Una de la tarde de un martes, al teléfono. “¿Qué tal, Francisco? ¿Le pillo bien ahora?”. “Bueno”. “¿Eso qué significa?”. “Que siempre me vas a pillar mal, porque siempre estoy haciendo algo”. Al otro lado de la línea, don Francisco Rico, filólogo, académico de la RAE, máximo experto cervantino, flamante Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Es confusa la conversación, pero de diversión creciente.
Al principio parece un sueño, por la extrañeza, por la búsqueda del código común. Un par de minutos de silencio antes de cada respuesta, con la tensión esa de que el intelectual jamás conteste, de que cuelgue o de que se aburra: no hemos pillado a Rico muy católico, pero, ¿acaso es posible? Más: ¿acaso es deseable?
Estamos hablando de un caballero rebelde que igual le calza las banderillas a su compañero académico Arturo Pérez Reverte que cabrea a los lectores de El País con un artículo furibundo contra la ley antifumadores, por su “espíritu persecutorio”. El broche final de aquella reyerta fue su frase sublime: “En mi vida he fumado un solo cigarrillo”, que muy probablemente escribió con el pitillo adherido al labio, porque Rico es fumador militante. Qué gracia. Explicó después que, en realidad, lo que quería decir con eso era: “Escribo con la objetividad de quien nunca ha fumado”.
Sirvan estas dos pinceladas para aproximarse a un personaje inclasificable. Sorprendente. Temible. Por aquí una viene en son de paz, pero nunca se sabe cómo acaban estos asaltos. Ojalá fumar con él la pipa esa del pacifismo, que dicen, pero a estas distancias pandémicas confiemos en que la voz acerque para comulgar. Al final, fluye. Incluso se ríe al teléfono. Y provoca en sus respuestas, pero no desde la afrenta, sino desde su naturaleza sorda a los seres domesticados. Es simpático, Rico, cuando quiere.
Dice que ahora ve películas donde las familias se sientan a la mesa y ya le asalta la exclamación: “¿Pero esta gente? ¿No respetan los dos metros o qué?”. “Lo que hemos vivido como normal, ahora nos parecerá raro. Actuaremos según los reflejos de la época del virus”, apunta, pero no cree que estas nuevas convenciones vayan a colarse de lleno en las representaciones culturales -mutilando su viejo romanticismo-. Él va en contra del buenismo, dice. Le basta con ser “no malo”. Y con salir a tomar el sol en el jardín de casa en esos ratitos en los que escampa.
¿Qué ha aprendido de usted mismo en este encierro? ¿Y de los demás?
(Largo silencio). Eso mejor se lo preguntas a mi mujer, ¿no? A Victoria Camps. Estas preguntas filosóficas... Podría decir cualquier tontería, no sé me ocurre improvisar ni decir algo gracioso ni verdadero. No he aprendido nada que no supiera.
¿Cuál es el pensamiento más extraño que le ha asaltado estos días?
No tengo por costumbre pensar nada que no sea de mi trabajo, que para mí no es trabajo, sino entretenimiento.
¿Realmente puede la cultura salvarnos de algo?
Sí, la cultura es el mejor pasatiempo que tenemos (silencio). Pero mira… esto no tiene ninguna gracia, no estoy teniendo gracia, no creo que sea el tipo de persona para responder a estas preguntas. Más bien soy un tipo raro.
Bueno, déme un poco de cancha con algunas preguntas más y vemos, ¿no?
Pues a ver.
¿Cómo cree que afectará esta situación a nuestra concepción del tiempo, del trabajo y del placer?
Bueno, así en abstracto, es evidente que no afectará, que no se regularán cuestiones tan genéricas por un incidente como éste, pero en la práctica sí, todo va a cambiar, porque los hábitos y las percepciones serán distintas… sin que uno revise sus principios generales.
¿Cree, como señalan algunos, que esta crisis supone un duro golpe al capitalismo o más bien, como dicen otros, que lo reforzará?
¿Y yo qué coño sé? ¿Tú eres de Económicas?
No.
Pues yo tampoco. También soy periodista, ¿sabes? Yo estuve en la Escuela Oficial de Periodismo. Dos años en Barcelona, el tercero se hacía en Madrid…
Entonces sabrá usted que es legítimo hacer estas preguntas y que no hace falta ser un experto mundial para tener cierto imaginario, cierta concepción e interpretación de lo que está pasando. Y usted es un hombre culto y con recursos para ese análisis.
Bueno, en la parte mía de periodista y de filólogo voy a los datos concretos. Y no tengo grandes datos sobre los bienes del capitalismo. Sobre los males, sí, algunos parecen claros… los bienes no los sé. Me sospecho que tienen que cambiar mucho las cosas para que el capitalismo no sea imprescindible, me sospecho, como realidad de facto, no por principios…
¿Y cuáles son esos males de los que habla?
Sobre todo, a escala global, por la imposición de modos de conducta y de pensamiento que no son naturales, que vienen impuestos por al capitalismo, por las necesidades materiales del capitalismo. Pero claro, ¿qué es el capitalismo? Dímelo tú.
Yo diría, así a bote pronto, que es nuestro sistema económico y social, que se basa en el libre mercado y que, como usted dice, interviene en nuestro pensamiento: con su acumulación, con su obsolescencia, y, al final, con su insatisfacción.
Cierto es. Pero, al final, eso es como decir que el virus Covid-19 es un hecho, sin entrar en en qué consiste. No basta con describir los efectos negativos, como la tos o la fiebre, hay que entender qué es. De qué está hecho.
¿Piensa usted, como Ayuso, que hay que regresar a la vida laboral lo antes posible para evitar la ruina económica?
Pienso que los expertos son a quienes conviene atender y hacer caso, pero tampoco estoy muy seguro de que acierten. Ahora, en la duda entre una opinión política y una opinión técnica, prefiero sin duda la segunda.
¿Cree que los ciudadanos españoles han mostrado responsabilidad individual? ¿Qué valor le da a ésta?
Sí creo que, en general, se ha sido responsable, incluso a veces extremándolo. Yo no soy muy de responsabilidad individual, no creo en eso, en la medida en que me atañe: soy más bien salvaje.
¿Cómo es eso? ¿Le incomoda la obediencia?
Bueno, donde yo vivo, por ejemplo, es imposible aparcar, pero yo aparco en todas partes. Siempre he hecho lo que me ha dado la gana. En todos los sentidos, siempre he acabado haciéndolo. Me crié un poco fuera del marco social, ¿sabes? Y sigo así.
Sabe usted que pueden pagarse precios muy altos por ejercer la voluntad sin trabas.
Sí, claro, pero no me expondré a peligros verdaderamente graves. Son cosas como multas de tráfico, que no me preocupan.
¿Qué idea tiene ahora mismo de la libertad?
La libertad es para mí, los demás que se jodan. Y la limitación de la libertad en esta historia… no me ha afectado, porque yo prácticamente no salgo de casa, no me muevo, y al contrario, me ha venido muy bien. Tenía compromisos en Madrid, en Bolonia, en Granada, creo, y afortunadamente todas esas conferencias, homenajes y demás se han anulado. Estoy encantado.
Es usted un poco misántropo.
No diría tanto, diría que me da igual. Tengo por ahí un lema… “Igual da”. Todo es inútil. Mejor dicho: “No importa”.
Más bien nihilista, entonces.
Sí, por ahí va. Era como aquello “todo es igual, nada importa, dábale arroz a la zorra el abad”… ¿lo pillas?
No me atrevo ya a decirle que sí ni que no, por si acaso.
Es un palídromo, se lee igual de un lado que del otro.
Entonces sí.
Bien.
¿Cómo es un día normal en su vida en casa? ¿Qué hace?
Tengo achaques de salud, estoy débil. Pasan cosas. ¿Qué hago en casa? Son días brevísimos, que se acaban en diez minutos. Uno se pasa el día haciendo cosillas, todo muy despacio. Hacerse un té. Unas inhalaciones. Una lista de cosas que hacer… afeitarse. Todo muy lentamente y sin prisas. El día se pasa volando. Ordenar la mesa de trabajo. Trabajar un rato en lo que puedo: en mis filologías.
¿Cómo valora la gestión del Gobierno en esta crisis?
El Gobierno, como todos los Gobiernos, ha hecho lo que sabía y lo que podía. No creo que se pueda hacer mejor, tampoco peor. Se ha encontrado con una circunstancia nueva y ha reaccionado a la manera que creía razonable, ¿lo haríamos mejor nosotros? No creo. ¿Lo harían mejor los partidos de la oposición? Tampoco lo creo. Lo valoro bien. Los errores son ilimitables… no sabíamos, no tenemos experiencia. Y fíjate estos chicos jóvenes del Gobierno, qué demonios sabían ellos de ninguna pandemia. Supongo que han ido aprendido, imitando, como se hace siempre, lo que les ha parecido mejor.
¿Reforzará esta crisis nuestra idea de colectividad? ¿Empezará a estar mejor vista la palabra “España”?
No creo que haya cambios significativos. Desde luego, ni los independentistas ni la mayoría de las autonomías parecen estar reaccionando en un sentido de apretar filas con el resto de España.
Pero ve usted eso de que la gente sale a aplaudir a las ocho al balcón. Ese buenrrollismo.
Lo que hay en efecto es un buenismo, algo que es muy fácil y que por otra parte venía de antaño. A mí es algo que me molesta un poco. Porque es afectado, es falso, en realidad, ahora bien, no quiere decir que sea reprochable. Son conductas impuestas, imitadas…
Usted no es buenista, ya lo observo. Un salvaje no puede serlo.
A mí me gustaría ser, como dice Machado, simplemente bueno, en última instancia. O, si quieres, no malo. No dañino. Eso sí es verdad… por ahí discurro yo también.
¿Me recomienda una película y un libro para resistir en cuarentena?
He visto una película americana excelente, digna del mejor cine de Hollywood: Infiel. Es un remake de la francesa de Claude Chabrol. Una película perfecta de guion, agradable de ver, con técnica óptima… que recorre los grandes clásicos de Hollywood de los años 40 y 50. Respecto a libros, ¡bueno!, yo ya no leo casi libros. Hojeo. Tengo cien, veinte, treinta, cincuenta libros en mi salón de lectura, en mi estudio… tengo demasiados intereses para tantas novedades, ¿sabes? Y difícilmente puedo hacer esa lectura típica. Ahora estoy leyendo un libro llamado 1945: historia de un año, una descripción de la situación en Europa, publicado por Pasado y Presente. Lo estoy leyendo con mucho interés.