Paz Velasco de la Fuente -criminóloga y jurista especializada en personalidad psicopática y delitos violentos- acaba de publicar Homo Criminalis (Ariel), un libro donde analiza los riesgos a los que nos exponemos hoy, dado que, como decía Lacassagne, “cada sociedad tiene la delincuencia que se merece” y tenemos que ser lo bastante lúcidos para reconocer, estudiar y afrontar la que nos corresponde. La primera pregunta fundamental que surge es cómo se distingue a un psicópata de una mala persona, ¿no es, en el fondo, lo mismo: carencia de empatía, usar a las personas como medios y no como fines? ¿Es el psicópata responsable de serlo?
“Cuando hablamos de un psicópata, estamos ante un sujeto que tiene un trastorno antisocial de la personalidad que consiste en vivir por y para sí. Utiliza a los demás para su beneficio y no le importan los derechos de los demás”, explica la experta. “Pero ojo, hay muchos tipos de psicópata, que siempre parece que nos referimos a uno solo, al criminal. Hay psicópatas emocionales, funcionales, corporativos -que tienen alto éxito y liderazgo, llegando a dirigir grandes multinacionales…-. Es una forma de ser, no es un trastorno mental y no es un atenuante”, matiza.
“Él es consciente de que sabe manipular a otras personas a su antojo para conseguir lo que quiere. Respondiendo a tu pregunta: sí, es una persona que puede ser mala porque vulnera los derechos de los demás. La psicopatía y la maldad podemos ponerlas en el mismo abanico de conductas pero hay que distinguir también que hay sujetos psicópatas que son incapaces de hacerle daño a otra persona, simplemente se comportan de forma muy lejana y distante. No todos los psicópatas son igual de peligrosos”, relata.
¿Criminalidad masculina?
¿Es la criminalidad en su mayor parte, masculina: es patrimonio de los hombres? “Estadísticamente hablando, comprobamos que la gran mayoría de los victimarios son hombres, aunque a su vez la mayoría de víctimas por parte de los hombres también son hombres”, concede. “Son muchos más los hombres que cometen delitos violentos, pero las estadísticas nos hablan de que las mujeres tienen cada vez mayor versatilidad criminal con delitos de todo tipo: homicidios, filicidios, asesinatos, trata de personas… aunque en su mayoría atentan contra la salud pública o contra el patrimonio”.
Cuenta Velasco que del siglo XVII en adelante, cuando la mujer era “menos que un objeto”, ya aparecieron las grandes envenenadoras. “Envenenaban a sus maridos para continuar su vida con más libertad, o incluso vendían el veneno para asesinar a otras personas por encargo. Ahora, sin embargo, tenemos a mujeres que no sólo matan por pasiones o por emociones, sino de modo instrumental: sicarias en Latinoamérica, o integrantes del crimen organizado, o captadoras de otras mujeres para trata de personas”, sostiene.
¿A la mujer le sigue costando más matar que al hombre? “Sí, la mujer suele ser recolectora y mata a gente de su entorno: hijos, marido, familia. Hace dos años entró en prisión la última viuda negra, que era la enfermera que asesinó a uno de sus pacientes. También tenemos a Mari Ángeles Molina, a Francisca Ballesteros -la envenenadora de Melilla, que asesinó a su familia-, a Ana Julia… son un grupo de mujeres muy interesantes de estudiar que han cometido crímenes violentos para conseguir lo que querían”.
Recuerda la criminóloga que la mujer ha cambiado de rol y ya no es meramente ese ser pasivo, amante de la casa y cuidador al que desvinculaban “de cualquier conducta masculina”: “Antes estábamos medio escondidas. Ahora estamos en la calle y si una mujer decide actuar por venganza, lo hace. Tenemos el caso de la Audiencia Provincial de Almería, que ha condenado a prisión permanente revisable a una mujer por asesinar a su hijo de siete años. Antes eso era impensable. Antes si una madre mataba a su hijo era porque no le podía alimentar o porque había sufrido un accidente… ahora tienen motivaciones reales”.
El padre asesino
¿Qué hay del padre asesino, como Tomás Gimeno? “Por ahora, todo son hipótesis que nos llevan a pesar que ésta ha sido su reacción ante la negativa de su ex pareja a continuar con él y al rechazo a que otra persona ejerciera el rol de padre y le quitase esa posición”, reflexiona. “Por cómo ha actuado, podemos saber que estamos ante una persona muy planificadora que sabía muy bien lo que hacía y que buscaba que su antigua mujer sufriera y viviera la agonía de los 45 días. ¿Por qué eligió el mar, Gimeno, como elemento clave para su plan? “Porque quería causar el mayor daño posible. Si un padre o una madre quiere matar a sus hijos, los mata y punto. Pero aquí el mar y la desaparición juegan el papel de prolongar la agonía de la madre de un modo casi ilimitado”, expresa.
“Se ha recreado en causar dolor. Es una persona muy fría, muy planificadora y ha pensado muy bien lo que ha hecho, eso se nota por las características del crimen: el móvil, la geolocalización, el que venga un barco a buscarte, el que la niña estuviese atada al ancla… es terrible”. ¿Un crimen como el que él ha cometido, presuntamente, cómo se gesta, cuándo? “Gimeno es un homicida simple que ha cometido este delito una sola vez. En estos casos siempre hay un elemento estresor. Un momento en el que algo hace ‘clic’, seguramente el pánico a verse sustituido en su rol de padre. O quizás el ver imposible retomar su relación con Beatriz”.
Interesante esto: “Gimeno, a diferencia de José Bretón, no es un psicópata: él no podía sobrevivir a la muerte de sus hijas. En Bretón, sin embargo, vemos cómo reacciona a la sentencia, con una mirada inerte, vacía. Bretón sí tenía rasgos psicopáticos, pero Gimeno no: porque el segundo se ha suicidado”.
Crímenes y ficción
¿Cómo saben los individuos cómo matar? ¿Les sirve la ficción para documentarse? Ha habido series que han sido censuradas por detallar demasiado las dosis de determinadas sustancias que contribuían al suicidio, ¿pasa lo mismo con el asesinato? “Investigando casos y expedientes he encontrado mucho de esto: por ejemplo, Mari Ángeles Molina buscó en internet un producto que utilizar para dejar sin conocimiento a su víctima”, esboza.
“Ahora hay muchas fuentes en ese sentido y toda la información para matar está a un solo clic. ¿Qué producto utilizar para alguien que sea alérgico…? En fin, hay muchas maneras de llevarlo a cabo. En mi libro cuento el caso de un señor que sacó de capítulos de CSI la idea para matar a su esposa. Lo sacó de una serie de televisión. Claro que la mayoría de personas distinguimos la ficción de la realidad, pero la teoría de la identificación existe: tenemos criminales que se han vestido de Joker para cometer sus crímenes, o que han emulado El guardián entre el centeno creyéndose el protagonista de Salinger”.
El crimen perfecto
Aunque sabemos que en Derecho sólo se enjuician los actos, no los pensamientos ni la personalidad, ¿hay alguna manera de ‘intuir’ al asesino? “No. Eso es muy Minority Report. Estamos muy lejos de saber cuándo una persona tiene intención de cometer un crimen. La fachada compensatoria de los criminales es totalmente normal, es imposible saber quiénes son ni cuándo van a actuar”.
¿Y qué opina la experta de los juicios mediáticos? Recordemos el caso Wanninkhof, con aquel tremendo error judicial hacia Dolores Vázquez. ¿Piensa Paz que los casos no deberían salir en prensa hasta que hubiese una sentencia firme? “Acabo de grabar un ‘True Crime’ para Netflix sobre este mismo caso. Fue una sentencia social. Yo creo que la prensa tiene que informar, pero no se pueden hacer sentencias de telediario. Los tribunales populares están influenciados por los medios, es un bombardeo constante… y finalmente, aunque tú no lo creas, de manera inconsciente estás siendo influido”.
¿Existe, a día de hoy y con todas las herramientas que tenemos, el crimen perfecto? “No. Lo que sí existe es el hecho de cometer un homicidio o un asesinato y hacerlo pasar por otra cosa, por un accidente de coche, por un suicidio o por una muerte natural. Es perfecto pero porque no se sabe que se ha cometido un delito”.