El Premio Cervantes, considerado el máximo galardón literario en castellano, cobra especial importancia este año dada la decisión de la Academia Sueca de no entregar Nobel por los escándalos sexuales internos de la institución. Esta condecoración del Ministerio de Cultura -que se inauguró en 1976- lleva desde el 95 cumpliendo una ley no escrita que consiste en repartirse alternativamente entre Latinoamérica y España, por lo que si el año pasado fue a recaer en el nicaragüense Sergio Ramírez, se espera que en esta edición le toque el turno a un español. O española. Antes de esa fecha, hubo un par de ocasiones en las que dos españoles fueron premiados consecutivamente.
En los 42 años de vida que tiene el prestigioso certamen, sólo 4 mujeres han resultado premiadas: María Zambrano en 1988, Dulce María Loynaz en 1992, Ana María Matute en 2010 y Elena Poniatowska en 2013. La pluma y la mirada femenina representan sólo un 9% del total de las victorias, y nada apunta a que esta clase de becerro de oro cultural se deje influenciar por la potencia del movimiento feminista. Son gratificaciones reservadas casi en exclusiva a caballeros doctos, ancianos y consagrados que hace rato no escuchan las reivindicaciones de la calle. Ni de los lectores. Genios sordos.
Todo por las mujeres (sin las mujeres)
Siempre puede unirse el Cervantes a la tendencia del Premio Planeta: su dirección aseguró este año, en su LXVII edición, que la ganadora sería una mujer, o, al menos, que la voz narrativa femenina -las inquietudes de la mujer, sus problemáticas, su vida llena de relieves- estarían muy presentes en el galardón, dotado con 601.000 euros. Fernando Delgado adelantó que primaba la “novela social, pero no como la antigua que tendía a la política, sino que ahora se acerca a la visión de la mujer en la sociedad y las vicisitudes de nuestro tiempo. La voz de la mujer está enormemente presente”. Rosa Regàs, por su parte, explicó que “la voz femenina está cada vez más presente. Caminamos cada vez más hacia la igualdad desde un punto de vista social, político y del placer de la vida”.
Qué divertida sorpresa final. El vencedor del Planeta “más feminista” fue Santiago Posteguillo, quien conquistó al jurado con una novela llamada Yo, Julia, es decir, travistiéndose de mujer, aprovechando el tirón de este movimiento social y dibujando a la esposa del emperador romano Septimio Severo: una hembra en un mundo de hombres inmersos en la lucha por el poder político y que piensan que el liderazgo sólo pertenece a ellos. Es decir: una novela oportunista.
Mañana, que se falla el Cervantes, veremos qué tendencia adquiere el galardón este año. ¿Cederá al clamor popular hijo del 'Me Too'? ¿Reconocerá por fin el sesgo de género que late hasta hoy; el efecto de realce de lo masculino, como lo llamaba Siri Hudsvet; la invisiblización de la autora? Se barajan nombres de narradores como Luis Goytisolo, Enrique Vila Matas o Javier Marías; poetas como María Victoria Atencia o Ida Vitale. Más quinielas: Álvaro Pombo, Manuel Alcántara o Francisco Brines.