Pocas obras en la historia han sido capaces de ofrecer una visión tan completa del devenir histórico, religioso y cultural de Occidente como La Divina Comedia de Dante Alighieri. Entre sus 100 cantos se mezclan las sombras de personajes coetáneos e históricos deambulando entre los lagos de fuego del averno.
Un infierno en el que el orden moral se antepone al teológico y que alimentó las visiones infernales y sus representaciones en los siglos venideros. Pero también traducciones y comentarios que sostuvieron los pilares de la tradición vernácula, en un momento en el que el latín dejaba de ser el vehículo del conocimiento en Europa para dar paso a las lenguas romances.
La Biblioteca Nacional dedica ahora una exposición a los textos manuscritos de la inmortal obra de Dante enmarcados en el 700 aniversario de la muerte del escritor. Los archivos de la BNE se abren a los visitantes del 1 de julio al 2 de octubre, con una selección de manuscritos iluminados y comentados que dan buena cuenta de la influencia que la obra del florentino tuvo en nuestra cultura.
Dante y su tiempo
Dante Alighieri murió en Rávena entre la noche del 13 y la madrugada del 14 de septiembre de 1321. Tras ser expulsado de su Florencia natal pasó varios años en un exilio que le llevó a completar en el último año de su vida el canto final de su obra maestra: el paraíso.
El escritor compuso su obra en italiano, más concretamente en el dialecto toscano, una decisión atípica en un momento en el que el latín tenía un marcado carácter como lengua de las artes y la sabiduría. Incluso Petrarca cargó contra Dante por pecar de querer "atraer al vulgo y no a los sabios" hacia su obra.
El florentino es uno de los pocos autores medievales de los que no se conservan manuscritos autografiados originales. Hasta nuestra época se han logrado recuperar más de 800 textos de La Divina Comedia en las bibliotecas de 19 países por todo el mundo. Pero su relación y origen siguen siendo un misterio en el que el eslabón perdido de la obra original sigue manteniendo en jaque a los investigadores.
Infiernos y alegorías
Uno de los componentes más interesantes de la obra de Dante es la capacidad de síntesis histórica, cultural y social del pasado y el presente del escritor. Entre los condenados y sombras que cruzan las páginas de La Comedia, se mezclan constantemente figuras históricas y simbólicas que conforman un compendio de anécdotas y eventos que dan buena cuenta de la cosmovisión que Dante propuso en su obra.
Fue el escritor Giovanni Boccaccio uno de los primeros exponentes del culto al escritor florentino y quien añadió el epíteto de "divina" a su título. Ignorada durante muchos años, la exégesis principal de la obra de Dante se da entre el siglo XIV y XV cuando numerosos intelectuales se lanzan a comentar y compartir La Divina Comedia.
El propio Dante concibió su obra como "polisémica", llena de significados que se entremezclan con símbolos e imágenes que pretenden encaminarse, no solo hacia la descripción del paso del autor por el infierno, sino hacia la creación de una crónica del saber occidental, desde Grecia y Roma hasta la agitada vida política de la Florencia de su tiempo.
Las anécdotas, noticias y rumores se reordenan en cada uno de los cantos para ofrecer una obra mucho mayor, que alimentada por los comentarios y explicaciones de eruditos posteriores amplían aún más el genio del escritor a la hora de componer sus cantos.
Dante en castellano
La mayoría de los textos que la Biblioteca Nacional atesora en su colección pertenecieron a las bibliotecas de figuras clave de la cultura de nuestro país. Una de las más importantes en el proceso de expansión de La Comedia en la península fue la de Enrique de Villena, un noble castellano conocido en algunos ambientes como El Nigromante por su relación con las prácticas mágicas.
Villena realizó la primera traducción de la obra de Dante a una lengua vernácula: el español. Hasta entonces, incluso las introducciones que Pietro Alighieri dedicó a la obra de su padre estaban escritas en latín.
El manuscrito traducido representa una de las mayores joyas de la exposición. Un texto proveniente de la colección personal de Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana, adquirida en el año 1884 por la Biblioteca Nacional.
Mendoza nació a finales del siglo XIV y fue uno de los primeros propulsores de la figura de Dante en España. Su interés le llevó a adquirir la obra de Villena para su colección personal, añadiendo, como era habitual, comentarios en sus márgenes. A la codiciada biblioteca Guadalfajara de Villena se le sumaban ejemplares con explicaciones a diferentes cantos de la Comedia de Benvenuto Imola, uno de los principales estudiosos del poeta florentino, también traducidos al español.
El interés de Santillana por Dante muestra la profunda impronta que el autor dejó en su tiempo y en los años venideros. Santillana pasaría a la historia como un ejemplo de hombre del Renacimiento, su interés por las letras y el saber humano ya había sido alimentado por la figura de Dante Alighieri.
Geografías infernales
El escritor y filósofo George Steiner dedicaba a la geografía infernal de Dante unas palabras en su ensayo En el castillo de Barba Azul (Gesdisa): "Sostuvo el carácter central que tenía el infierno en el orden occidental". Para Steiner, la aportación de Dante a la imaginería del averno habría de influir en los siglos venideros hasta nuestro tiempo. El escritor comparaba la lógica de los campos de exterminio nazis con el relato de las torturas de los círculos infernales.
Las representaciones literarias y pictóricas del averno no solo se centran en un punto de vista teológico, sino que conforman la síntesis misma del sufrimiento y la condena humana. Dante narra en el canto 33 del Infierno cómo el propio dolor impide a los penitentes llorar, haciendo que las lágrimas vuelvan a su interior: "Retrocediendo para aumentar su angustia".
Artistas desde William Blake a Salvador Dalí dedicaron a La Divina Comedia interpretaciones variadas tomando como base las descripciones del poeta, aportando en función de su contexto una visión distinta al infierno alegórico dantesco. Los manuscritos iluminados también tienen un hueco en esta exposición. Entre los siglos XIV y XV, Florencia produjo algunos de los textos "de transición", que marcarían el paso hacia la edición de libros iluminados del Renacimiento.
De entre las páginas de estos ejemplares florentinos nos sorprenden los vivos colores y letras que ya apuntan hacia el gótico; las miniaturas se llenan de cielos azules estrellados para representar El Paraíso, bestias fantásticas, demonios y paisajes que bien podrían pertenecer al Bosco. Una muestra del proceso de cambio en el que se hallaba inmerso Occidente hacia una nueva época marcada por el saber y el humanismo como centro y medida de todas las cosas.