Juan Manuel Castro Prieto, el fotógrafo sin tópicos
El jurado del Premio Nacional de Fotografía reconoce que "su obra subraya aspectos oníricos de la vida cotidiana y escenarios lejanos".
5 noviembre, 2015 18:02Noticias relacionadas
Hay una foto de Juan Manuel Castro Prieto (Madrid, 1958) en la que ríe. Se la hizo su compañero Paco Gómez, en un viaje a Etiopía. El nuevo Premio Nacional de Fotografía es un sabio reservado, comedido huidizo, hosco y muy gruñón mientras no está de viaje. “La fotografía puede ser ventana o espejo si miras al exterior o te miras a ti mismo”, esta frase suya podríamos tomarla como axioma que da forma a su trabajo, una inmensa obra de cuatro décadas que hace del conocimiento de los extraños el descubrimiento propio.
Como esa paradoja que corre por el friso del Museo de Antropología, el museo de los otros: Nosce te Ipsum. Conócete a ti mismo, aprendiendo de los demás. Por eso no es un documentalista, ni un reportero, por eso es tan difícil etiquetarle, porque es un bicho raro aislado de tendencias. “Es un innovador en su forma de mirar, pero parte de la tradición más clásica de la fotografía española”, afirma Chema Conesa, fotógrafo, editor. Es técnico, meticuloso, humano, poco reportero y efectista.
Hizo su primera fotografía, un retrato a su abuelo Isidoro, en 1977, con película Kodachrome, que desapareció hace seis años del mercado, después de 74 años como el más célebre de los negativos. Castro Prieto vive acorralado. Cada vez hay menos papeles para positivar y menos películas para trabajar. Es el eslabón que empieza a perderse entre la fotografía analógica y la digital. El mundo de los químicos desaparece y con él una estirpe de fotógrafos con un “dominio absoluto de la técnica”. “Eso ahora no lo tiene nadie”, dice Paco Gómez a este periódico, que también llama la atención sobre un “ojo” único.
Fotógrafo total
Lo hace desde el negativo a sus visiones, porque Castro siempre ha luchado contra sí mismo: nació con una cámara de todos en la mano y renació en un laboratorio, en la oscuridad de las cubetas, alumbrando las imágenes sobre los papeles. Pero de esa parte suya, la del técnico de laboratorio, no quiere hablar, porque lamenta que ha tapado su labor creativa. Ha hecho grandes las fotos de los más grandes, desde Chema Madoz a Cristina García Rodero, sin olvidar a Alberto García Alix. Es el único que no elogia sus dotes técnicas, el único que tapa el trabajo que le hace ser un fotógrafo tan especial.
El premio le ha sorprendido en Chile, dando clase. No parece haberle alterado su ánimo habitual. Aún así alguno de sus colaboradores respira tranquilo: “Así deja de protestar”. “Es un fotógrafo que ha demostrado una obra absolutamente sólida y personal”, recuerda Conesa. “Sus fotos parten de su imaginario, conectadas con su forma de ver la vida sin perder la dimensión antropológica”. La misma que le llevó hasta Latinoamérica, tras los pasos y el archivo del fotógrafo Martín Chambi (1891-1973), del que salió el trabajo Perú, viaje al sol.
El jurado ha reconocido “su notable aportación a la fotografía española en su contenido y estética”. “Juan Manuel Castro Prieto ha innovado y transformado el lenguaje fotográfico tradicional, desde una perspectiva personal. Logra construir imágenes que exploran las huellas latentes de la memoria. Su obra subraya aspectos oníricos y literarios de la vida cotidiana y escenarios lejanos, creando un universo propio y original".
Esa dimensión onírica a la que se refiere el acta es un aspecto que destaca Chema Madoz: "Tiene una capacidad de recursos técnicos apabullante. Su propia experiencia y su vida se trasluce en todas y cada una de sus imágenes. Ha conseguido poner en pie un lenguaje en el que su propia vida se entremezcla con sus imágenes", cuenta el fotógrafo. "Hay una carga literaria a lo largo de toda su obra", añade. Quizá sea ese el motivo gracias al cual sus exploraciones a tierras lejanas no parecen las visiones exóticas de un turista.
Conesa incide en este sentido: "Lo más importante es hacer fotos donde otros no las ven. Tiene un sentido íntimo y poético entrelazado con sus sueños. Es un fotógrafo hecho a sí mismo". Un autor solitario, en contacto con la gente, en perpetuo viaje. "Es la persona con el ojo más preparado que he conocido", tajante Paco Gómez. No olvida la primera vez que le vio haciendo fotos: "Me dio la sensación de que podía transformar la realidad". Lo ha hecho, lo hace, lo hará.