La abogada, política y escritora Clara Campoamor corre el riesgo de convertirse en la nueva ‘Antonio Machado’, esto es, en uno de esos referentes culturales que todo el espectro político trata de reivindicar y erigir como argumento de autoridad, y, de paso, como lavado de cara. En este erial de ideas propias, en este hemiciclo pusilánime, empieza a estilarse cada vez más el enarbolar viejos genios para que sus discursos suplan la nadería contemporánea. No están obsoletos: su vigencia asusta. Aquí entra en juego Campoamor, en una época cada vez más falta de mitos vivos -y de peso-.
La reyerta por la atribución de esta intelectual está servida: la izquierda le tira de los brazos, la derecha, de las piernas. Campoamor, despedazada por unas y otros. La primera lanza la rompió Pedro Sánchez, hace escasamente un mes, mientras homenajeaba a la política en San Sebastián dejándole flores en la tumba: “Un país justo no puede condenar a la desigualdad a la mitad de su población. El liderazgo de Clara Campoamor y de muchas otras mujeres hizo posible el voto femenino en España. Gracias a ellas vivimos en un país más justo”, manifestó.
Pablo Casado aprovechó entonces para acusar a los socialistas de no haber apoyado el voto femenino que ella defendía. “La izquierda se opuso al sufragio femenino”, acusó. Un dato, por cierto, llanamente falso, ya que el sufragio femenino salió adelante con 161 votos a favor, de los cuales 83 fueron socialistas aunque es cierto que un sector de la izquierda se oponía a esta medida porque temía que las ciudadanas estuviesen manipuladas por sus maridos o por el poder eclesiástico-. Después llegó Ciudadanos, en pleno Día Internacional de la Mujer, acuñando el “soy liberal” de la pionera. “Por un feminismo abierto, inclusivo, que no deje a nadie fuera porque nadie sobra”, lanzó Albert Rivera.
Irene Montero, de Podemos, no tardó en recoger el órdago: “¿Saben ustedes lo que respondía Campoamor cuando le pedían posicionarse entre monarquía y república? Ella decía: República, República, República siempre. Eso decía la compañera Campoamor”. Y, al poco, Rocío Monasterio, de Vox, expresaba que se sentía “orgullosa de feministas como Emilia Pardo Bazán o Clara Campoamor que lucharon tanto por nuestros derechos”, pero especificó que denunciaba “este feminismo supremacista que hoy viene a insultarnos a la oficina”.
La Campoamor de todos: líder del sufragio femenino
De Clara Campoamor, el imaginario popular alza especialmente su histórica intervención del día 1 de octubre de 1931, cuando España dio, gracias a ella, un paso gigante hacia la igualdad. Las cortes de la Segunda República aprobaron por 161 votos a favor y 121 en contra que las mujeres tuviesen derecho a voto, el sufragio femenino, que su opinión fuese tenida en cuenta para decidir la organización política del país. En aquel entonces solo había tres hembras diputadas en el Parlamento: Margarita Nelken, Victoria Kent y Clara Campoamor.
Kent, por su parte, creía que el voto femenino debía “aplazarse”: “Lo dice una mujer que, en el momento crítico de decirlo, renuncia a un ideal. (...) Si las mujeres españolas fueran todas obreras, si las mujeres españolas hubiesen atravesado ya un periodo universitario y estuvieran liberadas de su conciencia, yo me levantaría hoy frente a toda la Cámara para pedir el voto femenino". Campoamor, por su parte, alegó que el principio de igualdad estaba por encima de los intereses del Estado y que el derecho a voto para las mujeres debía ser reconocido en ese mismo instante.
Lo hizo dejando un recado "al varón que ha de votar": "No olvidéis que no sois hijos de varón tan sólo, sino que se reúne en vosotros el producto de los dos sexos. (...) A eso, un solo argumento: aunque no queráis y si por acaso admitís la incapacidad femenina, votáis con la mitad de vuestro ser incapaz”.
La Campoamor más secreta: abolicionista de la prostitución
Es lógico que todos los partidos políticos quieran identificarse con esta versión de Campoamor, pero ella era un personaje mucho más amplio y complejo y algunas de sus ideas chocan con el programa de los partidos que la reviven. Hoy Ciudadanos rescata la cita de la intelectual en la que explica que “estaba tan alejada del fascismo como del comunismo” para hacerla suya, pero lo cierto es que Campoamor abandonó el Partido Radical cuando los liberales de ese partido aceptaron el apoyo de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas). Es más -y aquí va también guiño a Podemos-: después intentó pasar a formar parte de la Izquierda Republicana, pero la rechazaron. Campoamor era demasiado brillante e inclasificable para aceptar un criterio en bloque.
Hay más: Clara Campoamor no sería considerada una liberal hoy -dado que el contexto político y sus ejes han cambiado desde los años treinta hasta ahora-, al menos en cuanto a su postura acerca de la prostitución, más desconocida que otras de sus manifestaciones. La situación está así: PSOE y PP tienden al abolicionismo, Ciudadanos al regulacionismo, y Podemos aún anda pensándoselo. El de Albert Rivera es el único partido, entonces, que apoya la regulación de la prostitución, cosa que Clara Campoamor no toleraría.
“La ley no puede reglamentar un vicio”, expresó ante la cámara, pidiendo el abolicionismo. A sus ojos, cualquier otra vía supondría una “quiebra para la ética”. “Las casas de prostitución reglamentadas, autorizadas por el Estado, percibiendo directa o indirectamente de ellas tributos el Estado-tributos, de una corrupción, de un vicio, son los centros de contratación de la trata de blancas, en donde se pueden albergar fácilmente todas las mujeres, que un vividor, delincuente de oficio, traspasa de ciudad en ciudad y lleva de mercado en mercado”, lanzó.
Lucha antivenérea y pobreza femenina
Ella, en pleno 1922, comenzó a participar en la fundación de la Sociedad Española de Abolicionismo. Ese contexto estaba marcado, sobre todo, por la lucha antivenérea, como cuenta Jean-Louis Guereña en La prostitución en la España contemporánea (Marcial Pons Historia Estudios).
También señala Carmen Domingo en Con voz y voto. Las mujeres y la política en España (1931-1945) (Lumen) que para las mujeres revolucionarias del momento no cabía la opción de la reglamentación, porque “el problema fundamental radicaba en que la prostitución en España se hallaba directamente relacionada con las condiciones del trabajo de la mujer y con la escasez, por no decir la inexistencia, de ayuda dispensada a la madre soltera por parte de las instituciones”: “En definitiva, lo único cierto era que la prostitución no sólo es una vergüenza para la mujer, sino también para todo el país que, en realidad, es el responsable de que exista”.
Y citaba a Campoamor: “La ley no puede decir que para lograr la Sanidad abre libremente las puertas de los burdeles a la juventud; porque si lograra la Sanidad el fin que persigue, habría causado un daño infinitamente mayor”.
Campoamor contra "el cuerpo como mercancía"
“Es preciso que la ley se ocupe de este aspecto y declare, de una vez, que queda abolida la reglamentación, porque las víctimas de la prostitución son, en un 80 por 100, mujeres menores de edad, y es realmente una crueldad y hasta una ironía formidable ver a nuestras leyes civiles protegiendo al menor, privándole de personalidad hasta para celebrar un contrato, para adquirir dinero a préstamo, para enajenar un inmueble, para expresar su voluntad, y que, en cambio, no le rindan protección alguna cuando se trata de la libertad de tratar su cuerpo como una mercancía”, seguía argumentando la política.
Esta última frase es fundamental: Campoamor cuestiona la “libertad” de las mujeres cosificadas. Sabe que esa decisión responde sólo a la capacidad de persuasión de esas estructuras que las oprimen y que su volición no es tal. La política no creía en la mujer como objeto de consumo.
Más: “Las mujeres que nos hemos dedicado a investigar este problema, esta lacra social, nos hemos encontrado, asombradas, con que en los Dispensarios se expide hoy un “carnet” medical ; pero cuál será su garantía sanitaria -esa ficción que persigue el Estado al reglamentar- cuando no se atreve a estampar en dicho “carnet” más que estas palabras : “Sana probable”. Esto es lo que se dice de la mujer reconocida. Pues bien: esos “carnets” se dan en los Dispensarios médicos sin que acredite la solicitante su mayoría de edad, sin un solo documento, sin la partida del Registro civil y sin que quede un solo rastro del expediente”, persistió.
En 1935 acabó aprobándose por decreto el abolicionismo, pero su aplicación duró poco. La legislación quedó declarada ilícita ese mismo año, de manos del gobierno de la CEDA. La lucha aún sangra hoy.