A veces no todo es lo que parece. O no todo ha de ser como siempre se ha estudiado. A lo largo de los años los arqueólogos e historiadores han analizado las sociedades prehistóricas y sus jerarquías y formas de vivir. Cuanto más se retrocede en el tiempo más complicado es encontrar evidencias de nuestros ancestros humanos.
La Prehistoria, el periodo de tiempo más largo y a la vez más desconocido, destaca por la inexistencia de la escritura. De esta manera, los académicos se centran en yacimientos y descubrimientos pictóricos. No obstante, aquellos hallazgos, como pueden ser armas hechas con huesos de animales o artilugios tallados en sílex, no indican que estuvieran fabricados exclusivamente por hombres o por mujeres. Para responder a la difícil pregunta de cómo se conformaban las sociedades prehistóricas la historiografía trasladó las ideas y modelos contemporáneos a aquellos tiempos remotos.
Así lo explica Sandra Ferrer Valero en Feminismos: la historia (Akal), donde relata que "se aceptó que los hombres, más fuertes por naturaleza, eran los únicos capaces de tallar las duras piezas en sílex o enfrentarse a un animal para cazarlo y que las mujeres se dedicaban a la recolecta de frutos cerca de su hábitat mientras cuidaban de su prole y mantenían vivo el fuego del hogar".
Asimismo, la creencia de que eran los hombres quienes cazaban se basa principalmente en la mirada moderna sobre las antiguas pinturas rupestres. "Cuando en el Paleolítico Medio y Superior la caza empezó a ser predominante, se aceptó entre la comunidad científica que solamente los hombres eran los encargados de facilitar a sus congéneres el alimento", escribe Ferrer. Pero diferentes estudios han planteado la posibilidad de que las supuestas figuras masculinas que aparecen cazando podían no representar ningún tipo de género específico —son siluetas muy esquemáticas—.
Es más, algunas de las escenas de caza dejan entrever "detalles marcadamente femeninos como el cuerpo en forma de reloj de arena o mamas claramente definidas". Además, las tumbas encontradas de mujeres también corroboran esta teoría, puesto que en muchas de ellas eran enterradas junto con arcos y flechas.
¿Arqueología feminista?
Aunque en primera instancia pueda parecer que no tienen ningún tipo de vinculación, la arqueología feminista es una corriente que va tomando fuerza desde el siglo pasado. Tal y como escribe Sandra Ferrer, "la arqueología feminista pretende dar un giro a las interpretaciones tradicionalmente aceptadas como científicamente válidas poniendo el foco en el pasado" aplicando nuevas perspectivas. La arqueóloga estadounidense Joan Gero, por ejemplo, cuestionaba que las herramientas estuvieran hechas por hombres únicamente y afirmaba que numerosos utensilios estaban diseñados por manos femeninas.
Ya en 2013, un estudio de la Universidad de Pennsilvania, ajeno a esta corriente, innovó los planteamientos vigentes hasta el momento demostrando que la mayoría de las pinturas rupestres de España y Francia eran obra de mujeres. Un adelanto de este estudio fue publicado en el National Geographic y Dean Snow, a la cabeza de este proyecto, consideró que cuanto más se conoce acerca de estas pinturas más se debe replantear el conocimiento "de aquellas sociedades". Snow añadía que "a menudo las mujeres eran las que transportaban la carne de vuelta al campamento, y eran ellas quienes estaban más preocupadas con la productividad de la caza que los hombres".
Por lo tanto, esta lectura del pasado se basa en eliminar los prejuicios que atribuyeron la caza al hombre por el hecho de tener unas cualidades físicas más proclives a dicha actividad para confinar a la mujer en el ámbito doméstico desde el principio de la Historia, algo que no ha sido demostrado por el momento.