Hace dos años el Tribunal de Cuentas fiscalizó los balances económicos del Museo Thyssen-Bornemisza y concluyó que el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte debía crear un mecanismo para intervenir en la contabilidad del museo. El organismo público reclamaba mayor control en el gasto y en la aplicación de los presupuestos y en una partida concreta: el déficit dotable. Las cuentas del museo en 2015, que descubre hoy el BOE, desvelan que la dirección de la institución casi ha multiplicado por dos este déficit, a las puertas de celebrar los 25 años del nacimiento del museo.
Esa partida se cubre anualmente con subvención directa en función de las pérdidas acumuladas por el museo el año anterior. Es una subvención a la carta. En 2015, el Thyssen recibió una inyección de 5.336.255 euros (en 2014, fueron 2.553.790 euros). En 2009, el primer presupuesto después de la caída de Lehman Brothers e inicio de la crisis financiera mundial, el museo recibió por la misma partida la cantidad de 1.861.391 euros. Casi cinco veces menos que la última auditada. Es la subvención más alta recibida por el museo en la última década, lo que revela un estado deficitario inaudito hasta hoy.
La institución pública, gestionada por la Fundación Colección Thyssen-Bornemisza, recibe anualmente del Estado, a fondo perdido, esta cantidad variable en función de las pérdidas generadas. Ningún otro museo público tiene este riego de dinero público a discreción para tapar los agujeros en la gestión de las cuentas.
El "no" de las marcas
Al aumento de las subvenciones se le añade una llamativa caída de los ingresos por patrocinio: de 1.131.334 recaudados en 2014, el museo sólo ha logrado 363.199 euros en 2015, un 68% menos. Es la captación de fondos privados más baja de los últimos diez años del Museo Thyssen-Bornemisza. El director artístico del museo, Guillermo Solana, en entrevista a Europa Press, reconocía hace un mes el fracaso. Lo justificaba argumentando que las marcas han preferido emigrar de los contenidos culturales a los deportivos, porque “la crisis ha convertido a las instituciones culturales en juguetes para ricos”. Sin embargo, otros como El Prado mantienen intocable los ingresos por patrocinadores.
La autonomía no sólo se ve mermada en el capítulo de la fuga de patrocinadores, tal y como se observa en los ingresos obtenidos por la entidad, esperaba recibir 992.019 visitantes en 2015 y quedaron en 967.908 personas. Hubo menos visitantes respecto al año anterior, cuando pasaron 1.004.470 personas. Menos personas significa menos recaudación: de 8.210.924 de euros en 2014 a 6.584.800 euros, un 20% menos. Llama la atención que la entrada gratuita, a pesar de ser el museo público con menos horas libres para la visita, crece hasta el 31%.
En el apartado de los ingresos generados por la tienda -uno de los capítulos más fuertes de la institución-, el museo ha recaudado casi un millón de euros menos de lo que creían que iban a recaudar. Suma 3.586.722 euros; en 2014, 3,9 millones de euros; en 2013, 3,5 millones; en 2012, 4,9; en 2011, 4,9 millones de euros; en 2010, 3,9 millones de euros. Al tiempo que los ingresos propios caen en picado, crece el gasto personal en casi 250.000 euros, tras la contratación de tres personas para el equipo de administración.
Pérdidas fuera de control
El Tribunal de Cuentas denunció en su informe de 2013 -el primero realizado a la entidad- que el museo tiene “una significativa dependencia de los ingresos por afluencia de visitantes”, cuya previsión “no resulta factible determinar con exactitud”. De esta manera, subrayaba que la dirección no es capaz de evaluar con claridad cuáles son las necesidades reales de tesorería para determinar el presupuesto. En la última década, el museo no ha sido capaz de controlar sus pérdidas. Sólo en 2011, debido a la exposición dedicada a Antonio López, la dirección ha logrado ajustar un balance positivo en las cuentas.
Por último, el BOE señala que el pleito mantenido por el cuadro Rue Saint Honore de Pisarro con los herederos del dueño de la pintura antes de que fuera robado por el ejército nazi y comprado por el padre del barón Thyssen, no ha finalizado. En enero de 2016, los demandantes recurrieron la sentencia a favor de la Fundación como legítima propietaria del cuadro, pero esta vez con el apoyo de diversas personas e instituciones: Bet Tzedek Legal Services, Comunidad Judía de Madrid, Federación de Comunidades Judías de España, The 1939 Society, José Luis de Casto, The Attorney General of California y The Commission for Art Recovery.