A los pies de Botticelli
Venus sale decidida de su concha, desnuda, sin tapujos. Está resplandeciente, sabedora de su dignidad y su divinidad. ¡Es una diosa! Imagina unas zapatillas de diosa...
28 agosto, 2016 02:01Noticias relacionadas
Sé quién quieras ser y no mires con quién. “Toda mi vida he intentado ser un fraude. No estoy exagerando. Casi todo lo que he hecho todo el tiempo es intentar crear cierta imagen de mí mismo en los demás. La mayor parte del tiempo para caer bien o para que me admiraran”. Lo escribe David Foster Wallace, en El neón de siempre (incluido en Extinción). Ser aplaudido, admirado. Lo que sea, como sea. Aprobado. Cuanto más tiempo inviertes en impresionar, menos atractivo te sientes y más fraude te descubres. Cuanto más fraude te sientes, más te empeñas en impresionar. Un-no-parar que te conduce a unas zapatillas hechas por una marca para un museo, estampadas con el Nacimiento de Venus, de Botticelli.
El fantástico mundo kitsch del souvenir está siempre en promoción, inventando. Reciclando para que trates de ser lo que no eres. Sólo triunfa lo que parece auténtico. Ellos tienen lo que buscas: una marca personal distinta, relevante, inolvidable. Aspiras al ejemplar único. Cada detalle cuenta. Cuídalo. ¿Qué prefieres ser un Honda (seguro y funcional), un Maserati (exótico y espontáneo) o una bicicleta (amigable y eficaz)? ¿Qué prefieres ser un Botticelli (vital y tierno), un Goya (oscuro y crítico) o un Picasso (original y decidido)?
Con los cachivaches de la vida, lo importante siempre está por empezar. Unas botas de Botticelli (perdón por el chiste) parecen importantes. Porque lo son: media vida tratando de inventarnos. Como Venus, alegoría de la vida natural que se renueva todos los años. Renovarse cada temporada es natural. Este cuadro forma pareja narrativa con La primavera, donde Botticelli descubre el momento inmediatamente posterior, ya como soberana de su reino. Venus es una mujer independiente y autónoma. Atrevida y sin prejuicios, cuya aparición súbita de la desnudez cautiva una época que no acostumbra a ese descaro. Venus, el símbolo reconfortante de la renovación de la vida, es la mejor marca a la que asociarse.
Las zapatillas están hechas a mano en Italia, con “materiales de alta calidad” y en exclusiva para los Uffizi, donde se encuentra el famoso cuadro de Botticelli. Avisan de que puede haber detalles que varíen la obra original. Cuestan 115 euros. Al pintor le habrían gustado. Su humanismo italiano no le hacía ajeno, sino todo lo contrario, a la visión lúdica de la vida y del arte. Horacio escribió que tanto a pintores como a poetas se les debe permitir y pedir ciertas libertades. Hace referencia a la “osadía” como marca propia de ellos. La misma osadía que seis siglos después tiene el kitsch con sus diseños de fantasía para los souvenires.
No podemos olvidar algo importante: una mutilación de genitales es el origen de la vida. Los de Urano, cuyo semen cae al mar, de cuya espuma nace Venus. Y ella sale de la concha, se muestra, no se esconde ni se encoge en su concha. Está resplandeciente, sabedora de su dignidad y su divinidad. ¡Es una diosa! Céfiro y Cloris-Flora acompañan a Venus. Soplan desde la izquierda y ayudan en el caminar procesional de Venus. Ambos exhalan flores que acompañan y adornan la marcha de la diva. Por si fuera poco, preparan una alfombra de pétalos en la que reposará sus pies tras salir de la espuma… Imagina vivir en una alfombra roja permanente, una vida de admiración y aplauso, como la que describe agriamente David Foster Wallace. Un éxito, un fraude. Posiblemente, porque no calzó estas zapatillas.