"Demasiado masculina, fea y poco atractiva para ser violada": esos son los argumentos con los que un tribunal de apelación de Ancona (Italia) ha anulado la condena a 5 y 3 años de cárcel de dos acusados de haber drogado y violado a una joven de 22 años. El veredicto ha indignado a todo el país y pronto el revuelo ha adquirido carácter internacional, y el Ministerio de Justicia de Italia ha asegurado que va a examinar la polémica sentencia, que segrega una doble mirada misógina: por una parte, asume que hay determinadas justificaciones para que una mujer sea violada; y, por otra, que una de ellas es su aspecto físico -para más inri, cuando la mujer sigue sometida a unos cánones de belleza mucho más estrictos y nocivos que los del hombre-.
No es la primera vez que la justicia -o el propio populacho- cuestiona vilmente a una presunta víctima. Del "¿cerró usted bien las piernas?" de la magistrada de Vitoria a los socialmente repetidos "pero mira cómo iba vestida", o "había bebido", o "a quién se le ocurre ir sola a esas horas". Ahora una nueva ofensa machista llega a los juzgados: el insulto al físico. Ya se le ocurrió al presidente de Brasil, Bolsonaro, cuando aún no lo era. En 2003, el ultraderechista dijo a una diputada de izquierda -que lo acusaba de incentivar violaciones con su discurso del odio hacia las mujeres- que ella "no merecería ser violada". Más tarde aclaró que no lo merecería porque "es muy mala y muy fea".
En septiembre de 2018, una movilización feminista histórica -al grito de "Él no"- llenaba las calles de Brasil contra Bolsonaro, que una semana después sería elegido presidente. Ese mismo testimonio lo recoge la feminista inglesa Laura Bates en Sexismo cotidiano, un ensayo publicado por Capitán Swing en el que recopila más de 10.000 casos de machismo diario, desde el acoso laboral al menosprecio intelectual. En 2012, Bates fundó el proyecto Sexismo cotidiano, un análisis pionero de la misoginia moderna. Consistía, al principio, en una página web donde la gente podía compartir sus experiencias de sexismo diario: todas esas situaciones silenciadas y minusvaloradas por la lacra de la normalización.
La idea se acabó convirtiendo en un acontecimiento viral, atrayendo la atención de la prensa internacional y el apoyo de celebridades como Rose McGowan, Amanda Palmer, Mara Wilson, Ashley Judd, Simon Pegg y muchos otros. Hoy es una de las mayores historias de éxito de los medios de comunicación social en Internet: ya abraza nuevas sucursales en 25 países y le añade espuma y arrojo a esta tercera ola de feminismo. Ahí el comentario perverso que reveló una de las entrevistadas: "Con 11 años, durante una excursión del colegio, un compañero de clase declaró que de todas maneras nadie me violaría porque soy demasiado fea".
En octubre de 2018, el líder republicano de Carolina del Norte, Lanny Lancaster, atacaba a una presunta víctima de agresión sexual, Christine Blasey Ford, que había acusado al juez Brett Kavanaugh de haber intentado violarla durante una fiesta a la que ambos asistieron en el año de 1982. Bien: para vengarse, Lancaster compartió una foto (por cierto, falsa) de Christine en aquella época juvenil, en la que aparecía con grandes gafas oscuras y aparatos dentales. "Esta es la presunta víctima de agresión sexual. Wow", escribió, haciendo ver que no era lo bastante guapa como para haber sido realmente violada. La foto que mostró ni siquiera era de la presunta víctima: era un meme que llevaba rulando por internet desde 2012 y que aparece en búsquedas como "fotos malas del anuario" o "peinados malos de los ochenta".
También la política Cristina Almeida sufrió una avalancha de este tipo de comentarios virtuales -"¿quién te va a violar a ti, orco?"- en una de sus intervenciones en La Sexta Noche, cuando se manifestó en contra de los piropos y expresó: "Yo, como mujer, quiero ir tranquila por la calle". Paradójicamente, ella fue una de las pioneras en denunciar en la televisión, hace más de 20 años, que cuando una mujer denunciaba una violación, las reacciones recibidas dependían de su belleza y de si vestía, o no, minifalda. Siempre había una excusa: si se trataba de una chica guapa o que vestía ciertas prendas, "lo iba buscando", si no, aparecía el "¿pero quién te va a violar a ti?".
Lo cuenta la feminista radical Irantzu Varela en una columna en Público, llamada Ahora que soy fea, gorda, malfollada y feminazi amargada, donde hilvana una retahíla de insultos que recibe por su activismo: del "¿y qué puedes saber del coño si tú eras hombre?" al "lástima que no te abortaron a ti" llegando, sin fallo, al "pero, ¿a ti quién te va a violar, si eres un engendro humano?".
La misma idea esbozó Torbe al referirse al caso que salpicó a David de Gea e Iker Muniain durante la Eurocopa de Francia 2016, cuando se les acusó de haber agredido sexualmente a una joven -finalmente, resultaron inocentes-. En cuanto a De Gea, aseguró que "tiene novia y es famosa": "No tiene ninguna necesidad de de hacerlo. Los futbolistas no tienen que pagar para estar con chicas".
Esta tendencia ha tenido, como no podía ser de otra manera, su eco en la literatura. Como muestra, un botón. Ahí el extracto de La parte de los crímenes, en la novela 2666 de Roberto Bolaño: "Y se contaban chistes. A veces eran monográficos. Los chistes. Y abundaban aquellos que iban sobre mujeres. Por ejemplo, un policía decía: ¿cómo es la mujer perfecta? Pues de medio metro, orejona, con la cabeza plana, sin dientes y muy fea. ¿Por qué? Pues de medio metro para que te llegue exactamente a la cintura, buey, orejona para manejarla con facilidad, con la cabeza plana para tener un lugar donde poner tu cerveza, sin dientes para que no te haga daño en la verga y muy fea para que ningún hijo de puta te la robe".