Sofía Rincón -pintora, escultora, performer- dice que su máxima es "reivindicar al individuo". "No soy una artista de nadie, no milito en ningún partido, aunque tenga ciertos amigos políticos", aclara. Lo subraya después de un par de semanas ásperas mediáticamente que la han catapultado como un nuevo personaje cultural y viral: en una montó zafarrancho en La Sexta Noche, siendo presentada como "antifeminista" y enfrentándose a tertulianas como Elisa Beni. Ella dice que se limita a sacar los colores al "feminismo hegemónico". En la otra, fue expulsada del programa de Risto Mejide porque el presentador creía que lo estaba "trolleando", aunque, según cuenta Rincón, fue sólo un malentendido.
Esta artista disidente no se calla. Su bandera es "la derecha como performance" -ojo al vídeo que le dedicó a Santiago Abascal, Like a Vox-, pero hace hincapié en su deseo de debatir para avanzar, en su gusto por las mezclas y su apología de "la tontería" -como explicará en esta entrevista-. No deja de trufarlo todo de humor. Pide que no nos tomemos tan en serio a nosotros mismos. "Es necesaria una comunión entre la derecha y la izquierda, es necesario que la gente pueda dialogar entre sí sin etiquetarse. Uno de los días más importantes que va a pasar en España en este siglo, y no lo digo exageradamente, será el día en que se pueda ver a una drag queen en los toros. Ese día, las dos Españas dejarán de serlo".
Charlamos con Rincón sobre BDSM -ella misma tiene un esclavo-, erotismo, referentes sexuales -ahí Margaret Thatcher-, prostitución, mujeres empotradoras e imaginarios estéticos de derecha e izquierda.
¿Vivimos en la época de la hipersexualización o de la mojigatería?
Creo que vivimos en la época de la hipersexualización, pero de muy poca erotización. Se habla mucho de sexo, es muy normal ver tetas, etc, pero yo no veo erotismo. Una escena erótica bien hecha en una película es algo extrañísimo: el ser capaz de empujar una silla y que el espectador diga “ahí hay sexo”, aunque sólo suceda eso… no pasa. No se describe la tensión sexual. Creo que hace falta una comprensión erótica. El sexo, al fin y al cabo, es la parte más primitiva de la cuestión sexual, pero para mí lo más importante es el erotismo. Siempre repito la frase de Mark Twain: “Todo tiene que ver con el sexo, menos el sexo”. Es totalmente eso. Realmente lo interesante es todo lo que viene antes del sexo. Cuando llega el sexo estamos en el último punto, en el último escalafón, que es fantástico, pero por sí solo no tiene fuerza. Lo que tiene fuerza es la mirada que se lanza antes de cualquier otra cosa. Esa ambigüedad que ofrece la fuerza erótica.
También se está perdiendo, ¿no? ¿Crees que en nuestros tiempos el cortejo está muriendo, en este contexto de sábados-noche en las discotecas? A veces la gente ni media palabra.
Claro. Una de las pruebas de que está muriendo el erotismo es esta cuestión de “sólo sí es sí”, de que se busque un contrato para mantener relaciones sexuales, cuando en el juego sexual, los gestos, las miradas, las palabras, el tono de voz… pueden decirlo todo. Para mí, ver a dos personas flirteando es absolutamente erótico. Sin embargo, todo se está focalizando en la cuestión puramente pornográfica, por así decirlo. El sexo es mucho más. Se está trivializando. Por un lado se ensalza lo genital, pero se minimiza lo verdaderamente interesante, que es justo lo contrario, es decir, la parte intelectual del proceso. El sexo es cómo te entiendes con otra persona.
Dices que “no siempre sí es sí”, esto es equivalente a “no siempre no es no”, de alguna manera. ¿Cómo podemos saber cuándo es “no”?
Yo, personalmente, soy una persona muy directa y además tengo un esclavo: mantengo una relación que requiere, por fuerza, que dos personas hablen sobre lo que buscan y de manera muy concreta. Yo tengo que decir qué quiero, cuáles son mis límites, dónde se ponen determinadas palabras clave… eso todo he tenido que hablarlo y mi esclavo conmigo, y buscamos una sinceridad absoluta, porque en una relación BDSM no puedes guardarte las cosas. Si ese “no” es ficticio, previamente la mujer debe darlo a entender de manera clara. No es una cuestión ambigua.
Es ambiguo jurídicamente.
Ahí voy. El gran problema con esto es que hay una cultura de no decir lo que uno piensa a nivel emocional. Como hay tantas cosas glorificadas -esto de “tomarse demasiado en serio a uno mismo”-, parece que el hecho de que en determinado momento te sientas incómodo (y comunicarlo) puede suponer que la persona se sienta como si estuviese cometiendo el mayor error de su vida. Creo que se podrá llegar a una forma de comprender cómo solucionar los términos legales en el momento que podamos comprender que el sexo es algo tan natural como para que yo pueda decir “oye, esto no me va” o “esto no me está gustando”, y naturalizar el error.
¿Crees que jurídicamente ha de recogerse la palabra “no”; o no es necesario? A la hora de juzgar si es una violación.
Hombre, si es una violación, evidentemente ahí una mujer tiene un shock emocional brutal. Ahí un psiquiatra tiene que analizar bien cómo reaccionan las mujeres violadas (en ese momento de la violación, durante, no hablo de después), porque dudo mucho que todas reaccionen igual. Habrá mujeres que no hagan nada en el shock porque este terrible eso, y el pánico paraliza; habrá mujeres que luchen contra el violador; habrá mujeres que intenten sobrellevar la situación por el miedo que provoca que la gente actúe de formas sumamente inesperadas. Si alguien tiene que opinar sobre la terminología de la palabra “no” a nivel jurídico en cuanto a violación, tienen que ser estudiosos de la psiquiatría y la psicología. Yo tengo un montón de intuiciones, pero tienen que ser ellos los que pongan el límite. Eso sí, algo que se está haciendo y es deleznable es el llamar “violación” a trivialidades: por ejemplo, un hombre y una mujer se acuestan consensuadamente, en ningún momento la mujer da al entender al hombre que no quiere (ni verbalmente ni gestualmente), pero luego la mujer dice que se arrepiente (a posteriori, al día siguiente, a lo mejor).
A mí me pasó una vez que estaba triste y dije “menuda tontería he hecho”, y bueno, no lo volví a hacer. Fue una experiencia. No me apetecía ver a esa persona, dije “por qué he hecho esto”. Hay que tener en cuenta que tenemos una responsabilidad por nuestros actos. Una violación es algo muy serio como para que tú trivialices un acto criminal por una mala decisión: como el llamar “agresión sexual” a que te inviten a un café. Vale, cuando venga una mujer a la que realmente han agredido sexualmente, ¿qué va a pasar con ella? Estás ninguneando su sufrimiento. Otra cosa es que sea unible el comportamiento de ese tipo de gente: los babosos, etc, a nadie nos hacen gracia. Pero hay que llamar a las cosas por su nombre.
Camille Paglia habla sobre la responsabilidad: somos mujeres. No somos niñas a las que se nos perdona todo. Tomamos nuestras decisiones, las cosas tienen consecuencias. Lo cual no quiere decir en absoluto que un hombre tenga derecho a comportarse mal, pero tampoco que la sociedad nos mire como si fuéramos víctimas por definición. Yo reivindico a la mujer fuerte que se enfrenta a las circunstancias y afronta la responsabilidad de las cosas.
Hablemos de tu experiencia con el BDSM. No sé hasta qué punto es normal (desconozco ese mundo) que una mujer sea la dominante.
Yo tampoco lo sé, no estoy metida dentro del mundillo. No me gusta.
¿Cómo llegas hasta ahí?
Volvemos al tema de la erotización. Yo, la primera vez que leí sobre Margaret Thatcher, sobre cómo trataba a sus ministros, a los que se le ponían enfrente e intentaban abatirla, yo no me lo podía creer. Dije: ¿esta mujer de dónde sale? Independientemente de cuestiones políticas, eso es irrelevante en lo que estoy tratando. Yo no daba crédito. Me parecía impresionante. Me parecía tan excitante imaginármela… no sabía cómo era físicamente, simplemente me leía sobre ella. Me la imaginaba en mi cabeza cerrando una puerta, ordenándole a alguien, ¡buf!, me encantaba, me parecía sorprendente: cómo una mujer llega a eso absolutamente sola. Ese poder que ella era capaz de ejercer sobre los hombres (supongo que sobre alguna mujer también, pero fundamentalmente era un mundo de hombres), su mirada… me parecía un referente sexual.
Y a partir de ahí, ¿quisiste emularla de alguna manera?
Sí. Hay una cosa muy importante en la vida, y son las tonterías. Te gusta un autor, un escritor, un pensador, y no te gusta por sus estructuras gigantes de pensamiento, o por la historia impresionante que te está contando, no. Te gusta por sus tonterías, o por las que hacen sus personajes. Las tonterías que puedes vislumbrar en los entresijos de ese ensayo de filosofía. Lees a Kant, por ejemplo, y te gusta infinitamente más cuando lees que se hacía máquinas para subirse los calcetines. Es en esas cosas donde yo veo el BDSM. La gente lo atribuye a látigo, cuero, tal. Yo uso una fusta, pero normalmente no soy de parafernalias. Soy más de índole gestual. Realmente la dominación reside en la cuestión psicológica. Tú puedes pegar 20 latigazos a alguien, pero si tú no tienes su respeto no lo estás dominando, sólo estás ejerciendo la fuerza, y no vale de nada. Es absurdo, como cuando los líderes políticos tiranos. No han convencido, practican la fuerza bruta. Y en cuanto se dan la vuelta alguien va a intentar matarlos.
Como el factor es psicológico, no hay dos esclavos iguales. Tú tienes una persona y luego, si tienes otro esclavo, le tratarás totalmente distinto, porque lo que buscas es ahondar en la psique de esa persona y desde ahí ejercer la cuestión erótica. Yo a él le conocí en internet, en una red social específica de esto.
En tu trabajo hablas de la “derecha como performance”. ¿Qué imaginario sexual cabe en esa derecha?
A ver, la estética que reivindica ahora mismo la izquierda es la estética de la dejadez. Estética de la no estética. Se reivindica el feísmo, de alguna manera, el no cuidarse. Sin embargo, la derecha reivindica lo contrario: cuidémonos, porque somos personas. No se trata de una cuestión de cánones de belleza. ¿Eres punki? Perfecto, pero hazlo bien. No tiene nada que ver con ir con corbata. Si te fijas, en muchas consignas de izquierda escuchas cosas como “la talla 38 me aprieta el chocho”, y cosas por el estilo. Francamente, no es una cuestión de estar delgada o gorda, sino de cuidarse. Si eres gótica, perfecto, cuídate como gótica. Sé tu mismo y punto. Eso antes era propiedad de la izquierda, lo reivindicaba ella, pero ahora significa “sé tú mismo, pero no así” (porque parece que si eres de determinada manera es que estás cincelado por determinadas corrientes). Al final, significa “no seas tú mismo, sé de esta manera”. Es la política identitaria.
Entre Pablo Iglesias y Santiago Abascal, ¿dónde ves el sexo?
Hombre, por supuesto en Santiago Abascal, el semental. Le dejaba darme patriarcado del bueno (risas).
Bueno, Iglesias también es un líder testosterónico.
A ver, yo veo aquí un problema estético. Ahora mismo la derecha tiene una mejor estética que la izquierda (me refiero a derecha hegemónica y la izquierda hegemónica). Por ejemplo: Juan Manuel de Prada es de izquierdas, muy de izquierdas, sin embargo, es una persona con rigor estético. Juan Soto Ivars tiene rigor estético también: tiene un cuidado de la estética, y se refleja. El problema de la estética de Pablo Iglesias es que se contradice a sí misma. Es la estética del ensalzamiento que quiere llegar al pueblo sin reírse de sí mismo.
Si tú te ensalzas y simulas reírte, pero no te ríes realmente, hay una lejanía. La gente no ve a Pablo Iglesias como alguien cercano, lo ve como el líder. Sin embargo, Abascal: yendo a caballo, poniéndose un morrión, ensalza pero a la vez se ríe y permite esa cercanía y esa coherencia estética. Por eso me parece mejor estéticamente Abascal. Mira, él me dijo: “No tengo ni idea de si tu vídeo está a favor o en contra, me da igual”, lo único que le importaba es que el vídeo le hacía gracia.
¿La figura del empotrador es patrimonio de la derecha?
No tengo ni idea. Espérate. En cuanto me has dicho eso, he pensado en el grupo terrorista Baader-meinhof (con esto no estoy comparando, evidentemente, a la izquierda con este grupo terrorista). Este grupo reivindicaba la importancia de la mujer, etc, sin embargo siempre les decían lo que tenían que hacer. Siempre. Las figuras masculinas en la izquierda han sido absolutamente relevantes, dejando en un segundo plano a las figuras femeninas. Ahora mismo Simone de Beauvoir tiene mucha relevancia, pero durante muchos años fue “la mujer de Sartre”. Y de Irene Montero, la gente dice “la mujer de Pablo Iglesias”. Margaret Thatcher no era la mujer de nadie, era Margaret Thatcher. Golda Meir no era la mujer de nadie tampoco. Nunca he sabido siquiera si estaba casada. Se habla mucho de la figura del empotrador en la derecha, pero se habla poco de la figura de la empotradora. Y yo creo que es muy importante, porque la mujer dominante, cuando ha estado en la derecha, ¡vamos!, al hombre de derechas le ha encantado este tipo de mujer.
¿Dónde está la mujer dominante en la izquierda?
Pienso en Rosa de Luxemburgo, por ejemplo, ¡qué mujer!, aunque no esté de acuerdo con ella. La izquierda tiene gente muy válida también.
¿Cuál crees que es el mayor tabú sexual que persiste en la España de 2019?
El BDSM. Una mujer a la que le guste la sumisión, ¡uf…! Esa mujer es vista como lo peor. Las feministas hegemónicas se le echarían encima: “Estás alienada, contribuyes al patriarcado…”. Sin embargo es la cuestión de “mira, tienes esa vertiente sexual, adelante, es tu vida”. Mientras sea consensuado, y sea porque tú quieres… no te están coaccionando ni nada. ¿Qué problema hay? Pero hay muchos problemas. La gente no puede decir que le gusta eso.
No puede decir que le gusta que le peguen en los tiempos que corren.
Claro, pero ni hombre ni mujer, ¿eh? Por ejemplo, la gente tiene la imagen de que el esclavo es un pelele. Y al contrario, muy al contrario. Mi esclavo es una persona absolutamente válida, una persona muy inteligente: en la vida real es una persona impresionante y un hombre muy dominante.
¿Es una ficción el sexo, en este sentido?
Es otra de tus facetas. No es que sea “ficción”, ese término no me gusta.
Juego.
Sí. Sacas ese lado tuyo. Es un teatro en la medida en la que tú te consideras a ti mismo actor. Sacas ese lado tuyo en ese momento, pero eso no quiere decir que tengas que ser por fuerza de esa manera.
Lo cierto es que la tendencia es que al hombre le excite la mujer sumisa. Y que a la mujer sumisa le excite el hombre dominante. Es el rol más recurrente. Pero, ¿crees que es un deseo arbitrario; a qué responde…?
Yo aquí difiero bastante en lo que planteas. A mí, aunque tenga un esclavo, me gusta que sea un hombre dominante. Tenemos un tipo de relación, pero si él no fuera dominante, no me gustaría. Ni a él yo, si yo no fuera muy dominante. Una cosa es que una mujer quiera ser sumisa en la cama y otra es que a los hombres les gusten las chicas sin fuerza. A los hombres les gustan las mujeres duras y dominantes. “Dominante” no quiere decir dar órdenes. “Dominante” quiere decir “soy capaz de superar las circunstancias”. No creo que a los hombres les gusten las mujeres sumisas. Una tía de “ah, necesito ayuda en todo, no sé hacer nada”… ¡no les gusta!, bueno, habrá hombres a los que les guste, por sus inseguridades. Pero lo normal, si eres una persona equilibrada, es que te guste la gente con autoestima. La gente que hace frente a la vida, no la gente dependiente.
Última cuestión: porno y prostitución. ¿En qué espectro del debate te sitúas: abolicionista, regulacionista? ¿Son acaso comparables, deben pertenecer a esferas diferentes…?
Hombre, la pornografía tiene otro cometido. Es una cuestión de ámbito público porque te estás exhibiendo, mientras que la prostitución es ámbito privado. Teniendo en cuenta eso a nivel legal cambiarían muchas cosas. Yo creo que la gente, si es adulta y está psicológicamente bien, es capaz de tomar sus propias decisiones y dilucidar las consecuencias. Si una persona decide tener un trabajo no convencional que implique vivir de su cuerpo, ¡es su vida! ¿Quién soy yo para decirle que no lo haga? Si quiere hacerlo, que lo haga, porque es adulta. Hemos estado luchando un montón de tiempo para tener nuestra vida y nuestras propias cuentas bancarias para que venga alguien y nos diga “no, no, ese trabajo no, que a mí no me gusta”. Chica, a ti no te gustará, pero… es su vida.
Pero, ¿por qué, por ejemplo, en la prostitución, hay una demanda hacia un lado y no hacia el otro? ¿Por qué no hay prostíbulos para mujeres?
Bueno, seguro que hay gente que demanda eso. Pero aquí hay que ver las implicaciones biológicas que existen por las diferencias que hay entre nosotros, que las hay. Siempre recomiendo El tercer chimpancé: te cuentan por qué los hombres tienen más tendencia a beber alcohol y a fumar, por qué hay más suicidios entre los hombres, por qué tienden a los extremos mientras las mujeres tendemos a la media. Por qué hay más violencia física en los hombres. Todo tiene que ver con las tendencias biológicas. La testosterona, una de las cosas que hace, es que te da menos miedo al riesgo.
Hay algo que me preocupa de ese argumentario: también teníamos una tendencia natural a no lavarnos los dientes, pero el ser humano se ha sobrepuesto al animal. Cuando hablamos de prostitución, me inquieta que dejemos tanta responsabilidad en la parte biológica, cuando llevamos siglos sobreponiéndonos a lo que deberíamos ser.
Estoy totalmente de acuerdo con eso. Creo que hay que entremezclar ambas cosas y que observar. Y hay que estudiar el problema desde su raíz: ¿hasta qué punto podemos tener en cuenta la racionalidad y hasta qué punto las tendencias biológicas? No creo en absoluto que todo sea constructo social ni todo sea biología pura. En la vida humana interceden muchísimos factores. Sólo creo que deberíamos tener en cuenta todos los factores humanamente posibles, porque nunca vamos a tener la total certeza.
Eso te coloca en el regulacionismo, entiendo. En el garantizar los derechos laborales.
Desde luego. Imagínate que una mujer tiene una situación económica complicada y decide solventarla mediante la prostitución. Si esa prostitución está prohibida, la estás condenando al mercado negro, donde no hay ningún tipo de seguridad. Por supuesto hay que hacer un buen regulacionismo, porque si lo regulas mal, las mafias pueden buscar resquicios legales para seguir haciendo el mal. Todo requiere un estudio minucioso.
¿Crees que si se aboliese la prostitución y el porno aumentarían las agresiones sexuales? Es otro de los puntos que habitualmente se plantea.
Quiero irme un poco al ámbito de la vida diaria para poder contestar a esta pregunta lo mejor posible. Creo que hay personas que no tienen capacidad de socializar como las demás. Hay gente que en sí misma es nociva: tóxica, psicópata, lo que sea; pero también hay gente que por ignorancia no entiende las dinámicas sociales. Por lo tanto, hay mucha de esta gente que no sabe cómo tener una novia; pero también hay otros que serán pragmáticos: “No quiero estar cuatro horas hablando con alguien para 5 minutos de relación sexual, así que pago, me desahogo y me quito de encima el problema”.
Evidentemente, hay una necesidad sexual en los hombres. Mientras los puteros traten a esas mujeres que están contratando con amabilidad, con respeto, y demás, y esa mujer se sienta respetada durante el acto, yo veo bien que estas personas puedan hacerlo. El tema es: si se prohíbe, va a haber un montón de gente que no va a tener a qué recurrir. ¿Qué pasaría aquí? Yo realmente creo que sí podrían incrementarse los crímenes violentos. Aquí es muy interesante la visión de Escohotado, que comenta que en la Antigua Roma las mujeres liberadas eran las prostitutas, las únicas que podían tomar su propio camino, las demás eran tratadas como niñas. Si eso lo extrapolamos y preguntamos a las prostitutas… yo hace años entrevisté a una y esa chica me comentó que ella, el tener esa capacidad de decisión, de decir “este tío no”, le hizo ver que tenía un control sobre la situación. Un poder sobre el hombre. Gracias a eso pudo empoderarse. Eso lo reivindican muchas mujeres prostitutas: el empoderamiento a través del sexo.
La prostitución, guste más o guste menos, es algo tan natural como un contrato. Oferta y demanda. Si tienes una demanda de producto pero no hay oferta, ¿qué vas a hacer? Intentar conseguirlo por otros medios. Cuesta hablar de ello, porque es algo duro. Estamos hablando de una parte muy sensible de la sociedad, pero realmente considero que la prostitución es necesaria, porque hay muchas mujeres a las que las ha ayudado y se sienten empoderadas con ella, y no deja de ser una cuestión social de oferta y demanda.