Antonio de la Torre estudió Periodismo y empezó a ejercer en Canal Sur antes de dedicarse a aquello que guarda dentro: las historias de todos los hombres, todas sus emociones, todos sus gestos. Lo recuerdan bien, nos es muy familiar: AzulOscuroCasiNegro, Balada triste de trompeta, Gordos, Primos, Grupo 7, Invasor, Tarde para la ira, El autor, El reino... ha sido el actor español más nominado en la historia a los Goya, y tiene dos en su poder.
Su última película antes del estallido de la pandemia, La trinchera infinita, resulta una imperdible recomendación. Charlamos con De la Torre -que es talento, víscera y cultura- al teléfono sobre los tentáculos del Covid-19: ética, libertad... y ¿un cambio de paradigma?
¿Qué ha aprendido de usted mismo en este encierro? ¿Y de los demás -del ser humano, en sentido profundo-?
Aún es pronto. Quizá he profundizado en cosas que ya pensaba desde hace tiempo: en que los problemas globales requieren soluciones globales… Creo que, como especie, sólo tenemos futuro desde lo colectivo y lo público, en lo individual no hay camino. Eso es lo que estoy aprendiendo. No sé bien con qué mundo nos vamos a despertar cuando esto acabe, pero es una oportunidad histórica para superar este sistema ideológico y económico, que se ha desbocado.
Pienso mucho en Pepe Mújica, por una película que hice sobre él, por la que le conocí, y él decía que el capitalismo es una construcción cultural. Cuando salgamos de ésta habrá que reflexionar sobre qué tipo de sociedad queremos construir para afrontar crisis como ésta. De manera colateral, aunque sea aleatorio, resulta llamativo ver cómo el planeta está sintiendo un alivio. Los niveles de contaminación en China han bajado de manera espectacular. En Madrid empieza a verse el cielo. Es una reflexión muy importante sobre el mayor bien que tenemos en la vida.
¿Cuál es el pensamiento más extraño que le ha asaltado estos días?
¿Volveré a trabajar? ¿Qué será del cine? ¿Qué películas se harán, cuáles no se harán? Todavía no he experimentado demasiados pensamientos raros. Estoy parando el miedo y estoy tranquilo, sumido en mi día a día, cuidando a mis dos niños pequeños… en esta vida siempre sabes lo que vas a hacer por las mañanas, te metes en una dinámica de supervivencia muy poderosa y la vida no te deja pensar.
¿Qué es el mundo interior; cómo se cultiva? ¿Realmente puede la cultura salvarnos de algo?
Lo del mundo interior debe ser algo de Borjamari y Pocholo (ríe). Quiero decir: es una ‘paulocoelhada’. No sé qué decirte. Tengo claro que algo hay que cultivar. En una persona es esencial la cultura para que tenga un rumbo, para que nos distingamos de verdad de otras especies: intuir nuestra propia muerte, tener conciencia del ser, pensar de manera racional… mirar la brújula para moverse por esta vida, vaya. Muchas veces, tener mundo interior es todo un lujo. Tiene que ver con la sociedad que construimos. Ahora parece que hablar de la cultura en medio de una crisis que ocasiona tantas muertes y alumbra horizontes negros es pasarse de frívolo, pero vuelvo a Mújica. Él hablaba de la cultura no como quien habla de colgar un cuadro o ver una película, sino de la cultura como el conjunto de valores que hacen que una sociedad se organice y se estructure. La cultura es una forma de pensar y de entender la vida.
“Para los desgraciados, todos los días son martes”, cantaban las Vainica Doble. ¿Cómo cree que afectará esta situación a nuestra concepción del tiempo, del trabajo y del placer?
Es difícil de saber. No me atrevo a aventurar nada. Soy incapaz de predecir cuándo o cómo va a acabar esto, que es una especie de guerra. Es lo más parecido a una guerra que va a vivir esta generación.
Esta crisis, ¿le ha vuelto más humanista o más misántropo?
No es que de repente haya visto la luz… son temas que siempre he pensado. Por de donde vengo yo, tengo claro que es un mito lo de la igualdad de oportunidades. Hay círculos de pobreza. Creo en el esfuerzo, claro. Con el de mis padres he podido subir un piso en el ascensor social y hay gente que no podrá jamás. Mi palabra favorita es “voluntad”, pero no tenemos lo que nos merecemos. Hay gente que se esfuerza y las circunstancias nunca le permiten avanzar. He pensado a medida que me ido haciendo mayor, que lo que te hace feliz realmente no se compra con dinero, aunque pueda parecer un tópico. Mújica lo decía también: que cuando tú comprás un coche no estás pagando por el coche, estás pagando con el dinero que invertiste en ganar esa guita, esa plata… y ese tiempo no te lo recupera nadie.
Decía Blaise Pascal: “Todos los males derivan de una sola causa: nuestra incapacidad de quedarnos quietos en una habitación”. ¿Está de acuerdo? ¿Encerrados sacamos lo peor -la verdad- de nosotros mismos, como en El ángel exterminador?
No necesariamente. El viaje es interesante simple y cuando la obsesión no sea la meta, sino el viaje en sí mismo. La capacidad, la ganas de buscar límites distintos ha conseguido grandes avances para la humanidad; pero quizá sí que aprender a vivir en los límites de una habitación sea esencial para conseguir cierto equilibrio, cierta austeridad… hay un debate ahí. Lo que es evidente es que la casa se nos está haciendo pequeña. Hay que racionalizar. Siento que ha llegado un momento donde algo que creíamos inagotable, que es la tierra, se agota. El capitalismo está condenado a la destrucción. La premisa del capitalismo es el crecimiento constante… pero la tierra es finita y los recursos son finitos. En algún momento habrá que empezar a deconsumir. Claro: el problema es siempre “unos sí, otros no”. Esa cultura enraizada del “sálvese quien pueda”. Es abono para las élites.
¿Qué idea tiene ahora mismo de la libertad? ¿En qué se canjea?
Ni puta idea de qué es eso, qué más quisiera. Para mí la libertad es sentirme tranquilo conmigo mismo. Cuando más preso me he sentido, tenía que ver con mis propias cadenas… lo parecido a la libertad es sentirme tranquilo. Cuando me afecto, cuando me quiero, cuando no me estoy reprochando nada.
¿Qué lectura política y económica hace de esta crisis? ¿Qué cree que sucederá? ¿Cómo valora la gestión del Gobierno?
Es fácil decir a todo pasado que esto se podía prever. Claro que China ha sido eficaz: es una dictadura. Ni siquiera soy capaz de saber qué medidas ha tomado China exactamente, porque maneja la información a su gusto… Corea del Sur es una experiencia muy interesante, Taiwán… tiene que ver con la capacidad para hacer test y una cultura particular. Quiero decir, Italia o España son países de contacto. Pero nuestro sistema sanitario sigue siendo uno de los ejotes del mundo: por eso hay que reforzar la sanidad pública, pagarles mejor, mejorar las condiciones de vida de los sanitarios a todos los niveles. El que paga impuestos, está invirtiendo en su propia casa: en colegios, en hospitales. En parte de su familia. Yo tengo es sueño: Estados Unidos de la Humanidad.
Está el debate de que si a Carmen Calvo, por ejemplo, la atendieron en la privada… bueno, yo creo primero que una sola vida es más valiosa que cualquier frontera, nación o bandera. La vida de cualquier persona. Por otra parte, a mí nunca me ha molestado la riqueza. Me molesta el despilfarro, el despiporre, esa cosa grosera… nunca me ha molestado el que tiene un yate, pero siempre me dolió la pobreza, la indigencia, la dureza… Hay gente que vive realmente en condiciones inhumanas. La enfermedad nos iguala a todos, lo vimos con el Marqués de Griñón, en paz descanse. Esto es la gran tragedia y nos va a llegar a todos.
¿Reforzará esta crisis nuestra idea de colectividad? ¿Empezará a estar mejor vista la palabra “España”?
Yo soy español, me siento español, es mi tierra, mi cultura, mi sentimiento: mi identidad nacional está satisfecha, pero más que el buen uso de la palabra “España” o que todo el mundo quiera a España… yo me identifico con la izquierda, y por tanto soy internacionalista. Me preocupe también lo que sufre un marroquí, un chino o un americano, me preocupa lo que sufre cualquier ser humano. Yo no tengo ningún problema con España. Lo hablaba esto con los directores de Loreak: les decía yo que los andaluces tenemos una identidad nacional muy satisfecha. Cuando canté el gol de Iniesta con la bandera pintada en la cara, mi ingenuidad no podía imaginar qué ocurriría diez años después, por otra parte. Cómo se usarían esos colores. Pero, básicamente, quiero vivir en un mundo donde la gente pueda vivir razonablemente en paz.
Una canción, una película y un libro para resistir en cuarentena.
El gran azul tiene una banda sonora bellísima… es de alrededor de los noventa, basada en hechos reales. Dos campeones del mundo de apnea. Descenso de submarinismo a pulmón libre. Una historia de pique, de amistad… es una maravilla, y la banda sonora, ya te digo, de Eric Serra, otra. Libro: El olvido que seremos, de Héctor Abad. Y película: Push, un documental de Filmin, de Fredrik Gertten. Habla del negociaco tremendo, grosero y especulativo de la vivienda, un negocio absolutamente en contra de los derechos esenciales del hombre… habla de los buitres depredadores en busca de la pasta obviando nuestros derechos.