Pablo Jiménez Burillo, director del área de cultura de la Fundación Mapfre, quiere ser director de museo. Las exposiciones temporales que monta son marca de calidad y buenos préstamos; la empresa está boyante y se permite abrir sede en Barcelona; un museo público como el Thyssen es superado constantemente por la empresa aseguradora en sus propuestas culturales (como ocurre con las dos exposiciones de Renoir). Jiménez Burillo parece navegar en la cresta de la ola.
Pero le faltaba la dirección de un museo o algo similar para ser del club “de los mayores”. La fórmula más parecida que ha ideado es la creación de una colección estable de fondos del pintor Joan Miró (1893-1983), en los bajos del palacete de la sede madrileña: “Es un día especial. Llevamos más de 25 años organizando exposiciones temporales y hoy presentamos una permanente. Nos hemos hecho mayores”, ha reconocido en rueda de prensa.
Es un día especial. Llevamos más de 25 años organizando exposiciones temporales y hoy presentamos una permanente. Nos hemos hecho mayores
Cinco coleccionistas españoles, que prefieren mantenerse en el anonimato, han cedido en depósito más de setenta obras de uno de los talentos más internacionales del arte español del siglo XX. Lo han llamado Espacio Miró, que “nace con el deseo de impulsar la cultura, la difusión y el intercambio científico en torno a la figura y la obra del genial artista”, como explica Antonio Hueras, presidente de la Fundación.
Burillo ha querido destacar un modelo de cesión propia en los EEUU y “poco habitual” en España, con la que el patrimonio privado, oculto en las propiedades de sus dueños, sale a la luz para “compartirse con el resto de los ciudadanos”. De hecho, podrán intercambiar y prestar las pinturas, “tenemos el derecho de gestionarlas” durante los próximos cinco años (con derecho a renovación automática de otros cinco).
“Como ciudadano español estoy muy orgulloso”, ha declarado en un tono muy solemne Burillo. Casi de museo. Cuenta que la negociación con los prestamistas ha durado un año y que la empresa para la que trabaja no pagará nada por las obras, porque Mapfre se encarga de exhibirlas, conservarlas, darles difusión y pagar el seguro. Los dueños se ahorran todos estos gastos además del impuesto de patrimonio por tenerlas expuestas al público.
“Para nosotros es una satisfacción hacer posible que Madrid ya tenga un espacio dedicado a Miró. Este espacio hará de Miró un nombre importante en Madrid”, ha explicado Jiménez Burillo, que ha señalado el gran mural del Palacio de Exposiciones como la otra referencia Miró en la capital… ¿Y el Museo Reina Sofía? Ni está ni se le espera.
Nos da una visión totalmente diferente al Miró autorizado. Es un Miró Sorprendente
El historiador y especialista en el artista, Robert Lubar Messeri, ha asegurado a este periódico que el Reina Sofía expone poco Miró, que lo mejor que tiene está en exposiciones temporales alquiladas a museos de todo el mundo y que en los almacenes descansan joyas, lejos de la luz pública. Joan Miró, deseado fuera y olvidado dentro.
Según este experto, el Miró que se mostrará en la Mapfre es menos conocido, más expresionista, más claustrofóbico, más salvaje y brutal y luminoso. También está el pintor antipintor, que se atreve a rasgas el lienzo o compra cuadros en el Rastro y pinta sobre ellos. De estos hay cuatro expuestos, aunque Miró llegó a realizar diez. “Nos da una visión totalmente diferente al Miró autorizado. Es un Miró Sorprendente”, destaca Lubar.
El recorrido se inicia en la antigua librería de la sede, donde están situados los lienzos más grandes y la estancia dedicada a la relación entre Alexander Calder y el catalán, con varios móviles y los retratos en alambre de Miró y su mujer. En todos los ejemplos aparecen sus temas y sus recursos habituales: el pájaro, las constelaciones, la mujer… “Las formas se vuelven reales para mí a medida que trabajo. Es decir, más que disponerme a pintar algo, comienzo a pintar y según pinto, la imagen comienza a imponerse ella misma, o a sugerirse debajo de mi pincel. La forma se vuelve un signo de una mujer o un pájaro mientras pinto”, escribe el artista en 1948.
Una de las piezas más imponentes es Pájaros en un paisaje (1969-1974), donde la estética del negro lo devora todo y sólo es superada por el gesto espontáneo -bajo control- en la parte superior. Miró camina de la casualidad al cálculo, sobre todo, en el trabajo de los negros y en la serie de las cabezas monstruosas, que protagonizan la última parte del recorrido.
El valor que le dio a la intuición, su percepción de la realidad a través no de la razón sino de los cinco sentidos, su valor de la armonía y su sencillez pone en relieve la afinidad de su carácter pictórico con el sentido japonés del arte, país por el que estuvo muy influido y al que viajó en dos ocasiones, la segunda en 1969. Así queda reflejado en otro de los cuadros más llamativos: Para David Fernández Miró. Es un cuadro dedicado a su nieto (otro similar también a Emili), que despliega una historia alegre sobre fondos azules, llenos de libertad. El formato es similar el emakimono japonés, empelado para narrar historias ilustradas. Del sentido de la razón, a la razón de los sentidos.