Despoblación y silencio donde antaño, no hace tanto, hubo vida rebosante. A medida que pasa el tiempo, buena parte del entorno rural se asfixia al ritmo de la creciente querencia de sus habitantes por el ámbito urbano, muchas veces movidos por la necesidad, por la búsqueda de oportunidades. Los datos auguran la desaparición o, cuanto menos, el inexorable declive de pueblos pequeños y más o menos alejados de las principales ciudades.
En España, los números dibujan claramente esta tendencia. En 2018 la población urbana era del 70% según el Instituto Nacional de Estadística (INE), mientras que 50 años antes apenas era del 50%. Este éxodo constituye un problema grave cuyas consecuencias van más allá de escenas pintorescas y tristes de lugares abandonados. Es lo que conocemos como la ‘España vaciada’, un concepto que habla, sobre todo, del gran problema derivado de este movimiento: el de que, con la gente, también se van las oportunidades de trabajo, por ejemplo, que se concentran también en las áreas urbanas.
Pero en esta ‘España vaciada’ también hay una continua carencia de servicios que dificultan la rutina de los que resisten. Es más complicado hacer las cosas del día a día como se hizo siempre porque, con la gente, también han desaparecido tiendas, sucursales bancarias, centros educativos o hasta instalaciones sanitarias, etc. Situaciones que empujan y obligan a los que aguantan en sus pueblos, casi siempre personas de edad avanzada, a desplazarse para las cosas más básicas.
Todo ello amenaza el bienestar de quienes han decidido quedarse pero también aboca al olvido toda una cultura asociada al campo, un acervo insustituible que incluye tradición, sabiduría y una forma de hacer las cosas de una manera más reposada y que se da de bruces con las prisas de las capitales.
El silencio que hay que saber escuchar
Imaginamos la ‘España vaciada’ en silencio, casi de luto. Pero hay que prestar atención y es entonces cuando brotan el diálogo, las palabras y el ritmo de lugares que atesoran la Historia -en mayúsculas- que forjó el carácter de estas zonas y las historias -en minúsculas-, que son las que pueden contar los que siempre han estado allí y mantienen vivo el alma. Perder la voz de esa España es otro de los riesgos de esta despoblación creciente, y mantenerla, casi una vocación para quienes han apostado, por decisión y voluntad propia, por seguir viviendo donde parece casi imposible.
En la historia de Mayalde hay mucho de tesón, de amor por la tierra e incluso “un punto de locura” por el ámbito en el que nacieron, al que cantan, y en el que escriben su destino. Es un grupo de música pero, sobre todo, es “familia”, como cuenta Eusebio Martín. Junto a su mujer, Pilar, inició hace casi cuatro décadas una aventura musical en la que la tradición oral es la materia prima para sus narraciones musicales, canciones al mismo tiempo que cuentos; píldoras de una filosofía rural que, por mucho que ese fantasma de la ‘España vaciada’ pretenda enterrar en el tiempo, está aún latente de forma tangible: "No tienes más que ver cómo están las carreteras de salida de las grandes ciudades un viernes por la tarde de gente que vuelve a la tierra", señala.
"Sacar música de cualquier cosa"
Hoy, ya con sus hijos Arturo y Laura como parte del grupo, han mantenido intacta la vocación de ser la voz de los “viejos y abuelos” para transmitir esa tradición. Y la visten como ellos entonces, con melodías fabricadas con los mismos instrumentos “que no eran instrumentos, sobre todo utensilios de cocina, convertidos en instrumento por fuerza de la soledad, de la necesidad o de los trabajos solitarios del campo”. Eran los utensilios que estos “informantes” tenían más a mano cuando, en vez de a un auditorio, transmitían las historias sus hijos o sus nietos: mesas, regaderas, sartenes… todo vale para ponerle banda sonora al recuerdo y a la nostalgia.
“La originalidad del grupo Mayalde reside en sacar música de cualquier cosa”, cuenta Eusebio. “Hay instrumentos que piden historias e historias que piden instrumentos. Tú esperas que salga música de una guitarra pero de una sartén no y de un caldero tampoco, y de una regadera y de una mesa vacía tampoco”. Es un proceso mágico que genera una atmósfera muy especial en sus conciertos: “Tenemos el privilegio de tener, casi todos los días, cuatro generaciones delante… ¡y de ahí no se va nadie!”.
Hay instrumentos que piden historias e historias que piden instrumentos. Tú esperas que salga música de una guitarra pero de una sartén no
¿El secreto? “Las historias. Es lo que los une. La gente se da cuenta de que el ser humano no puede vivir sin historias. Pero desde que apareció la TV y la radio, se vive de las historias de otros que te llegan desde Wisconsin, Nueva York o desde Pekín”. El mensaje de Mayalde va encaminado a reivindicar esa vuelta a lo primario, a lo que uno es y a lo que lleva en su ADN, viva donde viva. Remite a lo nuestro, en definitiva: “Tienes que tener tiempo para cantarle una canción de cuna a tu hijo, la que te cantó tu madre, la que le cantaron a ella, la que cantaron a su abuelo… tienes que sentarte a contarle la historia de tu casa y de tu pueblo y de tu tribu”.
"Patrimonio histórico inmaterial"
Las palabras y el sonido. Las historias. Las melodías. La memoria. Los nombres y las pequeñas historias. La familia. Estas canciones son un auténtico “patrimonio histórico inmaterial” que les ha sido dado a través de centenares de encuentros con sus “informantes” que les contaban anécdotas que intentan “tocar transformándolas lo mínimo posible porque nos cautiva la desnudez de personas mayores que, sin memoria y prácticamente sin ningún instrumento, transmiten estas palabras”.
“La base”, continúa Eusebio, “ha sido escuchar a los viejos y tratar de convertirnos en sus nietos, y creo que, al final, prácticamente lo conseguimos con todos. No es lo mismo que un informante le cante a un investigador que un abuelo le cante a su nieto, y nosotros lo conseguimos”.
La base ha sido escuchar a los viejos y tratar de convertirnos en sus nietos, y creo que, al final, prácticamente lo conseguimos con todos
Este legado es enriquecedor pero, al mismo tiempo, supone una responsabilidad para Mayalde. Es un desafío que asumen con respeto pero con el respaldo y “la suerte de haber bebido de estas fuentes de forma limpia”, directa: “Cuando te das cuenta de que cada abuelo que se muere es un libro que se cierra, que no se puede volver a consultar jamás y que son miles de años, por lo menos cientos, a la espalda de ese abuelo que lo sujetó volcándolo en la memoria colectiva, pues te entra un poco de canguelis”, resume el miembro del grupo musical.
Testigos de la 'España vaciada'
Transmitir este patrimonio es un rol que adquiere mayor importancia en el contexto actual de despoblación generalizada en España. Mayalde está acostumbrado a recorrer pueblos de todo el país y eso les facilita ser testigos de primer orden de la situación. ¿Es tan grave como parece? “La situación es grave pero es circunstancial”, reflexiona Eusebio, “y tal vez el concepto de ‘España vaciada’ -que no me gusta, por cierto- es algo que se ha puesto de moda pero que sirve para que todos podamos reflexionar sobre ello. La ‘España vaciada’ es fruto de malas políticas y malas gestiones, nada más. Llevamos 40 años usando el escenario para reivindicar estas cosas”. “Entre todos, entre los de la ciudad y los del pueblo, yo tengo confianza en que la locura no puede llegar hasta tal punto de que se vacíe el lugar de donde venimos todos”, concluye.
La situación es grave pero es circunstancial, y tal vez el concepto de ‘España vaciada’ se ha puesto de moda y sirva para que todos podamos reflexionar sobre ello
Y es que las consecuencias de todo esto alcanzan el día a día de sus gentes. Al cierre de negocios y ausencia de oportunidades se añade la retirada de servicios básicos como transportes o consultas médicas bajo el criterio de la rentabilidad: “Hay cosas que no se pueden medir en dinero”, denuncia una de las voces de Mayalde. Cosas tangibles, como lo más a mano o intangibles, como esa sabiduría que recogen sus temas.
Es la Historia de los pueblos lo que se cuenta en sus canciones y lo que guardan sus memorias, y que remite a otros tiempos. Y que, por supuesto, piden seguir estando vivas y que sean los “viejos”, los “informantes” o los “abuelos”, algunos sin saber leer o escribir, los que sigan guardando con “los tonos de su voz, los gestos de las manos o de las caras” esa sabiduría en la “memoria colectiva”. O dicho de otro modo, “que no perdamos las esencias que siguen en los pequeños territorios, también en los del alma”.
Correos Market, una 'plaza del mercado online'
Conservar y transmitir la música es la aportación de Mayalde a la supervivencia de este entorno rural. Pero, como ellos, son muchas las personas que defienden las bondades del entorno rural y han tomado la decisión de desarrollar su vida y su actividad profesional en este ámbito. Son pequeños empresarios cuyo trabajo adquiere un valor añadido para sus productos y, en general, para la zona donde se ubican.
Pensando en ellos, Correos ha asumido un papel protagonista y ha puesto a disposición de estos productores Correos Market, una plataforma que, a modo de mercado online, pone en sus manos una herramienta desde la que vender sus artículos y adquirir visibilidad. Es una manera de poner en valor productos artesanos de la máxima calidad que cualquiera puede tener en casa sin gastos de envío, aprovechando la implantación y la infraestructura de la entidad.
Hasta el momento, 150 empresas están adheridas a este sistema que ofrece un escaparate de más de 1.000 referencias con las que poner en valor el sabor de esa España que dicen vaciada pero que está muy viva y que defiende con orgullo sus valores y su patrimonio y cuya banda sonora nos remite a nuestra propia historia.