David Suárez se enfrenta a prisión por su chiste: "Las personas Down también pueden reírse con él"
La Fiscalía pide para él prisión, multa e inhabilitación por un chiste sobre la felación de una chica Down. "Las personas con esta condición también pueden tener relaciones íntimas, reírse y disfrutar con un chiste. Ese y no otro es el significado del chiste: que todos somos iguales".
25 julio, 2020 02:50Noticias relacionadas
"El otro día me hicieron la mejor mamada de mi vida. El secreto fue que la chica usó muchas babas. Alguna ventaja tenía que tener el síndrome de Down": este es el polémico chiste por el que la Fiscalía de Madrid ha solicitado la apertura de juicio oral y una pena de prisión para el humorista David Suárez. Fue lanzado en Twitter en 2019. También le hizo perder su trabajo en Vodafone Yu, programa de Los40 presentado por Dani Mateo.
El Ministerio Público pidió en junio, para él, un año y diez meses de cárcel, además de una multa de 3.000 euros por su mensaje "despectivo" hacia el colectivo. ¿En qué se basa la acusación? Bien: en un presunto delito contra el ejercicio de los derechos fundamentales del artículo 510 2 a) y 3 del Código Penal, que castigan a los que lesionen la dignidad de "un grupo, una parte del mismo o contra una persona determinada por razón de su pertenencia a aquél, por motivos racistas, antisemitas u otros referentes a la ideología, religión o creencias, situación familiar, la pertenencia de sus miembros a una etnia, raza o nación, su origen nacional, su sexo, orientación o identidad sexual, por razones de género, enfermedad o discapacidad".
Hay más: piden también cinco años de inhabilitación para Suárez en el ejercicio de su profesión -también en redes sociales, al menos durante el tiempo de la condena-. El caso viene de largo: en noviembre de 2019, el Juzgado de Instrucción 30 de Madrid decidió el sobreseimiento libre de la causa al no ver indicios de delito. Entendían que esta manifestación, aunque tosca, estaba amparada en la libertad de expresión. Pero la entidad Plena Inclusión Madrid apeló ante la Audiencia Provincial y ahí fue cuando el Ministerio Público se adhirió al recurso.
Paralelamente, Suárez fue denunciado por Ramón Pinna, el padre de una niña de cuatro años con síndrome de Down. El hombre escribió una carta que se hizo viral donde decía que este suceso le venía muy bien para explicarle a su niña "lo que es la estupidez". Pero, ¿qué dice Suárez de todo esto? En otras ocasiones ha defendido que su género es el humor negro y que el humor negro es "anarca", "parecido al punk".
Para él la comedia es "una forma de meter el dedo en la llaga sin hacer preguntas. Es un cagarse en la mesa. Un símil de la comedia sería alguien desnudo en una boda, gritando y tirándose por el suelo: lo más inesperado, pero lo más necesario", comentó en una entrevista con este periódico, cuando todavía su oficio no le había hecho ganar tantos disgustos y perder sueldos, amistades y valoración pública. Ahora, además, le sienta en el banquillo.
Conversamos con Suárez sobre los chistes-tabú, sobre la formulación de éste -que ha acabado resultando tan doloroso para algunos-, sobre el factor sorpresa de la broma, sobre su personaje de ficción ruin y despreciable -que es sólo eso, un personaje-, sobre la censura moderna y los biempensantes.
En la entrevista que te hice hace dos años decías esto: “El gran tabú en España hace unos años eran sus regiones… esto de las provincias y sus respectivos chistes. O el hacer chistes sobre el síndrome de Down. Pero ahora el gran tabú en España es el feminismo: no se pueden hacer chistes de Leticia Dolera”. No deja de ser curioso que ahora la Fiscalía pida prisión y multa para ti por un chiste sobre una chica Down. ¿Cómo lo ves, ha cambiado tu visión de los temas tabú al respecto desde entonces?
Las cosas siguen bastante parecidas. Tiene que ver con la herencia cultural de nuestro país, con nuestros complejos, y con nuestra incapacidad para reírnos de nosotros mismos. En España seguimos pensando que cuando alguien hace un chiste de algo, se está riendo de ese algo. Y no siempre es así. A veces la risa es simplemente un vehículo para hablar de las cosas que te rodean, o para denunciar aquellas que directamente están mal. Los chistes no son una amenaza, son alguien tendiéndote la mano para arreglar los problemas del mundo y los tuyos propios.
Algunos de tus detractores critican que no te metes con “los fuertes”, sino con las minorías oprimidas. ¿Qué opinas? ¿Algún ejemplo de lo contrario?
Creo que la comedia debe, por lo general, intentar disparar hacia arriba. Pero no es obligatorio. Igual que no todas las películas tienen que tener un discurso político, ni todas las canciones constituyen un alegato. Porque no es necesario, y porque si el 100% de los chistes fuesen una crítica al poder, sería un coñazo. Y en el caso concreto de mis chistes, si te paras a leerlos, estos son siempre comedia de abajo a arriba.
Porque el objetivo a abatir en los mismos no son nunca las minorías, sino el emisor, que en este caso soy yo. La mayoría de mis chistes se basan en mostrar la naturaleza ruin del personaje que interpreto. En la ficción soy un gilipollas, un capullo despiadado. Y ahí está la gracia, en el inverosímil de que pueda existir alguien tan abominable y falto de empatía como para hacer las cosas que a menudo describo en mis remates.
Porque muchas veces son tan horrendas que es literalmente imposible que puedan darse en la realidad. Y usar el mal gusto, lo fuera de lugar, y lo inapropiado en la ficción, no implica que lo defiendas ni que lo compartas. Igual que el director de una peli de asesinos no busca promover los asesinatos, ni el que interpreta al villano se comporta como tal en la vida real.
Y no pretendo parapetarme en la comedia para justificar un trato vejatorio hacia las minorías. Yo nunca haría eso, porque me parece ruin, y porque la gente que conozco que lo hace, ni me gusta, ni me representa. Mis chistes pretenden simplemente hablar de las cosas, normalizarlas, y recordarte que la vida es corta y que todos vamos a morir.
¿Cómo definirías la mecánica del chiste problemático? ¿Cuál fue, digamos, el proceso de pensarlo y escribirlo, por qué pensaste que funcionaría?
El remate de ese chiste es la revelación de que la persona que le realizó la felación al protagonista tenía síndrome de down. Ese es el dato que hace que todo pegue un giro. Pero ese giro no es que la gente con síndrome de down se babe, ni mucho menos que esta merezca ningún tipo de desprecio. El giro está en que, de pronto, sin que te lo esperes, el narrador se muestre como un ser abyecto y depravado que encuentra especial satisfacción en que la felación se la realice una persona con una condición especial.
El giro es descubrirte a ti mismo leyendo algo horrible que no esperabas encontrarte. Nada más. La gracia está en la sorpresa, no en ningún tipo de desprecio al colectivo. Si esto no fuese así, yo no estaría defendiendo este chiste. Y no niego que no sea de mal gusto, pero ni veja a la gente con síndrome de down, ni debería constituir delito.
Es más, me llama la atención toda esa gente bienpensante que decía que en el chiste se describía un abuso a una persona discapacitada, cuando en ningún momento en el chiste se habla de que la relación no fuese consentida. Creo que en esos casos, el problema lo tienen esas personas, que no son capaces de ver que la gente con síndrome de down también disfruta de una vida sexual activa. Y ese pensamiento sí que me parece vejatorio.
¿Pensabas que ofendería? ¿A quién?
Nunca busco ofender a nadie con lo que hago. Busco sorprender, generar una incomodidad disfrutable, y sobretodo, hacer reír. Y es inevitable y normal que la gente se ofenda, porque está en su derecho. Lo que no es normal es exigir el derecho a no ser ofendido. Porque ese derecho no existe. Si algo así existiese, no habría películas, canciones, libros, ni comedia. El humor es ficción, no es un discurso elaborado contra nadie, es sencillamente una mentira contada por alguien para hacerte reír. Es un pasatiempo, un entretenimiento para que, por un segundo, te olvides de todo lo horrible que hay en el mundo.
Se trata de hablar de situaciones inadmisibles socialmente, no de incitar a las mismas. No se trata de discurso político, ni tampoco de una oda a nada, ni mucho menos una transmisión de algo que yo crea en la vida real. Tengo familiares con síndrome de down y cualquiera que me conozca sabe que me solidarizo totalmente con estas personas. Pero me mantengo firme en que los chistes, como construcción ficticia que son, jamás deberían considerarse un delito. Solo en un país de locos alguien debería ir a la cárcel por un chiste. La única penalización que merece un chiste debe venir exclusivamente del público, que es quien debe decidir si debe dejar de consumir tus contenidos.
Por ese chiste te despidieron del trabajo y ahora te encuentras en esta situación frente a la Justicia. ¿A esto se referían Chomsky y cia cuando firmaron en Harper’s un manifiesto contra la cultura de la cancelación? ¿Te sientes cancelado, expulsado de la sociedad?
Las empresas no quieren riesgos, y están en su derecho de tomar según qué decisiones. Eso es comprensible. Lo escalofriante es que cedan a la mínima de cambio a las exigencias de un grupo de personas que, literalmente de la noche a la mañana, convierten a alguien en Trending Topic. Si los empresarios hiciesen un esfuerzo por ignorar estas polémicas, se darían cuenta de que todas estas cosas duran unas horas, y luego todo el mundo se ha olvidado por completo. Y todos saldríamos ganando.
Porque a nadie en realidad le importa nada de esto, son cuatro locos haciendo ruido y decidiendo por ti quién merece y quién no salir en pantalla. Y al final ninguna de las partes ha aprendido nada. Y lo más escalofriante aun es ver a una parte del público, supuestamente tolerante y democrática, aplaudiendo un despido. Eso sí que da miedo. Estoy seguro de que dentro de unos años miraremos atrás y recordaremos esta época del absurdo de la cultura de la cancelación con horror.
¿En qué trabajas ahora, cómo te sustentas? ¿Es difícil volver a encontrar curro después de un linchamiento como el que has vivido?
Por suerte tengo mi Patreon, mis actuaciones, y algunos encargos de guión. Estoy preparando el segundo show y estoy levantando proyectos nuevos, así que las cosas están difíciles, pero no imposibles. Al final si peleas, las cosas salen. Después de la noticia de la Fiscalía he encontrado mucho apoyo público, mucha gente a mi favor. Incluida mucha gente con familiares con esta condición. Estoy muy agradecido. Ahora quedan unos meses de abogados y esperas hasta el juicio. Es un coñazo pero no queda otra. Queda mirar adelante y seguir trabajando.
¿Por qué gran parte de la izquierda tampoco te defiende?
Últimamente he visto de todo. Hay gente a la que le gusta lo que hago, y otros que lo odian. Pero lo más habitual cuando suceden estas polémicas es que aparezca mucha gente que directamente no entiende nada. Y ojo, que no se me malinterprete, no estoy diciendo que mis contenidos sean una cosa complejísima, ni que tengan la más mínima profundidad. Pero hay mucha gente que piensa que, lo que digo en mis chistes, lo digo de forma literal.
Y no es así, no puedo estar más lejos de mi personaje en el escenario. Mi objetivo siempre ha sido y será hacer reír. Y punto. Con mis virtudes y mis carencias. Pero eso no tiene nada que ver con discriminar minorías, sino con hacerlas partícipes de una ficción en la que, igual que debería suceder en la realidad, todos somos iguales. Y hay una parte del público, de todos los espectros políticos, que no entiende esto.
Siempre has defendido el humor negro como tu género, como el centro de tu trabajo como humorista. ¿Dónde encuentras humor negro en la sociedad española? (Ya sea en otros humoristas o en situaciones, etc).
El humor negro es un género muy específico dentro de la comedia, igual que la música no es una, si no muchos géneros al mismo tiempo. Y lo bueno es que cada uno escoge el que más le gusta. Nadie te obliga a escuchar metal, ni pop, ni reggaeton, puedes escoger. En comedia pasa igual. Hay mucha gente en España explotando este género igual o mejor que yo, como Carmen Romero, Raquel Sastre, Querido Antonio, o Edu Santamaría. Y a veces incluso Ignatius o Berto transitan esos territorios. Y me siento muy orgulloso de vivir en un país con tanta variedad cómica, con tanta oferta y riqueza de géneros.
Pero no puedo estar tan orgulloso cuando por un lado tenemos eso, y por el otro a la Fiscalía persiguiendo un chiste. Es de locos. Mi chiste era una broma en la que las personas con síndrome de down pueden participar riéndose también. Las personas con esta condición también pueden tener relaciones íntimas, reírse y disfrutar con un chiste. Ese y no otro es el significado o la finalidad del chiste. Que todos somos iguales.
¿Hay algún límite a la libertad de expresión para ti?
Realmente este no es un debate sobre libertad de expresión, ya que la misma legitima también la libertad para decir según qué discursos nocivos e intolerantes. Y esa no es mi lucha. Este no es un debate sobre si se pueden decir o no según qué barbaridades, ni tampoco es un debate sobre si se pueden o no promover según qué corrientes de pensamiento. Es un debate sobre la libertad de la ficción y los límites de la comedia. Y esos son los que para mí no deberían existir. Pero porque lo contrario es ridículo. Los chistes son mentira, son una ficción, no existen. Perseguirlos es perseguir a Dracula o al Yeti. Y es lo último que nos deberían quitar.
¿Qué le dirías al padre de la niña Down que te ha denunciado y que te escribió una carta para que entendiera tu postura?
Le diría que siento si le he ocasionado cualquier tipo de daño a él y, especialmente, a su hija. Y al mismo tiempo le diría que las personas con síndrome de down no eran el objetivo del chiste, que este no tenía ningún tipo de intención vejatoria. Y lo digo de corazón. Pero le diría también que se trata de una ficción, no de una opinión real. Es humor, de peor o mejor gusto, pero es mi trabajo. Y no siempre acierto.
¿Sientes que tienes que pedirle perdón, o el perdón, en estos casos, es un reconocimiento de culpabilidad o bien una cesión a las presiones?
Nunca tendré ningún problema en pedirle disculpas a aquellas personas a las que he podido herir con mis chistes. Es más, si veo que a alguien le ha afectado de forma sincera algo de lo que he dicho, seré el primero que querrá tener un entendimiento con esa persona y enmendarlo.
Porque nunca he querido hacer daño a nadie con lo que hago y lo paso mal cuando sé que alguien está sufriendo por mi culpa. Y aunque esta es una decisión personal de cada cómico, y tengo matices sobre el tema, veo entendible disculparte por ofender a alguien. Lo que no tiene sentido es disculparte por el chiste en sí. Es como disculparte por escribir un poema o por contar un cuento. Es ridículo.
¿Te autocensuras desde que ha pasado esto? ¿Qué chistes te estás guardando en estos momentos?
No, pero porque no tendría sentido a estas alturas y porque sería traicionar las cosas en las que creo. El matiz es el contexto. A mí no se me ocurriría hacerle un chiste a la viuda del difunto en su funeral. Pero en un escenario o en tu perfil personal en redes, nadie debería poder imponerte los chistes que puedes y no puedes decir. Al menos en un estado democrático. Y todo lo demás que te cuenten, lo justifique la izquierda o la derecha, es censura.
En la línea de la autocensura, ¿has llegado a pensar que no merece la pena hacer humor negro, que el coste a pagar es demasiado alto?
El coste a pagar es alto. Y por supuesto que no vale la pena. Pero es mi trabajo.