La vida de Emma Goldman destaca por ser una de las únicas personas que vivieron tanto en Estados Unidos como en la Rusia comunista rechazando ambos sistemas y su forma de gobierno. Nació en Lituania en el seno de una familia judía ortodoxa en 1869. A los 16 años emigró a Estados Unidos tras negarse a contraer matrimonio con un hombre impuesto por su padre. Este 14 de mayo de 2020 se cumplen 80 años de su muerte.
Allí, la joven trabajó en la industria textil y el contexto social en el que vivía le empujó a simpatizar con las ideas anarquistas. La revuelta de Haymarket en mayo de 1886 fue una protesta inicialmente pacífica en la que los obreros exigían la jornada laboral de ocho horas. La tensión entre las autoridades y los protestantes llegó a su punto álgido con el estallido de una bomba que se lanzó a la policía. Estos, como era de esperar por su parte, respondieron con violencia.
"Las huelgas para obligar al cumplimiento de las ocho horas pueden hacer mucho para paralizar nuestra industria, disminuir el comercio y frenar la renaciente prosperidad de nuestra nación, pero no lograrán su objetivo", escribía el New York Times el 29 de abril.
El juicio, calificado hoy en día una farsa, condenó a la horca a cinco hombres, ligados a distintas ramas del comunismo y anarquismo. Este incidente le hizo entender a Goldman que "la verdadera emancipación" no empezaba "en los parlamentos ni en las urnas". En 1893 fue detenida por primera vez por defender la expropiación de los bienes: "Pedid trabajo; si no os lo dan, pedid pan, y si no os dan ni pan ni trabajo, coged el pan".
Tal era el escándalo que suscitaban sus conferencias y tan frecuentes sus detenciones, que solía llevar siempre encima un libro que leer por si pasaba la noche en el calabozo
Aquella sería la primera de las tantas veces que la anarcofeminista pasaría por la cárcel. En 1916, Goldman fue arrestada una vez más por distribuir un manifiesto a favor de la anticoncepción. Escribe Rebeca Moreno en Feminismos: la historia (Akal) que "cuentan que tal era el escándalo que suscitaban sus conferencias y tan frecuentes sus detenciones, que solía llevar siempre encima un libro que leer por si pasaba la noche en el calabozo".
Sus continuas actividades incomodaban a los dirigentes de Estados Unidos y fue considerada por el FBI como "la mujer más peligrosa de América", en parte por su supuesta vinculación con el intento de asesinato del empresario Henry Clay Frick. No obstante, el hecho más significativo en el que se vio envuelta fue el asesinato de William McKinley, presidente de Estados Unidos. Esta vez, recibió todo tipo de insultos mientras estaba en prisión: "Maldita perra anarquista, desearía poder atacarte. Te arrancaría el corazón y se lo daría a mi perro". Finalmente, la rebelde mujer, que siempre negó su participación en tales casos, fue deportada a Rusia en 1919.
"Mi desilusión con Rusia"
La escritora y militante estuvo en el país revolucionario hasta 1921. "Nos recibieron como a camaradas queridos. A nosotros, que habíamos sido expulsados de América como criminales, los hijos y las hijas que habían ayudado a liberar el suelo soviético nos recibían como a hermanos", escribió en su autobiografía Goldman.
Sin embargo, esa felicidad que abundaba en el interior de la activista se fue perdiendo progresivamente debido a la deriva autoritaria de los bolcheviques: "Reconozco lealmente el error que cometí creyendo que Lenin y su partido eran los verdaderos campeones de la Revolución". Rechazaba el parlamentarismo y creía en la acción directa colectiva para avanzar hacia un orden social nuevo que debía basarse en el acceso libre a la tierra y los medios de producción. De hecho, participó en la sublevación anarquista de Kronstadt en 1922 —la última gran rebelión en contra del dominio bolchevique iniciada por anarcosindicalistas—.
Esta decepción por la Rusia soviética le llevó a escribir sus conocidos textos de Mi desilusión con Rusia y Mi posterior desilusión con Rusia. Terminaría viviendo en Canadá, donde fallecería en 1940 a los 70 años.
"¡El gobierno de los Estados Unidos al completo no pudo hacer callar a mi hija y usted no va a poder ahora hacer callar a su madre!", gritó su madre en protesta de una de las detenciones de la feminista. No solo los americanos fueron incapaces de silenciar a Emma Goldman; también los rusos. Actualmente, la desafiante mujer se ha convertido en una de las figuras de protesta más relevantes de la sociedad feminista.