La Fundación Casa Alba vende al Estado español la obra maestra de su colección por 18 millones de euros. La Virgen de la Granada, obra del maestro Fra Angelico (1390-1455), pasará a formar parte de la colección del Museo del Prado desde hoy, como ha podido saber este periódico, a pagar en cuatro años. La operación ha sido posible gracias a la colaboración entre el Estado (que aportará 10 millones de euros), la pinacoteca y los Amigos del Museo del Prado, cuatro millones de euros cada uno. El Estado tasó en 40 millones de euros la obra cuando viajó el año pasado a la exposición del Meadows Museum de Dallas. Fuentes del museo aseguran que en el mercado internacional alcanzaría los 50 millones de euros en subasta.
El Prado considera que es la mayor adquisición de los últimos 15 años, tras la compra de la Condesa de Chinchón de Goya, por 4.000 millones de pesetas (unos 24 millones de euros). En el catálogo de la exposición del CentroCerntro Cibeles, que mostraba las joyas de la colección de la casa se decía de la pintura favorita de la fallecida Duquesa de Alba que es “una magnífica composición que impide desviar la mirada consiguiendo de esta forma transmitir el espíritu más íntimo de la escena”.
El pago en cuatro años será sufragado por el Estado, la Fundación Amigos del Prado y la propia pinacoteca
El patrimonio histórico español vuelve a beber de las trifurcas aristocráticas por los lotes que descuartizan en mil pedazos el legado cultural familiar. Tarde o temprano las casas nobles sufren la dispersión de sus bienes por cruces entre ellas, expolios o herencias a la gresca. En este caso, junto a la venta figura una donación de una pequeña tablilla del mismo autor, que durante años estuvo atribuida a Masaccio.
Casa de Alba ha tenido uno de los árboles genealógicos menos problemáticos... hasta el fallecimiento de la última duquesa de Alba. La relativa proximidad con Carlos Miguel Fitz-James Stuart (1794-1835), séptimo duque de Berwick, decimocuarto duque de Alba y refundador del espíritu coleccionista original de la familia, ha facilitado un tránsito del legado artístico sin crispaciones, gracias, además, a la sucesión de primogénitos.
El soplo de Ingres
Carlos Miguel era amigo de Ingres, con quien coincidió en Italia en el primer cuarto del siglo XIX, donde compró esta extraordinaria tabla, que ha llegado hasta nosotros impecable seis siglos después. Fue el pintor francés el que debió recomendarle la compra de una pintura que no estaba de moda, aseguran desde El Prado, en pleno apogeo del Neoclasicismo. Entre 1814 y 1818 el duque visitaba galeristas, museos y coleccionistas con la intención de comprar pinturas y esculturas.
Compró mucha pintura, sobre todo flamenca e italiana: en 1817 se han documentado hasta 117 obras adquiridas en su viaje. Casi la mitad de ellas en Roma y la mayoría de maestros no italianos. A pesar de ello, destaca la virgen que ahora llega al Prado y que durante unas semanas podrá visitarse en el museo en la sala de Rafael, cerca de La Anunciación, también de Fra Angelico. Los especialistas sitúan el nuevo cuadro de la pinacoteca muy cercano a la famosa Virgen de la Humanidad, también del Estado, conservada por la Fundación Thyssen en Cataluña.
La Virgen de la granada ya estuvo en el Museo del Prado, cuando regresó de Ginebra, al acabar la contienda, junto al resto de las joyas que fueron evacuadas
Envuelta en un caparazón de cristal que la protege del contacto con el público se mostró el máximo atractivo de la colección la primera vez que salió del Palacio de Liria, después de la Guerra Civil. La Virgen de la granada ya estuvo en el Museo del Prado, cuando regresó de Ginebra, al acabar la contienda, junto al resto de las joyas que fueron evacuadas. Una muestra temporal, mientras finalizaba la reconstrucción del edificio de los Alba, la mostró por primera vez al público.
La deliciosa pintura se libró del bombardeo franquista que acabó con el Palacio, gracias a que fue trasladada a los sótanos del Banco de España, junto con otras obras para protegerlas. El manto lapislázuli que cubre a la protagonista, con unos pliegues naturales que abandonan la idea lineal del gótico internacional, la convierte en una obra maestra.
Fra Angelico es el último de los pintores religiosos, el último creyente entregado a la pintura como expresión divina, como experiencia doctrinal más política que contemplativa. La belleza es una transmisora de conocimiento y mensaje, no sirve para recrearse.