Malos tiempos para el Barroco. El éxtasis que hace retorcerse a la Santa Teresa de Bernini no es apto para el siglo XXI: la deliciosa pequeña muerte barroca que cinceló el maestro, entre 1647 y 1651, para la tumba del cardenal Cornaro, en la Iglesia de Santa María de la Victoria, en Roma, ha herido la sensibilidad católica al contrastarla con un orgasmo contemporáneo. Las alarmas ultracatólicas han actuado sobre la fachada de la Galería Fernando Pradilla de Madrid (en la calle Claudio Coello), que ha amanecido pintada con el mensaje: “Blasfemia”, y acompañado por el lema carlista: “Dios, patria y rey”.
El artista Juan Francisco Casas (La Carolina, Jaén, 1976) exhibe su último trabajo en la sala, titulado O(H)ROMAo(H)MORTE, un proyecto de claras referencias clásicas que nació para exponerse en la Real Academia de Roma en España. Entre las obras hay una presencia notable de la imagen de la Santa del escultor en varias obras. En una de ellas, una mujer desnuda parece masturbarse con una revista con la portada del rostro de Teresa en pleno éxtasis; en otra, la imagen aparece colocada entre los pechos de una mujer a la que no vemos el rostro; y una comparación entre dos orgasmos, el de Bernini y el de una chica contemporánea.
La técnica realista a bolígrafo con el que actúa desde hace una década el pintor despierta la evidencia sobre los retratos sobre violencia, sexo y religión que componen la exposición atacada. Sólo ahora reconoce Juan Francisco Casas que en la Academia de Roma el embajador español censuró el doble retrato y no pudo verse. “En Roma sólo se vieron una parte de las obras, a pesar de que fueron creadas para ese lugar”, explica a EL ESPAÑOL. “El embajador se negó a exponerlo. No quería jaleos y se retiraron”, cuenta. Francisco Javier Elorza, IV marqués de Nerva, diplomático de carrera y, también, embajador representante permanente ante la FAO y el PMA fue el primero en actuar contra las obras, según el artista.
A gritos de "¡Puta!"
Desde su inauguración, el pasado 30 de marzo, la galería ha padecido un rechazo que no conocía hasta el momento. Según cuenta el artista, un hombre entró en la galería acompañado por una pareja de policías para pedir que descolgaran las obras. Las quejas también hicieron que los responsables cubrieran el escaparate con un vinilo para ocultar el interior. A la entrada se aclara en una cartela que la exposición puede herir la sensibilidad del visitante. Pero quizá el momento más absurdo se vivió cuando una mujer entró para gritar a la imagen: “¡Puta!”.
“No queremos darle más importancia al asunto. No queremos ofender a nadie, pero defendemos lo que exponemos y al artista”, explica la directora de la galería, Covadonga Hernández. “Actuamos dentro de la libertad artística y de expresión de este país. Con estas pintadas te disgustas, te sorprende, pero mantendremos la exposición porque somos un país libre. Es un caso aislado, la mayoría de la gente que pasa por aquí sale satisfecha con lo que ha visto”, añade. “Lo que hay es un diálogo entre la obra clásica y la contemporánea. Nosotros no intentamos generar ninguna controversia. No queremos ofender a nadie”.
El hiperrealismo de Juan Francisco Casas ha tocado un orgasmo público y sagrado, y el espejo que ha colocado frente a la sociedad ha desvelado la hipocresía con la que se escondían las intenciones del arte y el artista. El artista dijo a este periódico días antes de su inauguración romana que quería hablar tan claro como hicieron en su día Bernini, Caravaggio, Pasolini, Cagnacci o Rafael. Estas referencias son las que se cuelan entre las casi 40 obras que se pueden ver.
Porno y arte
Casas reconocía entonces que colocaba su obra en un espacio “más explícito, más descarnado y más violento, mucho menos complaciente”. En sus últimos dibujos hay más drama y carne. “Ya me da igual la autocensura. Quiero jugar con todas las experiencias: no hay límite entre el porno y el arte”, decía horas antes de marcharse a Roma.
El resultado lo tenemos hoy en Facebook: “Qué medio público ni nada, simplemente hay que decapitarlo en la Plaza Mayor como escarmiento”. “Esto es intolerable… Una puñalada trapera… Que corra la sangre… Por Dios, por la salvación de este mundo impuro”. Juan Francisco Casas explica a este periódico que nunca se había encontrado con esta violencia contra su obra. “El problema no es el sexo, el tabú es la religión. Nunca habían pedido que me cortaran la cabeza”, dice.
De hecho, el espacio en el que se han hecho públicas las imágenes es en “Agencia Faro”, que se define como “servicio de prensa y documentación”, “comunión tradicionalista”, “Dios, patria, fueros, rey legítimo”. Al artista le llama mucho la atención que las imágenes que han publicado fueran realizadas en plena noche. “Deben de tener un equipo de reporteros cubriendo cada esquina, durante todo el día...”.
Agencia Faro define al artista como “especialista en pornografía escandalosa”. En el comunicado que han hecho en esta publicación se puede leer lo siguiente: “En la fachada de la Galería Fernando Pradilla, sita en el número 20 de la madrileña calle de Claudio Coello, han aparecido pintadas contra la exposición pornográfica y blasfema titulada O(h)ROMAO(h)MORTE del presunto artista Juan Francisco Casas, que atenta gravemente contra la imagen de Santa Teresa de Jesús, Copatrona de España”.