De derechas, putero y creyente. Así es, a grades rasgos, Chester Brown, dibujante canadiense que está de gira por Europa para presentar María lloró sobre los pies de Jesús (Ediciones La Cúpula, 2016), una novela gráfica en la que versiona algunos pasajes de la Biblia convirtiéndolos en historias de prostitución. En el libro, Brown reescribe, por ejemplo, la “parábola de los talentos” haciendo que uno de los tres criados que tienen como tarea guardar el dinero de su señor durante su ausencia se lo gaste en un burdel. “Al Dios en el que creo no le interesan las cuestiones morales”, dice un hombre que mantiene una relación contractual desde hace 14 años con la misma prostituta. “Ha leído el libro y dice que estoy obsesionado con el tema. ¡Tiene razón!”.
“El cuerpo no es para prostituirlo sino para la gloria del Señor. ¡Abandonad la prostitución!”. En estas palabras escritas por San Pablo está, según Brown, el origen del rechazo al sexo de pago. “La visión que han dado las Escrituras de las relaciones sexuales en general y las pagadas en concreto es nefasta. Nos hace sentir culpables y en ningún libro he encontrado a Jesús en contra de practicarlo ni de contratarlo".
Asegura que esa culpa que han promocionado las distintas iglesias cristianas, pero también otras religiones, ha dañado por igual a los de su generación (tiene 56 años) que a los milenials. “Estoy seguro de que Jesucristo aprobaría la prostitución”, dice quien en el libro convierte a la virgen María en una meretriz embarazada de un cliente, no del Espíritu Santo.
De la ficción a la primera persona
Brown empezó a hacerse un nombre en el cómic underground en los años ochenta gracias a su tira Yummy Fur, éxito que siguió con Ed el Payaso feliz, personaje con el que mostró sus dotes para el absurdo y lo patético y cierto gusto por los perdedores. Con My Mom Was a Schizophrenic (Mi madre era una esquizofrénica) pasó de la ficción a los hechos e investigó sobre la imagen y el tratamiento de dicha enfermedad a lo largo de la Historia. De la querencia por la realidad, parió la biografía de Louis Riel, líder del pueblo métis que en el siglo XIX se enfrentó al gobierno de Canadá; y de su pasión por los fracasados, El Playboy, una historia en la que narra su relación con la revista creada por Hugh Heffner y que anticipa el tema de Pagar por ello, donde se atrevió con la primera persona.
“El cliente de prostitución apenas habla y por eso decidí narrar mis experiencias". En sus páginas, Brown explica que empezó a frecuentar prostíbulos cuando su novia lo dejó e indaga en la vida de las trabajadoras sexuales, entre quienes dice tener muchas amigas en Canadá. Como ocurre en María lloró… también aquel trabajo aportaba mucha documentación aunque Brown no pretende ser periodista, ni historiador. A veces, ni siquiera aspira a ser muy preciso. Por eso, en las casi cien páginas de bibliografía, notas y epílogo que tiene el libro que ahora presenta en España no duda en reconocer que algunas de las versiones o detalles que da de las historias bíblicas escogidas son “especulación pura".
Sexo, no pareja
“Cuando me separé, me di cuenta de que necesitaba y deseaba tener sexo, pero no una pareja". Brown contesta con calma, da algunas respuestas del tirón, pero otras las piensa un buen rato, sin prisa. Su voz aflautada contrasta con lo que dice. Mira fijamente a los ojos mientras atornilla su extrema delgadez en el asiento, como si estuviera siempre listo para recibir un disparo. O una pregunta incómoda. ¿Es este libro una forma de justificar a través de la religión que es usted un putero? Se remueve en el asiento y estalla en una risotada: “Algo de eso hay, sí". Sobre su vida personal, asegura que es un hombre enamorado y sexualmente satisfecho. “Lo que no tengo es una relación romántica y creo que nunca más la volveré a tener. Soy feliz, me gusta mucho ella y está bien que ella no este enamorada de mí. Es su trabajo y para mí sería raro que fuera de otro modo".
Chester Brown nunca quiso dedicarse a dibujar superhéroes, pero el retrato que hace de refilón de Jesucristo casi podría pasar uno. Su Jesús, construido sobre todo a partir de los libros del ex sacerdote y estudioso de la Biblia, Dominic Crossan, es humano, comprensivo y no divino. Durante un tiempo, el dibujante canadiense también fue lector de los trabajos de Emanuel Swedenborg, de quien le atrajo su visión más mística del cristianismo. “Pero hoy no puedo aceptar sus teorías". Brown habla del cielo y del infierno con la misma naturalidad que emplea para explicar que para él, la prostitución es un trabajo como otro cualquiera. “Como el que tuve yo cuando era joven en una tienda de fotografía. No era lo que más me entusiasmaba, pero era un trabajo".
Mezclar fe con entrepierna
Al repasar la extensa bibliografía que ha empleado para escribir y dibujar María lloró…, da la sensación de que con todo el material Brown ha hecho un mejunje propio. “Yo, como mucha gente, me he confeccionado un cristianismo a medida”, explica este hijo de padres baptistas que cuando tenía ocho años cambiaron de congregación y se unieron a la Iglesia Unida de Canadá. “Era un centro más liberal que el de los baptistas que hoy en día ya ordena a las mujeres como sacerdotes y tiene ministros homosexuales".
Aunque la contraportada habla de su nuevo libro habla de que contiene “pequeña pinceladas de erotismo”, en María lloró… no hay más que algún pene, bastantes tetas y muchísimas nota al pie. También hay algún error de ambientación: cuando, por ejemplo, incluye monedas en la historia de Rahab, cuando aún no existían. Lo que choca también, a pesar de que plantea un tema tan atrevido como el de unir fe y entrepierna, es que su epílogo esté lleno de descargos: “Estoy adaptando una historia antigua, no haciendo propaganda procarnívora”, dice a modo de disculpa a veganos y vegetarianos en la historia de Abel y Caín.
También aparece esta: “Hay personas del movimiento por los derechos de las trabajadoras sexuales a quienes les incomoda que use la palabra ‘prostituta’”, dice en el libro para explicar que lo hace por no cometer un anacronismo. “Espero que sepan perdonarme”, añade sin rastro de sarcasmo.
De Reagan a Trump por un prepucio
“Con María lloró sobre los pies de Jesús no he tenido problemas. Algunas personas han mostrado su desacuerdo con mis puntos de vista, pero lo han hecho educadamente”, cuenta el autor y asegura que tuvo encontronazos más desagradables con Pagar por ello. “A mi editor le llegaron miles de correos idénticos pidiendo que retirara el libro del mercado. Pero nunca me he sentido en peligro".
Sus viñetas, en blanco y negro, tienen siempre un regusto tristón, pero nunca les falta humor. Tampoco en la conversación, en la que se muestra muy educado y dispuesto a hablar de todo en tono risueño. Cuando sale a relucir Charlie Hebdo, Brown se pone más serio y dice, sin dudar, cuál es el límite de la libertad de expresión de un artista: “Ninguno. Cuando uno dibuja o escribe en clave de humor lo tiene que hacer libremente".
No hay límite en la libertad de expresión de un artista. Cuando uno dibuja o escribe en clave de humor lo tiene que hacer libremente
Por una de sus humoradas, hubo quien lo colocó en su día como fan de Ronald Reagan, cuya cara usó como prepucio para uno de los muchos penes que ha dibujado. ¿Lo hizo por admiración o como provocación? “Ni por una cosa ni por otra. En realidad, quería poner la cara de un político canadiense, pero como tengo mucho público fuera de mi país, tuve claro que nadie sabría quién era. Así que escogí a Reagan".
Asegura que si hoy tuviera que volver dibujar aquella historia, el papel de prepucio se lo daría a Donald Trump: “Pero no creo que lo haga”, dice alguien que se declara de derechas. “Soy de derechas en un contexto canadiense y lo remarco porque creo que es distinto que en otros lugares. Defiendo que se reduzcan las estructuras de gobierno y que los impuestos sean bajos, pero en los derechos individuales soy progresista".
Contra Justin Trudeau
Brown dice estar a favor del aborto, de la legalización de las drogas, de los matrimonios del mismo sexo, de que los países acojan refugiados e inmigrantes y les den opciones. Esa apertura de mente no la ve en el nuevo presidente de su país, Justin Trudeau. “Es muy popular y parece un hombre abierto, pero yo no creo que lo sea tanto". Trudeau, que está a favor de legalizar la marihuana, pone pegas para legalizar la prostitución, que en Canadá es punible para el cliente, no con una multa económica, sino con cárcel. “Trudeau se ha declarado feminista y como tal, ve la prostitución como una forma de violencia contra las mujeres. Yo, sin embargo, lo veo viable pues en Canadá sólo el 2% de las trabajadoras ejerce a la fuerza".
Al decirle que según diversos estudios, en España el 80% de las prostitutas trabajan en condiciones de explotación, frunce el ceño. Para Brown ser “prostituta o prostituto es un trabajo más”, a veces temporal o meramente alimenticio y dice no entender que las feministas estén a favor del derecho a decidir en el caso del aborto, pero no en el de la prostitución. “Antes se miraba mal a la prostituta y ahora se ve con peores ojos al cliente”, cuenta y añade que cree que la mayoría son como él. “Inofensivos, personas que buscan sexo y contacto humano, no hacerle daño a nadie".
La única vez que resopla y se piensa la respuesta durante más tiempo es cuando se le interroga sobre la responsabilidad del cliente en la trata de personas. “Es que tengo dudas sobre las cifras que se dan. Creo que son sensacionalistas, pero si el cliente detecta que la trabajadora ejerce en contra de su voluntad, tiene el deber de denunciar".