Hasta que el arqueólogo Eduardo Saavedra y Moragas halló las ruinas de la ciudad celtíbera de Numancia en el cerro del Garray (Soria) durante la segunda mitad del siglo XIX, se registró un continuo debate sobre el emplazamiento real de la población que resistió de forma heroica los continuos asedios de las legiones romanas. ¿Estarían sus ruinas en Zamora, como indicaban algunas teorías, o esta versión no concordaba con los escritos que habían elaborado las fuentes romanas?
En la actualidad, es de sobra conocido que Numancia es un yacimiento arqueológico situado en la provincia de Soria y declarado Bien de Interés Cultural, ¿pero quién fue el encargado de propagar el bulo de que el asentamiento celtíbero, cuyos habitantes prefirieron suicidarse a someterse a Roma, se localizaba en la ciudad de Zamora?
La primera mención aparece en la Crónica de Alfonso III, llamado el Magno y rey de Asturias entre el año 866 y el 910, que él mismo ordenó redactar. Loando las gestas de su predecesor Alfonso I, se relata que "haciendo avanzar a menudo su ejército tomó por la guerra muchas ciudades; a saber: Lugo, Tuy, Oporto, Anegia, Braga ia metropolitan, Viseo, Chaves, Ledesma, Salamanca, Numancia, que ahora se llama Zamora (...)".
Sin embargo, un estudio del historiador medieval Josemi Lorenzo, titulado El ladrillo de Zamora, existencia, desaparición, reparación y destrucción de la prueba material de que Zamora fue Numancia y publicado en el Anuario del Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo, pretende acabar con la polémica vertiendo luz sobre las falsificaciones documentales que se encadenaron a lo largo de varios siglos.
"Fueron los intereses del reino los que hicieron apropiarse de la historia y del mito de Numancia para hacer a la ciudad de Zamora heredera de las glorias antiguas", relata Lorenzo según ha adelantado El País. "Al estar la ciudad junto al Duero [Numancia también lo estaba] y el desconocimiento leonés de las lejanas tierras sorianas, fue fácil la mistificación. Incluso, diversos autores zamoranos mantuvieron esta versión durante siglos, haciendo oídos sordos al humanista Florián Ocampo (1499-1588), zamorano por cierto, que ya defendía que el Cerro de Garray ocultaba a la Numancia real".
Un polémico ladrillo
Además de la tergiversación impulsada por el rey Alfonso III, un elemento arquitectónico, un ladrillo, perpetuó el debate durante siglos: Francisco Mosquera Barnuevo, zamorano autor de La Numantina, obra publicada en 1612, relató la existencia de esta pieza que contaba con la inscripción "ONUMACIA", una prueba que serviría para confirmar que Numancia no era otra cosa que la Zamora de entonces. Sin embargo, este autor, que era soriano, denunció que el ladrillo lo pudo haber colocado el obispo para que fuera hallado "casualmente", ya que se quería convertir a la ciudad en sede episcopal.
En aquel entonces, comienzos del siglo XVII, la teja habría estado expuesta en una pared del edificio consistorial, aunque el muro fue derribado y la prueba histórica comenzó entonces un periplo por diversas dependencias zamoranas, desde donde también se llegó a defender que Viriato, el gran líder de los lusitanos, había nacido en dicha ciudad, que le terminaría dedicando una estatua en su principal plaza.
La inscripción del ladrillo, de la cual José Cornide (1734-1803), secretario de la Real Academia de la Historia, hizo una copia, siguió dando mucho de qué hablar. Pero cuando entró en liza el arqueólogo Eduardo Saavedra, el misterio halló solución: el escrito databa de época romana, pero había sido erróneamente traducido: no se refería al emplazamiento celtíbero, sino que decía "Oficina del [alfarero] Numanciano" de forma abreviada.
Unos años más tarde, a principios del siglo XX, el famoso ladrillo despareció: según un informe, operarios del Ayuntamiento lo tiraron a la basura. Era la única prueba -aunque fuese inventada- que podría relacionar a Zamora con Numancia. La palabra del rey Alfonso III no era más que un embuste.