El nieto y la abuela, la foto sensiblera con la que Errejón y Carmena quieren ganar Madrid
El fotógrafo Luis Gaspar habla sobre el proceso de cocción de la foto que compite con la -ya mítica- de una Villacís embarazada que se arremanga.
16 mayo, 2019 02:26Íñigo Errejón achina los ojos cuando se ríe de verdad. Lleva el flequillo peinado hacia arriba, viste camisa blanca y vaqueros y achucha con afecto a Manuela Carmena, que se entrega al abrazo: una mano sobre el hombro del candidato a la Comunidad de Madrid, otra sobre el costado del joven, como la abuela que estrecha al nieto. La alcaldesa cierra los párpados tras las gafas y aprieta los labios para redondear el gesto: parece un reencuentro, quizá el comienzo de algo.
La postal es en blanco y negro: hay arruga -en la ropa, en la expresión y en el cabello-, hay humanidad política inédita, hay cuarenta años de la historia de España entre esas dos figuras hilvanadas. También exuda un halo sentimentaloide, quizá extremadamente sensiblero, pero, no obstante, en la línea de algunos eslóganes de la "revolución de las magdalenas" y la resurrección de las sonrisas. La fotografía la firma Luis Gaspar, quien cuenta a este periódico que la idea “surgió de forma natural, como la imagen en sí”: “Yo hace cuatro años, como tantos otros artistas o fotógrafos, había lanzado algún proyecto a favor de Manuela, pero no la conocía. Conocía a otra gente de su entorno, ahora de Más Madrid”, comenta.
Repitió su ritual. “Yo siempre me quedo a solas con la persona o con las personas que voy a fotografiar. Es la única forma de que salga la verdad: les pongo música, les comienzo a hablar, voy arreglando mis cosas… y todo va fluyendo. No tengo nada preparado, pero lo que siempre pido es libertad para hacer la foto”. Piensa en la imagen promocional de Villacís. “Sólo hay que verla, ¡hay tanto retoque…! Es el problema de que haya asesores delante, por ejemplo. Ni siquiera creo que sea cosa del fotógrafo, pero después cogen la imagen y pasa por un lado y por otro… a mí me pasó con una de Cayetano Rivera, a la que querían quitarle cada poro”. Tampoco le encajó la pose de la candidata de Ciudadanos: “Intentaron buscar un mensaje con esa mano arremangada y tal… ese gesto es erróneo, queda muy rimbombante, muy forzado. Cuantas más significaciones previas le des a todo, más te lo cargas”.
A su juicio, “todas las fotos que se retocan quedan mal”: “Hay algo de falsedad en las poses. Toda pose es una impostura”. Por eso trata de relajar los dejes con música. Hasta se ha creado una lista de reproducción en Spotify que recoge temas como La belleza, de Aute; La flor de la Canela, de María Dolores Pradera, Se me olvidó otra vez, versión Chavela Vargas, El equilibrio es imposible, de Los Piratas, Lobo López, de Kiko Veneno, So What, de Miles Davis, Tristán e Isolda, de Wagner, Tu cara en la mía, de La Niña de los Peines y un largo etcétera. “Mis fotos no creo que las haga mal, pero lo mejor son mis listas de reproducción”, sonríe Gaspar. “Es lo que mejor hago. Sirven para cuando alguien viene con cierto miedo, para ir equilibrando. Suelen ser lo que yo llamo ‘listas de pena’, no tristes, pero sí intensas”.
La conversación con los candidatos
La seducción ante los retratados, aquí Carmena y Errejón, prosiguió charlando un rato y dejando pasar el tiempo. “Hasta que no pasan 45-50 minutos, no empieza a salir lo que realmente se es. Yo creo que sale porque intento no juzgar (luego en mi vida soy un criticón, pero cuando estoy haciendo fotos no). Y cuando la persona siente que no está siendo juzgada, no se juzga a sí misma. Empieza a verse más guapa, más atractiva… a mí me interesa el arte como verosimilitud”.
¿Qué les contó a los candidatos por Más Madrid? “Hablamos bastante: les conté que mi madre fue diputada la última legislatura con Leguina y que había estado siempre en el PSOE y en UGT, aunque ella era actriz, pero estuvo metida en cosas de política… y resultó que Manuela se acordaba de mi madre”, esboza. “Les hablé de una foto en la que sale ella en el 77 con el puñito arriba en la puerta de Diario 16. Cosas así, un poco ideológicas. Y también hablamos del Concilio Vaticano II, que es uno de mis temas favoritos junto con Los Beatles y Andy Warhol”.
Otros políticos retratados: de Rajoy a Felipe González
¿Cómo interpreta, una vez hecha la foto, el gesto de cada uno de ellos; qué dice de ellos como políticos? “Más que como políticos, yo creo que habla de ellos como seres humanos. A Manuela no la conocía personalmente y me pareció bastante auténtica. No sólo porque haya una simpatía previa. También me ha pasado con otros políticos que creía que me caían bien y después...”, ríe. ¿En quién piensa cuando dice eso? “No sé, no sé. He fotografiado a grandes hombres de Estado… Gallardón, Rajoy, Zapatero, Felipe González. Y puedo decir que Rajoy y Zapatero son personas encantadoras… con Felipe González, que me parecía un gran gobernante, no me enganchó, tuvimos menos agarre. Y eso que mi madre le conocía, alguna vez había venido a casa. Pero no: no tiene nada que ver”.
Cree que Carmena, por su edad, es como “esas abuelas o esos abuelos que saben mucho más de sus nietos que de sus hijos”, y encuentra esa complicidad en la foto. “Quizá es una generación que crió a sus hijos estando más tensa, pero con los nietos se entregan del todo. Ella tiene esa capacidad de abrazo. Es muy de tocar. Eso nos lo contó a unos cuantos el día de la foto, que a veces alguien la ha cortado en plan ‘señora, no me toque tanto, que se cree que por ser alcaldesa’… y no es su intención. Es que en general a los niños o a la gente más mayor le permitimos ese contacto físico”, comenta.
Vecino de Rato y Bárcenas
“Él también es muy joven y hay muy buen rollo entre los dos, aunque no sé cómo se traducirá en política. No obstante, esa química no se improvisa”. Lo explica porque el abrazo les salió natural, “yo no lo pedí en ningún momento”. Quizá, sin ser consciente, la imagen de la señora y el chaval le recordó, en algún momento, a su madre y a él mismo. Fue por ella, por su madre, que una vez, y sólo una, rechazó una foto a un político. Y no tuvo nada que ver con prejuicios ideológicos. Fue una razón sentimental, valga el oxímoron.
Luis Gaspar habla de la “elegancia como elección”. Dice que no sabe lo que es la belleza, ni dios, pero sí sabe dónde no los encuentra. Su trabajo se desarrolla igualmente sí: “No sé qué quiero, pero sé lo que no quiero. Hay que entender que no hay nada exacto, perfecto. Y que tampoco es deseable”. Por si fuera poco, vive en la misma calle que Rodrigo Rato, allá por Ramón de la Cruz. “Otro día bajé y me tropecé con Bárcenas. La verdad es que sí: en mi barrio hay que tener cuidado. Hay mucha delincuencia”.