Memorias de luz y niebla es el libro que acaba de publicar Gregorio Marañón con la editorial Galaxia Gutenberg. La prolífica actividad vital de Marañón (Madrid, 1942) hace difícil encajarle en una sola etiqueta. Las de abogado, empresario y académico apenas cubren una pequeña parte de sus múltiples facetas. Su talante "independiente, liberal y progresista, en ese orden" —como él mismo se califica— le ha permitido convertirse en algo que cruza de forma transversal todas sus actividades: un gran negociador dispuesto a entenderse con todo el mundo, sin abdicar de sus propios posicionamientos.
Tuvo un excepcional guía, su abuelo paterno, el doctor Marañón (1887-1960), "mi principal maestro y mi mejor ejemplo". Científico, pensador y escritor fue uno de los principales impulsores de la República, aunque luego criticara la incapacidad del nuevo régimen para aunar a todos los españoles. A su muerte, como escribió Fernando Valera, presidente de la República en el exilio, las tres Españas —"La oficial, la peregrina del exilio y la silenciosa del interior"— le rindieron homenaje.
A hombros de Fleming
Un niño al que el doctor Fleming subía a hombros o al que su abuelo –uno de los mayores conocedores de El Greco– paseaba por el viejo Toledo, con parada obligada para contemplar El entierro del conde de Orgaz, inevitablemente queda marcado para toda su vida. Las memorias de Gregorio Marañón Bertrán de Lis están plagadas de recuerdos de aquellos momentos y de todo el bagaje que heredó de su abuelo, como la idea que adoptaría para su propia vida sobre "la prevalencia de la bondad sobre la inteligencia".
Pese a la imponente figura del doctor Marañón, hay otros personajes trascendentales en su genealogía, como su bisabuelo Miguel Moya (1856-1920), quien, como director de El Liberal, fue el periodista más influyente de su tiempo. O su abuelo materno, Vicente Bertrán de Lis, detenido y asesinado en agosto del 36 en una tapia del cementerio de Aravaca, sin ningún motivo aparente, más allá del mero hecho de ser aristócrata.
O su tía Maravillas Pidal, monja carmelita que llegó a ser canonizada y un "ejemplo de vida" que influyó decisivamente en Gregorio, católico y de una sólida formación teológica. La colocación de una placa en memoria de la madre Maravillas en un edificio anejo al Congreso, donde había nacido, da lugar a un pasaje del libro en el que el autor recuerda la oposición de alguna reconocida autora que llegó a escribir: "¿Imaginan el goce que sentiría al caer en manos de una patrulla de milicianos, jóvenes, armados y —¡mmm!— sudorosos?".
Gregorio Marañón cuenta en sus Memorias cómo se inició pronto en la vida política. Primero en la Facultad de Derecho donde ejerció de representante de los estudiantes y se sumó a la oposición contra la dictadura, de la mano de amigos tan relevantes como Rafael Jiménez de Parga y José Pedro Pérez-Llorca, ambos miembros del clandestino FLP (Frente de Liberación Popular), conocido popularmente como el Felipe.
Pronto derivó hacia grupos democristianos y a colaborar con Joaquín Ruiz Giménez y Óscar Alzaga y, más tarde, en el influyente grupo Tácito. Muchos de sus amigos de la facultad, como José María Maravall, acabarían en el PSOE y otros en la UCD.
Sociedad civil
Precisamente con la creación del partido de Adolfo Suárez, Gregorio Marañón prestó un último servicio como político, concluyendo en su casa la negociación con los sectores democristiano y socialdemócrata para su incorporación al nuevo gran partido de centro. Acto seguido, dejó su participación activa en la política y se dedicó a "hacer política desde la sociedad civil", dimensión que nunca ha dejado.
No le faltaron ofertas para volver a la primera línea. Tuvo nada menos que "cuatro llamadas a la puerta". Suárez le ofreció encabezar la lista de UCD al Senado por Toledo. Calvo-Sotelo le pidió presentarse como diputado en 1981. Felipe González y José Bono le plantearon encabezar la lista al Congreso por Toledo en el 93. Zapatero le quiso nada menos que como ministro de Cultura en sustitución de César Antonio Molina en 2009.
Desde la sociedad civil, siguió aportando lo que mejor sabía hacer: sus capacidades de gestión y mediación. Ya, desde el Banco Urquijo, del que fue director general a los 34 años, participó activamente en las gestiones para la vuelta del exilio en 1976 del destacado político e intelectual republicano Claudio Sánchez Albornoz. Y en múltiples iniciativas que contribuirían al proceso de la Transición.
Gobierno de coalición
Marañón cuenta en sus Memorias su implicación en las conversaciones para constituir un gobierno de coalición tras el 23-F, pero no fructificó por la cerrazón de Calvo-Sotelo, que se escudaba en que el PSOE jamás admitiría a Alianza Popular en ese gabinete. José María Maravall confirmó que el PSOE sí estaba dispuesto a participar en ese Gobierno, rechazándolo finalmente el mismo Calvo-Sotelo manifestando que convendría dejar esa posibilidad abierta para mejor ocasión. "Me escandaliza la incapacidad de pactar", sentencia Marañón, aplicando siempre su experiencia a la situación actual.
Una de las negociaciones más reveladoras recogidas en el libro es la mantenida en 2014 sobre la cuestión catalana. Isidro Fainé, presidente de la Caixa, y César Alierta, presidente de Telefónica, intentaron mediar entre las alejadas posturas de Mariano Rajoy y el entonces president, Artur Mas. Incluso llegaron a elaborar una lista de 23 puntos, que se reproduce en las Memorias. Y, cuando el comienzo de las negociaciones parecía próximo, Rajoy se echó para atrás y se negó a iniciar el diálogo. Fue una gran ocasión perdida, según el autor, que nos ha llevado hasta la mucho más complicada situación actual.
Gregorio Marañón tuvo una destacada actuación en el mundo de la empresa. En su libro relata con detalle acontecimientos tan decisivos como la transformación de Tabacalera en Altadis y su posterior fusión con la francesa Selta. O cómo el BBV se hizo con la pública Argentaria. Y una interminable lista de empresas en las que participó bien como fundador, alto ejecutivo o asesor.
Grupos de comunicación
Especial importancia en su carrera tiene su vinculación con los medios de comunicación. En el libro está descrita al detalle su participación como fundador del Grupo Prisa, la adquisición de la cadena SER, primero, y de Antena 3 Radio más tarde. Amigo de Jesús de Polanco y de Juan Luis Cebrián, Marañón cuenta desde cómo fue el apoyo inicial del Banco Urquijo a El País hasta los últimos acontecimientos que desembocaron en la salida del grupo del propio Cebrián.
Ocurrió después de que el periodista y empresario cometiera el gran error, según Marañón, de pedir el apoyo de Rajoy para mantener su poder ejecutivo, y en Junta General cesara a todos los consejeros independientes. En sus memorias, define su relación con Cebrián como una mezcla de discrepancias y afectos.
Pero no fue Prisa el único grupo de comunicación con el que tuvo relación. En el libro pueden leerse los pormenores de la fundación de la histórica revista Cuadernos para el diálogo. También se describen su estrecha relación con Juan Tomás de Salas y el Grupo 16, o la difícil mediación entre Prisa y la Mediapro de Jaime Roures —"un personaje de retórica casi revolucionaria"—, un grupo mediático nacido al amparo del presidente Zapatero. Y, cómo no, su última aventura en los medios, EL ESPAÑOL, a cuyo consejo de administración se incorporó el pasado junio.
Hay un factor transversal presente en todas las actividades de Gregorio Marañón y sin el cual sería imposible entender su personalidad: la cultura. Merece la pena conocer lo que para él significa: "Para mí, la cultura —escribe— lo es todo, o debería serlo. La cultura entendida como humanismo; como esa reflexión crítica que nos permite mejorar nuestra sociedad, y esa visión utópica que impulsa nuestro progreso". Lo difícil es aplicar ese criterio en España, donde para "muy pocos en el campo de la política ni en el de la sociedad civil la cultura es estratégica".
Revolución en el Real
Su empeño en trasmitir que la "cultura es todo" en un país como el nuestro explica su trabajo titánico, pero con resultados espectaculares al frente del Teatro Real de Madrid. Cambió los estatutos, consiguió una gestión independiente de los vaivenes políticos, saneó las cuentas con la muy importante aportación de patrocinios privados, incorporó al patronato a destacadas personalidades de la sociedad civil y, en suma, dinamizó una institución anquilosada.
En lo artístico, haciendo gala de su capacidad de entendimiento con todo tipo de personas, sacó lo mejor del extraordinario y complicado Gerard Mortier, revolucionando la programación con producciones propias que fueron exportadas a los principales coliseos del mundo. Marañón no sólo colocó el Real como una de las instituciones culturales de España, sino que recuperó el prestigio internacional y lo situó entre los principales teatros de ópera del mundo.
Memorias de luz y sombra es un recorrido por la vida de Gregorio Marañón Bertrán de Lis, pero también por la historia de España de los siglos XX y XXI. Su posición privilegiada queda de manifiesto en las 27 páginas del índice onomástico, con más de mil quinientos nombres, lo que da idea de la cantidad de personas con las que se relacionó. Entre la A de Aznar y la Z de Zapatero, están todos aquellos que han participado en la construcción de la actual España. Y no habría que olvidar a los extranjeros como De Gaulle, Macron o Edward Kennedy.
En el año 80, el sagaz Jordi Pujol ya supo ver el papel que jugaba Gregorio Marañón cuando le escribió: "Tú formas parte de ese Madrid medio político, medio económico, medio simplemente establishment". Y el Honorable, sabedor que podía sacar partido de sus habilidades, apostilló: "Confío en que sabrías echarnos una mano".
Pero sin duda una de las claves de este libro es que el autor, en plena actividad, continúa soñando y realizando proyectos. "Escribo sobre unos folios en blanco el final imposible de unas memorias que permanecen abiertas. El futuro me sigue pareciendo ilimitado, aunque se trate de un espejismo".