Fumiko Negishi ha mantenido una doble vida durante 20 años: por la mañana, pintora figurativa en el taller de Antonio de Felipe, conocido como “el Warhol español”. Por la tarde, pintora abstracta. Ella vino a España hace 23 años por Tàpies y Miró. Los adora. Fumiko respeta tanto a la Fumiko de la mañana como a la de la tarde, porque dice que es la misma mano, la misma artista. De hecho, ha decidido dar el paso al retrato y, quién sabe, quizá se infle a pintar Antonios de Felipes. Ha demandando al autor de la firma de sus cuadros porque rompió la confianza al despedirla, “no por venganza”. Responde a Antonio de Felipe: “Acepto el reto, pintemos juntos la misma obra”. Dice que donde sea, “delante del juez o en la redacción de El Español”.
¿Se considera “obrera” de la pintura?
Si pintar todos los días 5 horas es ser obrera, pues soy una obrera. Pero la mano de una persona expresa algo. Los obreros también. Cuando una obra conmueve no importa si eres obrera. Es un lenguaje más allá de la letra. Estoy convencida de que en la obra de una obrera hay arte. Si no, sería una obra industrial. Soy obrera de obra artística, no obrera de obra industrial. Una obra de arte se puede comprar, pero sus pinceladas no dejan de ser de ese artista. Las huellas no se pueden borrar. No puede poseerlo y no puede comprarlo.
¿Dónde se formó?
Estudié en la Facultad de Bellas Artes de Tokio. Siempre fui pintora abstracta. La vida de artista es bastante difícil, por eso he dedicado 5 horas al arte de Antonio durante 20 años y el resto a mi arte.
¿Por qué ha estado tanto tiempo callada?
Porque éramos una familia y teníamos una confianza. Todo me parecía bien porque le creía de mi familia. Pero cuando me despide lo veo claro, aunque poco a poco me había ido desengañando y descubriéndole porque le costó mucho contratarme. Me daba la sensación de que lo que yo pedía era malo. Le pedía un contrato. La relación que creía no era como yo la imaginaba.
¿Y nunca dijo que la obra de Antonio de Felipe era suya?
Yo he sido coherente, no he querido decirlo. Al principio estaba muy contenta y decía que me iba a trabajar para el taller. Un día se lo dije a una galerista amiga y él me llamó la atención para que no fuera diciendo que trabajaba allí. Así que dejé de decirlo. Además, su obra tampoco me aportaba demasiado y no tenía por qué decirlo.
¿No le gusta la pintura, su pintura, la de Antonio de Felipe...?
No me gusta. El concepto no me gusta. Pero al pintar disfruté mucho con la dimensión figurativa. No he sufrido durante 20 años trabajando en algo que no me gusta. He disfrutado del oficio, no del concepto. No me gusta desde los títulos, ni la composición. No entiendo por qué hace eso. Por ejemplo, me hizo mucha gracia lo de Marlon Brando. Lo cambió por “Melón Brando”, con fondo amarillo. No entiendo eso, ¿por qué tiene que poner este título? Lo estropea un poco. Él dice que eso es profundidad, pero para mí es todo lo contrario. La pintura ya habla por si misma, aunque no tenga concepto. Son más un anuncio que una obra de arte.
¿A qué se dedica ahora que no trabaja en el estudio de Antonio de Felipe?
Ahora me dedico a mi pintura y tengo varios proyectos en marcha. He decidido que me voy a dedicar a hacer retratos. Quiero abrir la vía del retrato, porque yo hasta ahora era abstracta y sólo mantenía un diálogo interior conmigo misma. Pero con el retrato encuentro la comunicación con el exterior. Me gusta muchísimo.
¿Podría hacer lo mismo que hace Antonio de Felipe?
Por supuesto que no: yo no soy artista pop. No se me pueden ocurrir sus ideas. Pero también quiero decir que una obra de arte, una pintura, cuando la realizas, es una obra de arte. ¿Qué sería una pintura, sin la pintura? Una persona que tiene mano y trabaja, tiene una característica clara y deja su huella en lo que trabaja.
¿Era la única persona que trabajó con él?
No. Había otra persona más. Pero venía de vez en cuando. Entré en su taller en 1997, lo conocí en un taller de estampación donde trabajaba. Al principio, sólo hacía planos, pero poco a poco empecé a hacer todo lo demás. Hasta que terminé haciéndolo todo yo. Entre 2004 y 2006 me fui a Japón a tener a mi hija. Hicimos un casting para contratar a dos personas que continuasen mi trabajo. Al regresar, las dos personas que yo seleccioné ya no estaban. Había un chico que se molestó porque yo volvía a mi puesto.
¿Cuánto cobraba?
Cuando conseguí que me hiciera el contrato, en 2015, 1.300 euros.
¿Y antes no tenía contrato?
No. Era autónoma y me pagaba una parte en “A” y el resto, mucho más, en “B”. Con contrato también mantuvo el “B”.
¿Si pintaran juntos podríamos distinguir una obra suya de una de él?
Ojalá que él pinte, porque ya verás que somos distintos.
¿Y si el juez les pide que pinten delante?
No creo que el juez pida que pintemos, porque querrá una decisión rápida. Para tomar una decisión sobre la autoría del trabajo, recurrirá a un profesional que reconozca trazos. Un tasador.
¿Qué ocurriría entonces?
Si pintamos juntos, se notará la diferencia y será peor para él. Porque tendrá que reconocer todo lo que he dicho. Si desde el principio hubiera dicho que tiene taller no habríamos llegado a este punto.
¿Por qué cree que nunca lo ha dicho?
No lo sé a lo mejor está un poco acomplejado. En su interior hay algo que le impide decir la verdad.
¿Él ha pintado obras alguna vez?
Yo creo que antes de 1996 él pintaba y todo lo de aquella época es su estilo realmente. No quiero negar que él pinta, pero lo que digo es que desde que yo entré a trabajar ya no lo hace. Es mi obra. Quiero que pinte y desarrolle su arte. No discuto si soy mejor o peor.
¿Qué cree que ha aportado usted al trabajo de Antonio de Felipe?
He aportado volumen. Para tener más seguridad, si miras cuadros de antes de 2006 y comparas después de 2006, ya verás lo distinto que son. Aunque ya trabajaba mucho antes. Se ve la diferencia.
¿Ha estado usted en alguna inauguración de sus exposiciones?
Sí estuve en Graffiti Pop y en Pop Sport, en Casa de Vacas.
¿Y cómo se sintió allí?
No tenía ningún sentimiento especial.
Pero era su obra.
Era mi obra, pero estaba hecha en su taller. Soy coautora, no me sentía la autora principal. Para él trabajar era hacer entrevistas, que también es un tipo de trabajo. Los que me conocían sabían que yo era la autora.
¿En las inauguraciones la gente sabía quién era usted?
A mí me conocía la gente que podía entrar en el taller del fondo, en el que yo trabajaba. La hija de quien me presentó a Antonio siempre estaba en todas las inauguraciones. Parte de la familia de Antonio también me conoce y algunos de sus amigos. Hemos ido a comer juntos en Navidad, en comidas de empresas y los cumpleaños.
¿Le felicitaban por la obra?
No. Me saludaban. Felicitaban a Antonio.
¿Él estaba contento con su trabajo?
Él estaba contento porque yo pintaba bien. Pero su lenguaje no es hablar con la pintura, sino con los componentes y los conceptos. Él sigue siendo pintor, le gusta la pintura.
¿Cuántas pinturas hacía?
Podía hacer hasta tres al mes, si eran difíciles. Si son fáciles, uno a la semana. Depende del tamaño.
¿Repetía los cuadros?
Sí. Él decía que intentase cambiar algo, como el color de los labios o así para que fueran originales. De Audrey Hepburn, no sé ni cuantas veces lo hice. Muchísimas 50 o 40. De Marilyn también..
¿La serie que compró el IVAM las pintó usted?
Sí, son mías. Y la del niño, también. A Antonio esa le gustaba mucho.
¿“Al niño le gusta pintar bambis (o autorretrato infantil)” es suya?
Sí claro.
¿Está segura?
Sí, estoy segura.
¿Sabe que al entonces director del IVAM, que encargó la compra, esa obra le parecía “de gran calidad”?
Ah, ¿sí? Fíjate, qué artistazo es [risas].
Por cierto, ¿ha comprado Pedro J el retrato que le ha hecho?
Es un regalo. Para mí era una oportunidad, necesitaba tener un apoyo y pintar el cuadro en la redacción era una oportunidad para demostrar cómo lo hago.