Suena la voz de Morente

y la lluvia en la ventana

acompaña en la noche

un quejío de guitarra

que hace temblar en los dedos

ese pellizco del alma

que corteja a las pasiones

en las roncas madrugadas

con los cantaores presos

de sus amados fantasmas.

Nubes de cruzar el cielo

velos de la luna blanca

lloran el adiós del hombre

el de la muerte temprana

con dolor de soledades

seguidillas y tarantas

cantes que caen al polvo

tacones sobre las tablas

un revuelo de lunares

un arrastrar de alpargatas.

El viento del pueblo suyo

al que quería y cantaba

se marcha por los caminos

que nacen cada mañana

con pasos de peregrino

mientras suenan las campanas

en las torres de cigüeñas

que jalonan nuestra España

como oraciones de piedra

con que espantar a la parca.

Queda la voz de la sangre

que el apellido reclama

cuando recita los versos

nacidos desde la azada

un tiempo de poetas muertos

de los que inventan palabras

escritas en la piel del mar

que contra rocas estalla

salve de los marineros

espuma de las entrañas.

Sobre la arena descalzo

de las olas escuchaba

el son de las minas viejas

cantes de sudor y palmas

que llaman al compañero

pa' compartir la pringada

con rostros de tierra seca

lágrimas de su garganta

convertidas en torrentes

de la más ardiente lava.

Noches de alcohol y de humo

de mirar y de miradas

cuerpos de mujer y brazos

que se cimbrean y alargan

como cipreses de bronce

que en oración se postraran

para pedir en silencio

besos de amor que se apagan

cuando huyen las estrellas

perseguidas por el alba.

En las colinas del rey

que dijo adiós a Granada

duermes Enrique tu sueño

que el Albaicín alumbrara

en años del duro hambre

del triunfo de la espada

sobre las manos tendidas

por hermanos rechazadas

con tributo de la sangre

que entre todos derramaran.

Testigo de otras voces

que nacen entre marañas

de zarzales y romeros

que se mezclan con las jaras

para subir por las trochas

que serpentean montañas

descienden hacia los valles

bajo el sol de la mañana

como homenaje a la vida

desde la cumbre escarlata.

Con Camarón de testigo

el silencio te reclama

para acunarte en los brazos

de la inmortalidad sagrada

la que conceden los dioses

a los que ellos solo aman

para cobrarse el tributo

de la gloria más mundana

la de los cantes oscuros

de las estirpes gitanas.

Te llevará Federico

por los sueños que él soñara

campanillas del “Faraón”

antes de que lo mataran

en una noche de odio

sueños de la vieja Alhambra

los que cantan en sus patios

las voces que forma el agua

para contarnos la historia

más bella siempre contada.

Esa que oír en silencio

en el viento que nos habla

de lo que vivisteis juntos

convertido en moaxacas

las que árabes y judíos

para enamorar usaban

zejeles de versos sueltos

del Sacromonte a Triana

olores de hierbabuena

de jazmines y albahacas:

"Negra si tú me supieras

Aurora de mis entrañas

la soleá es un grito

tu sabor, una taranta

que se me queda en los labios

dulce lo mismo que ácida

mientras te abrazo en el aire

te susurro en nuestra almohada

memoria de eternos besos

nosotros en la alborada”.

“Ligero de equipaje

como don Antonio manda

vuelvo a convertirme en polvo

y te dejo mi esperanza

para caminar contigo

verte bailar una zambra

de Carmen los pies descalzos

de mariposa las alas

compañera de fatigas

amor que siempre me abrasa”.

“Me verás en cada nota

que el dolor dejó grabada

en una cinta de vídeo

en un viejo pentagrama

voces que suenan a tierra

por el arado quebrada

duendes que vieron mis ojos

escondidos en tinajas

para mirarte desnuda

a la luz de la mañana”.

“Dejo una estrella a tu lado

de amaneceres labrada

fuego negro en el cabello

miel de caña en la mirada

hembra de bronce y raíces

que en astas de muerte andan

mientras sus labios murmuran

palabras de amor, palabras

entre caricias de noche

manos que al aire engañan”.

“Cachorros de hielo y fuego

lagartijas en el alma

llevan los dos que son uno

entre la cruz y la raya

encendidos los carbones

que esconden siempre la llama

con que arde nuestra sangre

cuando se baten las palmas

y sobre los pies descalzos

bajan lentas dos lágrimas”.

“Cada trece de diciembre

escríbeme una carta

en la que cuentes tus días

viejos miedos y esperanzas

que abrazados compartimos

cuando la fría guadaña

se llegó a nuestra puerta

y llamó sin ser llamada

para decirme bajito

que debía acompañarla”.

“Coge luego cada letra

clávala en la noche amarga

el alfiler de tu pelo

como un rayo que alcanzara

al jinete de la envidia

que por el mundo cabalga

escoltado de alguaciles

que la libertad atacan

sembrando odios y celos

España de mis Españas”.