Las ninfas de 'Rusalka' traen de nuevo aplausos al Teatro Real en un estreno 'accidentado'
Una "indisposición" del director musical, Ivor Bolton, ha provocado la interrupción de la obra durante unos minutos.
13 noviembre, 2020 01:47Noticias relacionadas
La producción Rusalka, de Antonín Dvorak, ha traído de vuelta los aplausos a un estreno del Teatro Real, aunque la puesta en escena ha sufrido algunos contratiempos que han llevado incluso a detener la función unos minutos.
Corría el tercer acto de la producción, en la escena en que la ninfa Rusalka se ve rechazada por las criaturas de su mundo acuático, cuando el director musical Ivor Bolton ha pedido parar el montaje. Una "indisposición" de Bolton, tal y como han explicado desde el Real, ha sido el motivo de este parón.
Por unos minutos, la sombra de la suspensión ha sobrevolado sobre un estreno que venía precedido del infortunio de la anterior producción. No obstante, apenas cinco minutos después de que se haya bajado el telón, la megafonía ha anunciado que se retomaba el espectáculo donde se había dejado e Ivor Bolton ha pedido disculpas al público, entre aplausos.
Con un montaje que recupera el mito de la ondina -y el del tradicional cuento de La Sirenita- aunque con la adaptación particular del director de escena Christof Loy, la obra se ha desarrollado con un teatro imaginario como centro de escena.
Puntual en el inicio -a las 19.30, un adelanto respecto a la hora habitual para permitir a los asistentes "esquivar" el horario de toque de queda-, el telón ha abierto para dar paso a la soprano Asmik Gregorian en el imaginario reino de Vodnik, donde se ha sustituido el agua por un salón imperial, con una cama, una mesa o una lámpara en la escena.
En estos tiempos extraños, tampoco se podía esperar que todo transcurriera con la normalidad a la que se estaba habituado. En este caso, la primera sorpresa ha llegado por megafonía, cuando el Real ha dado las gracias al tenor Eric Cutler -en el papel del príncipe- por salir a escena recién operado del tendón de aquiles.
La casualidad ha querido que, en este montaje, la ninfa protagonista iniciara su escena con unas muletas, un modo de simular su imposibilidad de andar como los humanos. Es por ello que la aparición de Cutler con muletas por imposición reano ha alterado tanto la puesta en escena prevista.
A partir de ese momento, la historia de Rusalka ha puesto al espectador a confrontar dos vidas, la real que quiere la ninfa -y que incluye convertirse en una mujer amada- con la del reino natural, donde un padre 'engañado' no acepta los deseos de su hija.
Lago, luna y flores blancas
A la pregunta de Vodnik a su hija incrédulo respecto a que quiera ser humana -"¿una criatura normal?"-, la respuesta de Rusalka es el leit motiv de la obra: convertirse en "un alma que va al cielo". Las alusiones a la naturaleza--la Luna, el lago, las flores blancas- cobrarán importancia en un montaje sobrio y con mucha luz.
Basada tanto en La Sirenita de Hans Christian Andersen como en La campana sumergida de Hauptmann, es la historia de "una mujer inocente y con buen alma" que está entre dos mundos.
Esa imposibilidad de comunicación entre los dos mundos supone un viaje psicológico de la protagonista que culmina con un momento religioso y que lleva al espectador a "los últimos quince minutos más sublimes de la ópera de todos los tiempos", en palabras del director musical, Ivor Bolton, la semana previa.
Final entre aplausos
El final, el esperado, el de un público que ha aplaudido al elenco fuertemente -y en especial a Cutler, agradeciendo la valentía de salir con muletas al escenario- y que ha demostrado que todavía se pueden programar espectáculos culturales con respuesta de espectadores durante la pandemia de coronavirus.
La cita no era un estreno más para el Real, que ha sido uno de los espacios culturales en España que ha conseguido aguantar los envites de la pandemia de coronavirus y ha mantenido abiertas sus puertas desde el pasado mes de julio. Entonces, hace más de cuatro meses, fue la puesta en escena de La Traviata, aunque en un concierto semiescenificado.
Posteriormente, llegó un Ballo in maschera, donde ya se podía ver una ópera de Verdi con una puesta en escena más acorde a anteriores estrenos de otras temporadas. Eso sí, la polémica llegó al Real en la segunda función, tras el primer día, donde un grupo de espectadores se quejó por entender que no se estaban cumpliendo las medidas sanitarias. Entonces no se pudo celebrar la función.
La llegada de Rusalka hasta el Real -casi cien años después de su anterior paso por el coliseo madrileño- se ha producido con algunos cambios, aunque se ha mantenido la medida del 65% del aforo. No obstante, sí se ha procedido a dejar una butaca libre entre todos los asistentes que no convivan, quedando algunos espacios sin ocupar -aunque ha habido un lleno considerable, siempre dentro de lo máximo permitido-.