendo de qué se elija, que vive en primera persona momentos críticos para cimentar la civilización occidental.
Ahí aparecen personajes como Pericles, el conocido como primer ciudadano de Atenas debido a su influencia como político y orador. Llegó incluso a dirigir durante dos años a la Liga de Delos en la guerra contra Esparta.
Y se da importancia también su rivalidad con Cleón, su adversario político. Éste era un gran orador y sabía ganarse a la gente con sus discursos y su mordacidad. Llegó a ser el hombre al frente de Atenas solo por esa capacidad de oratoria, no equivalente a sus dotes como político. Le movía su odio por la nobleza y por Esparta.
Esta dualidad se ve reflejada en el título. Al poco de conocer a Pericles y Cleón, tras un enfrentamiento dialéctico mediante la oratoria, el jugador tiene la posibilidad de hablar con ambos. "Mis razones no son algo que importe mucho al pueblo. Tienen miedo y Cleón lo está fomentado", afirma el hombre que promovió el proyecto de la Acrópolis de Atenas que incluía el Partenón.
Ese populismo del que acusa Pericles a Cleón no tarda en mostrarlo su rival cuando se habla con él. "Yo apuesto por la gente. Pericles apuesta por el poder", asevera, antes de mostrar su rechazo a las fiestas de su oponente con los ricos y poderosos.
Como se ve en este Assassin's Creed, Cleón contó con miembros destacados de la cultura griega intentando ridiculizarle: es el caso del comediógrafo Aristófanes, al que el jugador ayuda para dejar en evidencia al político mediante una sátira teatral.
Para registrar todo esto, el juego presenta a Heródoto, historiador y geógrafo griego, reconocido como el padre de la Historia en el mundo occidental. Es uno de los muchos personajes en los que Ubisoft, estudio desarrollador, ha puesto un cuidado especial, sin buscar la exactitud total, permitiéndose licencias, pero sabiendo reflejar elementos destacados de cada época.
Odyssey no desaprovecha la oportunidad del viaje a Atenas para mostrar otro de sus elementos icónicos, la filosofía: y quién mejor que Sócrates. El filósofo clásico hace acto de aparición y sirve para que el jugador, que se pone en la piel de un mercenario que hace trabajos aquí y allí, se plantee sus acciones.
A Sócrates lo muestran en todo su esplendor, haciendo preguntas sin enseñar propiamente nada. Tras la condena al ostracismo de Anaxágoras, se muestra enigmático incluso para decir su nombre: "Pregunta a cualquiera y te dirá que Sócrates. Pero eso es decir nada. Nuestros actos son los que nos definen, y toda acción tiene su gozo y su precio".
"Explicarse es algo muy delicado" afirma, antes de preguntar: "¿Como mercenaria hay algo que nunca harías?". Establece situaciones límite y preguntas acordes, a las que el jugador puede responder de distintas maneras, una de las novedades del juego que ha optado ahora por ofrecer más libertad de decisión.
No todo en el juego es tan grandilocuente, haciendo replantearse al jugador la responsabilidad de sus acciones. Odyssey sabe msotrar esa época de Grecia también mediante los detalles, ya sea visitando sus ciudades, recorriendo sus aguas o hablando con su gente de a pie. E incluso mediante pequeños mensajes durante los tiempos de carga.
Ahí se aprende sobre los juegos hereos, en honor a la diosa Hera, dedicados a las mujeres, que no podían participar en las Olimpiadas. O sobre la historia del dracma, la moneda que se usaba en aquel momento y que perduró hasta la llegada del euro.
También se aprende sobre las guerras médicas que precedieron al juego, o la penalización matrimonial con impuestos y exclusión de eventos para los hombres espartanos que no se casaran entre los 25 y los 35 años. La mujeres espartanas, por su parte, eran educadas para criar guerreros sanos. Habla de la costumbre de los espartanos de dejarse el pelo largo o acerca de cómo las peluquerías en Atenas ya eran entonces un lugar de chismorreos.
Muestra desde la relación de los griegos con los dioses, la importancia de los ritos funerarios, su búsqueda de señales divinas y consultas a oráculos hasta temas más mundanos como todos los productos que se vendían en el ágora. Y cómo los castigos a los crímenes consistían en atar al sujeto a una columna, enterrarlo vivo, tirarlo por un barranco, ahorcarlo, lapidarlo o atrofiar sus miembros.
Enseña además sobre el sueldo público instaurado por Pericles, mediante el cual el Estado pagaba a los ciudadanos para participar en la vida pública. O sobre el color de sus ciudades, alejada del mármol blanco al que se asocia Grecia actualmente. También pequeños detalles, como el uso del pan en funciones de servilleta, echado luego a los perros, o hechos más importantes como el nacimiento de las matemáticas o el keretizein, una especie de hockey callejero.
Infinidad de detalles que también aparecen reflejados en un juego con mimo por el detalle histórico, con un trabajo de documentación detrás que sigue haciendo que el sector pueda presumir de evolución y de riqueza cultural.