El Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) afronta una revisión crítica de la obra del artista y arquitecto Antoni Gaudí con una gran exposición coproducida con el Museo de Orsay de París, en la que, a través de más de 600 piezas, se refuta la idea de que era un genio aislado e incomprendido.
La exposición es el resultado de una intensa labor de investigación por parte del comisario Juan José Lahuerta y de restauración por parte del MNAC, que propone, en sus palabras, "liberar al arquitecto de los tópicos y de las visiones reduccionistas" con las que se le ha ido cargando a lo largo del tiempo.
Este proyecto, añade, muestra a "un Gaudí que no era un genio aislado, fuera de su tiempo e incomprendido, y lo sitúa en el contexto internacional", al presentarlo junto con un conjunto de obras de artistas como Auguste Rodin, Geoffroy-Dechaume, Viollet-le-Duc, Thomas Jeckyll o William Morris, enmarcado en el movimiento del art nouveau.
Ilustra su discurso Lahuerta con más de 600 obras, entre objetos arquitectónicos, de diseño y mobiliario, pinturas y esculturas, documentación, planos y fotografías, que ubican a Gaudí no sólo en un contexto artístico y arquitectónico específico, local e internacional, sino también en el marco de "estrategias políticas, ideológicas y estéticas bien concretas".
La exposición, que estará abierta al público desde mañana viernes hasta el próximo 6 de marzo de 2022, muestra por primera vez piezas durante años olvidadas, como el espectacular mueble recibidor del piso principal de la Casa Milà (La Pedrera), que fue desmontado en los años 1960 y cuyas piezas se dispersaron, o el busto de la Fuente de Hércules de los jardines del Palacio de Pedralbes.
También son inéditos los yesos que sirvieron para modelar las esculturas de la Sagrada Familia; las fotografías del Park Güell que formaron parte de la exposición dedicada a Gaudí en París en 1910 y que no se habían vuelto a exponer; o uno de los tapices realizados por Josep Maria Jujol por encargo de Gaudí para los Juegos Florales de 1907.
Arquitectura comprometida
En el recorrido se descubre a un Gaudí de una "enorme complejidad", que capta como ningún otro artista las necesidades de la sociedad en la que vive, un tiempo de cambios radicales, y produce unas imágenes muy potentes.
Precisamente, el comisario plantea que al margen de "los términos hagiográficos, formalistas, folclóricos o esotéricos", útiles para convertir a Gaudí en "un gigantesco icono turístico", si se quiere comprender su obra no se puede dejar de lado el tiempo en el que vivió para ver cómo sus edificios se tejen con las estrategias políticas e ideológicas de su época, con "los deseos y necesidades de sus poderosos clientes".
El ejemplo más claro en la exposición es una escultura de la Sagrada Familia en la que el diablo entrega una bomba Orsini a un obrero: Gaudí concibe esta basílica como templo expiatorio de "los pecados del proletariado" que participa en ese momento en una violenta lucha de clases alimentada por el anarquismo y se enfrenta al pistolerismo patronal.
La arquitectura de Gaudí no es "formalista", sino simbólica, sostiene Lahuerta, es una arquitectura absolutamente comprometida con la vida de una Barcelona rota por la lucha de clases y las transformaciones artísticas radicales de la Europa convulsa del 1900.
La exposición antológica da testimonio de la intensa relación que Gaudí mantuvo con Eusebi Güell, su mecenas y entonces el empresario más rico de España, que puede recordar al vínculo que mantuvieron Luis II de Baviera con Richard Wagner, y que se concretó en un "programa principesco": un palacio en el corazón de la ciudad antigua, un parque suburbano y un templo.
Hombre de ideas profundamente religiosas, Gaudí evidencia su preocupación por la redención de la Iglesia y de la patria a través en su proyecto de "restauración litúrgica" de la catedral de Mallorca, que resuelve desplazando todos los elementos de su posición original para alcanzar nuevos significados simbólicos, y por el uso de técnicas y lenguajes más experimentales, con el diseño del mobiliario, las pinturas del coro o el uso de la tricromía en los vitrales.
Se cierra la exposición con la "doble fortuna" de Gaudí tras su muerte en 1926, a nivel local, pero también a nivel universal, cuando el Movimiento Moderno hace del arquitecto un "precursor" de las vanguardias y un "maestro" inopinado de artistas como Miró, Dalí o Tàpies.
Tras su exhibición en Barcelona, la exposición, que ha contado con el préstamo de 74 instituciones y colecciones de todo el mundo, viajará a partir de abril del próximo año al Museo de Orsay de París.