El poeta que se exilió de Cataluña a Madrid por el acoso ‘indepe’: "Siento el dolor de Alberti"
El periodista y escritor Miguel Tornadijo publica 'Cuaderno de una traición', la primera poética sobre el exilio en Cataluña como consecuencia del procés. "Prefiero los indultos de Sánchez que la inacción de Rajoy", cuenta.
8 julio, 2021 03:04Noticias relacionadas
El periodista, escritor y poeta Miguel Tornadijo nació en Zaragoza, fue corresponsal en París y en Londres y se asentó -nada menos que durante treinta años: así que se atrincheró, mejor- en una Barcelona que fue su casa, su centro neurálgico cultural y su patria chica hasta que las tensiones y los exabruptos del independentismo le expulsaron de allá.
Se mudó a Madrid. Se exilió, dice, porque el exilio no es otra cosa que marcharse del lugar que uno ama por razones ajenas a su voluntad y casi siempre políticas. Estas frustraciones, estos desaires, este lento deshaucio del hogar construido con trabajo, costumbre y afectos le llenaron de desasosiego: suerte que el desasosiego también es poesía. Tornadijo ha canjeado esas penitas en Cuaderno de una traición. Poesía del exilio en Cataluña (Ediciones Vitrubio), donde explora la marginación, la soledad y la incomprensión del hombre segregado.
¿Se acuerdan ustedes del cuento aquel de Cortázar, tan amargo y hermoso, de Casa tomada? Algo así fue sintiendo Tornadijo. Esto de que intentas entrar a tu antigua habitación y una fuerza extraña no te deja pasar del umbral. Esto de que un día ya tu cerradura no te reconoce. Esto de que el pasillo que habitaste te da la espalda. ¿Cuándo empezó a pensar el poeta en una palabra tan dramática como ‘exilio’, cuándo empezó a formar parte de su sentimentalidad o vocabulario habitual? “Hace ya unos ocho o diez años comencé a hablar y a pensar en el exilio interior, que es cuando comienzas a sentirte desplazado o se agudiza el desprecio que te lanzan. Eres un outsider, estás fuera de sitio”, cuenta a este periódico.
“El nacionalismo se fue volviendo cada vez más reaccionario y más intransigente, hasta que mi familia y yo decidimos que ese ambiente era irrespirable y que la convivencia allí ya nos resultaba ingrata e insalubre”, revela. Se marchó antes del verano de 2017, “antes de la declaración de independencia del Parlamento de Cataluña, antes de esos terribles sucesos de septiembre y octubre”.
Fue una decisión meditada. A esa sensación de desdén global se le unió el antojo de que el territorio le había dejado de ser interesante. “Había sido para mí un lugar muy fructífero intelectualmente. Tuvo épocas tan bellas, tan doradas, tan de grandes creadores… yo tenía unos 15 años pero recuerdo esos días de García Márquez, de Vargas Llosa. Toda esa metáfora cultural tan estimulante ya no existe. Así que ese exilio interior se abonó también en una falta de interés: es un sitio agotado, un barbecho seco, baldío”.
Más que tú y que aquél y que ese otro
más que vosotros
Soy más
y somos más.
Más europeos
y cultos y cool.
Soy más y somos más.
Más listos
y guapos y tenaces.
De casi todo lo imaginado
soy más, somos más.
Es uno de los poemas donde ironiza acerca del supremacismo separatista: esa altanería “a la catalana”, como la llama en algún momento. “Antes salíamos por el Tibidabo. Ya no. / Antes nuestros hijos jugaban en el parque. Ya no. / Antes íbamos a sus cumpleaños. Ya no. / Antes quedábamos a cenar algún viernes. Ya no. / Antes buscábamos setas. Ya no”, reza en otro poema en el que se refiere a ese clima ensombrecido que le fue barriendo de las fiestas, de los planes con amigos, de las navidades compartidas.
“Lleida. Lérida. / yo no digo New York. / Girona. Gerona / yo no digo Milano. / Generalitat. Generalidad. / Yo no digo House of Commons. / Parlament. Parlamento. / Yo no digo Assemblée Nationale (…) / Habría muchos más ejemplos. Era una cuestión de cortesía. / Se pronunciaba con gusto, / por respeto, por defender otra lengua. / Pero ahora yo ya no. / Uno siempre tiene el derecho / de llamar a los nombres y a las cosas / como le dé la gana. / Aunque no le entiendan. / Y ahora ya no me importa si no me entienden. / Porque mi patria son mis palabras. / Las que yo elijo. / No las impuestas”, escribe.
El exilio de los poetas republicanos
Tornadijo es un amante de la poesía social y de la poesía política. Cree en su fuerza. En la de Celaya, en la de Otero. En la de Alberti o Machado o Cernuda. “No me siento valiente por haber escrito esto, aunque me lo dicen mucho. También podía haberme quedado, pero necesitaba empezar de cero. Borges decía que el exilio es muy fructífero literariamente hablando, porque la censura es la madre de la metáfora. Celebraba poéticamente eso: el vivir bajo cierta presión política. Contaba que cuando en la época de la dictadura argentina le propusieron ir a Harvard como profesor, dijo que no, que gracias, que él escribía mejor bajo la censura en Buenos Aires”, sonríe el autor.
¿En qué se parece y en qué se diferencia este exilio moderno y algo soft del catastrófico exilio consecuencia de la represión franquista? “Hay algo común en todos los exilios y es el dolor. Tengo en común ese dolor con Alberti. Los poetas republicanos se marcharon de España con una mochila llena de pesadumbre, de inquietud. La pregunta de donde parará uno, donde arribará. Yo creo que la poesía tiene cierta responsabilidad: cuando hay un conflicto político, no puede ser insensible, no puede ser distante. Tiene que mojarse. No puede escribir sólo sobre margaritas”, sostiene.
¿Poesía protesta?
Tampoco considera este libro “poesía protesta”, porque “a los nacionalistas les da igual que protestes”: “Yo siempre he sido un defensor de la cultura, de las lenguas, de lo autóctono, pero el nacionalismo es intransigente, arrogante y soberbio. ¡Tan despreciativo hacia España… que ha sido un gran país a lo largo de la historia! Navega en tal supremacismo moral, se cree tan por encima del bien y del mal, que al final lo he repelido”.
En algunos poemas tira de humor, como en En la peluquería: “Rapado en los laterales / con volumen en el centro / de media melena / rizado arriba / con raya / al cero tipo skinhead / con cresta (…) Con colegiala / con flequillo para disimular la mandíbula / con flequillo hasta las cejas / a lo Enrique Iglesias / a lo Sebastian Vettel / a lo Príncipe Harry / a lo Justin Bieber / a lo Puigdemont”.
Indultos, Sánchez y Rajoy
Pero quizás el poema más interesante y esclarecedor del libro sea Sola (dedicado “a Silvia”), donde habla de una mujer a la que marginan en el trabajo porque no quiere bajar a la calle a la manifestación en defensa de los llamados ‘presos políticos’. Habla de que se siente muerta de tanto ser ignorada: “…esos carmines de circo probablemente hablaban de ti / y murmuraban otra vez / cuán de derechas eras, peor / sabías que les dabas asco / porque te gusta Madrid y Granada y Galicia / con sus baladas”.
Escribe Tornadijo sobre el sentirse arrinconado. Sobre el comer solo cada día. Sobre el verse satirizado constantemente. Sobre el escuchar risas a tus espaldas. Según dibuja su sentir, ser constitucionalista en una Barcelona independentista era casi como padecer bullying todos los días durante décadas.
¿Qué opina de los indultos? “Opino que luego vendrá la amnistía, y luego otro juicio, porque serán detenidos (o no) Carles Puigdemont y los suyos, y luego vendrá un segundo indulto para ellos… el problema del nacionalismo es que nunca tiene suficiente. Es lo que ha pasado con la configuración en el caso de la España del estado de las autonomías. Está bien descentralizar y recuperar lo propio y lo autóctono, pero el problema es cuando eso acaba en desmembramiento, en puzzle troceado. Esto no terminará: luego querrán cambiar la Constitución, luego seducir a las empresas que se fueron de Cataluña… seguiremos hablando de esto dentro de cinco y de diez años. Son dos generaciones perdidas, sino tres”, resopla.
“No estoy especialmente a favor de los indultos, pero creo en la magnanimidad. Creo en la política de negociación. Prefiero que Sánchez indulte a la inacción de Rajoy. Prefiero no dejar que las cosas se pudran y se enconen”. Bien. Una última cosa. ¿Cómo definiría España? “Como una nación inacabada, desgraciadamente. Desde Felipe II no levantamos cabeza”. ¿Y Cataluña? “Pesadumbre. Y decadencia”.