Rafael Amargo está nervioso sobre las tablas del teatro de La Latina en la tarde helada del viernes: balbucea un poco. Sus frases a menudo son errantes. Se sabe dónde empiezan pero no dónde acaban. Es lógico: viene a dar la cara después de haber sido detenido por tráfico de drogas y pertenencia a una banda criminal -aunque él dice, con esa socarronería suya, que sí pertenece a una banda, pero "musical"-.
Él es de esos artistas verborreicos, deslenguados y alegres que siempre saben cómo salir al paso, que te cuentan el rollo perfecto para dejarte satisfecho, que tienen el piropo a punto y la frase cálida a tiro de piedra: en esta ocasión tan excéntrica no ha dejado a un lado su carisma, pero la tensión ha provocado hasta que se invente palabras. Hay algo confuso en Rafael, una energía mal canjeada, una vocación profunda de agradar y un gamberrismo muy atrayente a la vez.
Se ha puesto bien guapo: va vestido de negro de arriba a abajo, con la chaqueta entallada como un torero. Y es cierto que torea a unos y a otros con una maestría antigua. Campechano, como el emérito. Fácil de perdonar en sus derrapes. Viene repeinao’ y con los tobillos al aire. Coge el micro como un showman: el buen pulso disimula lo que su voz no. “Dame veneno que quiero morir”, entona, con mucho gracejo.
Apoyo de su equipo
Las cámaras se agolpan sobre las butacas rojas. Hay empujones y tropiezos. Mucha prensa pendiente de él: Amargo ya no se acordaba de qué iba eso. El bailaor se sienta al lado de su abogado Conde Pumpido. Detrás, todo el equipo de Yerma le avala, preparados y caracterizados como si fuesen a actuar ahora mismo, como si el estreno no se hubiese vuelto a aplazar hasta mañana. Es una forma de hacerle sentir seguro: su compañía -nada menos que 25 personas- está con él. No le han dejado de lado.
“Yo le doy de comer a toda esta gente, ¿tú te crees que eso es fácil, tantas bocas?”. Pues no. No debe serlo. Quizá por eso todos le hacen a la vez de público: le ríen las gracias, le aplauden cuando se pone espléndido en sus intervenciones.
"Sin prejuicios"
Dice Rafael que él no tiene “prejuicios”, que siempre ha subido a su casa “a todo el mundo”, hasta “a un tío sin diente que me encuentro en la calle”: “Y cojo y le doy un bocadillo. Y mi madre me dice: pero Rafael, ¿quién es éste sin diente, niño…? Y le digo: mamá, pero tú qué sabes qué le habrá pasado. Yo no tengo filtro. Yo amo al ser humano y escucho su miseria. No creo en los estigmas de la sociedad. Si eres mi amigo, a mí me da igual que seas narco o bombero”. Reconoce también que a sus padres siempre le han preocupado sus “junteras”, como se dice en Andalucía: esas malas compañías que “son las mejores”, como cantaba Joaquín Sabina.
“Hay gente que me quiere bien y gente que no me quiere tan bien, está claro”, ha espetado, haciendo alusión a la investigación policial que lleva a sus espaldas desde hace meses y que su abogado tilda de “chivatazo”. “Han manchado mi imagen. Y me han seguido tantos meses porque no han encontrado nada, coño. Si llega a ser cierto, esos te pillan al vuelo”. Se repone ágilmente: “Se va a demostrar que soy inocente, si no no estaría aquí, en el teatro, que es donde tengo que estar”.
Ha dejado caer el artista -en una de esas frases suyas inacabadas- que lleva cinco años portándose bien. “Hace más de cinco años que… mira, yo ni fumo ni bebo. Tú tomas más que yo, eso es lo que te puedo decir, así que vamos a lavar cada uno nuestro tejado que hay muchas golondrinas”, ha espetado a un periodista cuando le ha preguntado por su consumo de drogas. Bum. Fulminado. Rafael Amargo es un canalla y no se esconde: eso es lo mejor de él. Te acaba la frase con un “mi arma” y todo el mundo se siente complacido. Hay risas. Hasta buen rollo.
Mañana le veremos del todo en acción. “Yo trabajo con el cuerpo y lo quiero hacer bien. He estado 48 horas tirado en el suelo y ahora quiero estar divino valiente. Prefiero ensayar esta tarde y esta noche con mi compañía y mañana reventar el escenario. ¡Tanto correr, para qué…!”, ha expresado, en referencia a la función del sábado noche. Por cierto: a pesar de tanta expectación, aún no hay sold out. “¡Venga a comprar entradas, que la cultura es segura y es entretenimiento y es el alma de un pueblo!”, ha animado.
Maltrato en los calabozos
También ha aprovechado el abogado de Amargo para denunciar el trato que recibió el bailaor por parte de un “jefe de servicio de los calabozos de Plaza de Castilla”, quien, presuntamente, “no tiene respeto por las personas ni por los derechos humanos”. Asegura que le impidió al artista “comunicarse con su abogado” y que lo dejó “olvidado durante hora y media encerrado en una habitación”.
El letrado y su defendido también han mencionado a Eduardo de Los Santos, productor teatral, amigo de Rafael y detenido por el mismo caso. “Él siempre me ha ayudado en todo lo que ha podido. Es un amante del teatro y una persona muy generosa. Todo conmigo lo ha hecho bajo mínimos y me ha ayudado coproduciendo. Le quiero mucho”, ha dicho Amargo. “Gracias a dios tengo unos amigos maravillosos que los puedo contar con más dedos que los de una mano”. Conde-Pumpido, por su parte, ha subrayado que a De Los Santos le avala, “como a todos, la presunción de inocencia”.