La pluma de avestruz de la diosa Maat fue la forma que tenían los antiguos egipcios de determinar si su alma podía entrar o no en el más allá. Según su mitología, cuando alguien moría tenía que pasar por la Sala del Jucio, donde su corazón se pesaba en una balanza a la par que la pluma de la verdad de la diosa de la justicia y el orden. Si había equilibrio, la persona fallecida podía seguir su camino hacia la otra vida. Era ese dictamen deísta lo que influenciaba enormemente el comportamiento de los habitantes del Antiguo Egipto.
Maat, la hija de Ra, el dios del Sol, representaba además el crucial concepto de cómo se mantenía el universo, de la procedencia del orden. Era ella la encargada de nutrir el armonía de las cosas y de castigar a quienes la habían alterado, a aquel que incumplía las normas. Está Maat, por lo tanto, considerada como la primera deidad moralizante de la historia, cuyas primeras referencias datan de en torno al año 2.800 a.C., ya en época faraónica, varios siglos después de la unificación de las ciudades del valle del Nilo.
Sucede lo mismo con Shamash, el dios mesopotámico del sol, la justicia y la equidad, que apareció medio milenio después del nacimiento de las civilizaciones mesopotámicas. Esta relación entre la aparición de las sociedades complejas y la revelación devota de los dioses moralizantes ha sido objeto de un estudio científico cuyos resultados han sido publicados esta semana en la revista Nature, y la conclusión no comulga con nada de lo establecido hasta ahora: la figura de la deidad sobrenatural, todopoderosa, que controla la buena conducta del ser humano, es posterior y no anterior a la consolidación de comunidades más desarrolladas.
Y este supuesto es una constante a lo largo de toda la historia, comenzando por el Antiguo Egipto hasta el Imperio romano, y pasando por los pueblos vikingos o las dinastías chinas: hasta que los humanos no abandonan la tribu y se constituyen en una megasociedad, con una población de más de un millón de habitantes, es imposible hallar restos de esos dioses moralizantes y de su furia divina contra las injusticias.
El estudio, que se ha valido de la base de datos del proyecto Seshat para superar las imprecisiones de investigaciones previas, ha analizado 414 sociedades de 30 regiones diferentes del planeta y surgidas en los últimos 10.000 años, es decir, desde el comienzo del Neolítico hasta la Revolución Industrial. Los investigadores han examinado 51 variables de complejidad social, como el tamaño del asentamiento más grande, la presencia de un código legal formal, la existencia de la propiedad privada o el desarrollo de un ejército; y cuatro medidas de cumplimiento sobrenatural de la moralidad, como el concepto de una fuerza que controla y castiga desde el más allá los comportamientos egoístas.
Familiaridad vs anonimato
"Ha sido particularmente sorprendente que este fenómeno surgiera de forma consistente al alcanzar el nivel de un millón de personas", explica Patrick Savage, antropólogo de la Universidad de Keio, en Kanagawa, Japón, y uno de los firmantes del estudio. "Primero obtienes grandes sociedades, y luego se desarrollan estas creencias". De hecho, según se indica en la investigación, las comunidades analizadas muestran un aumento medio de su complejidad social hasta cinco veces mayor antes, y no después, de la llegada de estos dioses.
Lo mismo sucede con otras religiones más masivas, como el cristianismo o el islam: no hay constancia de deidades morales hasta que las sociedades están fuertemente consolidadas. "Nuestra investigación sugiere que la religión ha jugado un papel funcional a lo largo de la historia, ayudando a estabilizar las sociedades y haciendo que la gente coopere", añade Savage, señalando la endogamia de la tribu frente al carácter más diverso de otras entidades políticas: "En los sistemas muy pequeños, como en los grupos de cazadores y recolectores, todos se conocen entre todos, y todos vigilan al de al lado para asegurarse de que se están comportando bien. Las sociedades más grandes son más anónimas, por lo que es posible que no se sepa en quién confiar".
Pero si la conclusión es que los dioses moralizantes aparecen cuando el ser humano se organiza como colectividad, no se registra un fenómeno inverso. Es decir, según el estudio, es posible hallar sociedades muy complejas sin la presencia de un dios moral, como en las culturas azteca o maya. También hipotetiza el estudio que la aparición de los dioses moralizantes y la escritura está relacionada, pues estas creencias no estaban extendidas antes de la invención de la comunicación escrita, sino que en nueve de las 12 regiones analizadas aparecen los seres divinos unos 400 años de media más tarde que las primeras notas.