"¿Os acordáis? El mundo cambió mucho. Y cuando digo que el mundo cambió mucho no lo digo por decir, lo digo en serio", canta Albert Pla, del que sabemos bien que cuando canta, delira, y cuando delira, acierta. "De pronto el mundo se volvió loco, mú loco perdido, ¿os acordáis?". Es la canción que ha parido durante el confinamiento y que es tan larga como el mismo encierro, diez minutazos de soliloquio perturbador.
"Fue todo tan repentino. Todas las cosas del mundo de pronto cambiaron de sitio, ¿os acordáis? Todos estábamos perdidos. Ese día todos amanecimos en países distintos: paisajes inauditos, lugares remotos, qué insignificantes somos. Nos cambiaron las cosas de sitio con nosotros dentro, ¿os acordáis? Hubo confusión e histeria", relata.
"Parecía mentira, nadie lo comprendía, éramos como hormiguitas cuya cabecita no explica el pie que las pisa. Somos tan pequeñitas, eso no se entendía, ¿os acordáis? Berlín estaba en la China", y retumba una musiquilla inquietante, como de animal que se aproxima a pasos largos. "Los continentes y los mares, los desiertos y los glaciares, las montañas y ríos y bosques y selvas y valles, pantanos y estepas, también es sumaron al caos y eligieron cambiarse de sitio".
"No hubo terremotos ni ningún cataclismo, fue todo suavecito, fue como un susurro suspirado al oído, ¿os acordáis? París estaba en el Congo". Pla canta en blanco y negro, muy cerca de la cámara, como quien cuenta un secreto en una habitación a oscuras. "¿Recordáis el Everest? Que se alzaba como un dios enfrente de Jerusalén. Faltaba fe para entender, ¿a dónde vamos? ¿De dónde venimos? De dónde veníamos todos parecíamos tenerlo muy claro, pero hacia dónde vamos era ya un asunto un poquitito, mucho más delicado...".
"Fue todo tan asombroso. A algunos nos pareció realmente gracioso, incluso divertido ver el mundo tan cambiado. Y nos reímos un poco, pero pronto nos dejamos arrastrar por el pesimismo y nos juntamos al resto de humanos para poder resolver el maldito misterio. ¿Os acordáis? Éramos tan vanidosos...". Y continúa: "Se pensaban los humanos que si se ponían de acuerdo, si luchaban todos juntos, podrían dominar el mundo, ¿os acordáis? Fue un completo fracaso".
Recuerda Pla que no somos los dueños del mundo, que éste sigue "girando sin nuestro permiso". "Como pollos descabezados y humillados: estábamos desubicados, estábamos desparramados, todos desordenados, errando por el globo terráqueo sin razón ni motivo, sin meta ni motivo, sin ton ni son".
Y viene la amenaza: "Los que alguna vez fueron dueños de algo fueron desvalijados" y "los que alguna vez se sintieron muy de algún sitio lo pasaron peor que ninguno". Aquí una observación interesante de Pla: los nacionalistas y los ricos, los obsesionados con las propiedades, tendrían mucho que perder en una hecatombe como la que él describe, inspirada en la terrible realidad.
"Los líderes del mundo perdieron el rumbo. Los charlatanes se quedaron mudos, los falsos profetas fueron desenmascarados. Se cayeron sus dioses de barro. Los científicos más listos parecían tontitos. No. No somos nada". Las grandes preguntas: "¿Qué es una persona sin la gente que ama? ¿Qué es un político sin un guardaespaldas? ¿Qué es un militar sin sus armas? ¿Qué es un científico sin vacunas?". ¿Os acordáis?
Luego la cosa se pone peor, avisa Pla, porque los humanos empezamos a ser "de otra manera". "Niños con dos cabezas, otros con el pie en la oreja y otro el pito entre las cejas, una mano en Malibú y el corazón en Tumbuctú, ¿qué harías tú? Eso no lo sabes ni tú". ¿Cómo estaba el planeta? Estaba majareta, alega. Y advierte a gritos "¡cuidado, que esto se acaba!", antes de que termine, de golpe y porrazo, su larguísima canción.