Chicho Ibáñez Serrador: el niño entregado a Poe que salió de casa para cambiar la televisión
-Narciso Ibáñez Serrador (Montevideo, Uruguay, 1935) falleció en Madrid el 7 de junio.
-Director de cine y realizador de televisión, es recordado por sus dos largometrajes, La residencia (1969) y ¿Quién puede matar a un niño? (1970); por su serie Historias para no dormir (1966) o por formatos para la pequeña pantalla como Waku Waku (1989) o Hablemos de sexo (1990), siendo Un, dos tres... responda otra vez (1972) su creación más memorable en su particular universo.
-Entre otros reconocimientos, obtuvo la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (2002); el Premio Nacional de Televisión (2010) y el Premio Goya de Honor 2019.
-Casado en dos ocasiones, tuvo dos hijos: Josefina y Alejandro.
Para recordar
Mamó el espectáculo. Era hijo del actor y director teatral Narciso Ibáñez Menta -tantos y tan inolvidables papeles en Estudio 1- y de la actriz Pepita Serrador. Una molesta enfermedad -púrpura hemorrágica- le impidió llevar una vida de niño. Se recluyó en casa y se dedicó a la lectura. Poe -"mi Dios"- , Bradbury o Lovecraft estaban anidando en aquel niño, que absorbía como un poseso las técnicas del terror.
Un día decidió enfrentarse al mundo, a aquel mundo del que se había aislado. Y lo hizo con tanta fuerza y tanto entusiasmo que se convirtió en el parlanchín que embaucaba y encandilaba contando historias. En aquella España de los sesenta, sólo había un lugar donde llevar a cabo sus sueños: Televisión Española. Allí realizó, si no su obra más conocida, sí la que más prestigio le iba a dar: Historias para no dormir. Y por si fuera poco, Chicho, puro en mano en el mejor estilo Hitchcock, creaba con su monólogo previo el ambiente propicio para estremecerse.
Pero lo que encumbraría definitivamente a Chicho sería un concurso de televisión, la quintaesencia del entretenimiento, el Un, dos, tres…, que se puso en antena por primera vez en 1972 y duró 33 temporadas. Según el propio Chicho, la clave estaba en la diversidad. Había de todo: azafatas en minifalda -entonces toda una reivindicación de libertad-, preguntas de carácter cultural, premios símbolo de los nuevos sueños consumistas -el coche, el apartamento en la playa-, números de variedades, actuaciones cómicas y unos protagonistas –los concursantes- que eran la viva representación de la clase media. Era difícil que alguien no encontrara un motivo para sentarse ante el televisor.
Tanto las Historias para no dormir como el Un, dos, tres... cosecharon infinidad de premios internacionales. TVE fue reconocida en el mundo gracias a Chicho, por eso no es exagerado hablar del gran revolucionario de la televisión, hasta el punto de hablar de un antes y un después de Ibáñez Serrador. Fueron muchos sus discípulos que siguieron su estela. Y es que ahí estaba la clave del éxito de Chicho, daba igual que se tratara de sexo, de terror, de humor o de quién se iba a llevar el coche en el concurso. La clave estaba en empezar por el final y agarrar al espectador. "No mostrar, sino incitar la imaginación".