Roma

Acostumbrados a los relucientes santos renacentistas, clérigos y cortesanos, los biempensantes se echaban las manos a la cabeza al ver a las prostitutas, mendigos o delincuentes que Caravaggio tomaba como modelos para sus pinturas místicas. Su herejía le costó la desaprobación del clero y el calificativo de pintor maldito, por muy genio del Barroco que se ya presumía a principios del XVII. Pero ahora sus musas vuelven a sus orígenes, a las calles, con la no menos sorprendente reacción de un público de periferia que resulta que valora el arte clásico, gracias al último exponente de la escuela caravaggiesca, el grafitero Andrea Ravo.

Porque, aunque parezca increíble, el spray de este joven es capaz de reproducir el estudio del claroscuro que desarrolló el pintor italiano durante décadas. Lo demuestra en La captura de Cristo, estampada en las vigas de un puente bajo una autovía; en La cena de Emaús, sobre la fachada de un edificio en obras; o en el célebre Joven con una canasta de frutas, también en el muro de una vivienda.

Aunque parezca increíble, el spray de Andrea Ravo es capaz de reproducir el estudio del claroscuro que desarrolló el pintor italiano durante décadas

Ravo, de 35 años, nacido en la ciudad lombarda de Varese, casi vecino del maestro Michelangelo Merisi, es decir, de Caravaggio, ha bautizado su proyecto como Retorno al Clasicismo contemporáneo.

Y con él pretende “crear una pinacoteca a cielo abierto”. “La intención es recuperar a los grandes maestros a través del spray, sacarlos fuera de los museos y atraer a un público amplio a algo que quizás no verían, para que lo conozcan y tengan interés de conocer el original”, sostiene en una entrevista telefónica.

Más pintor que grafitero

Considera su trabajo como “un puente entre el clasicismo y el arte contemporáneo”, aunque puestos a elegir etiquetas prefiere la de “pintor” antes que grafitero. “Me gusta decir que soy un maestro de orquesta que utiliza como instrumento el arte urbano. La diferencia es que en lugar de utilizar el óleo o el acrílico, uso las latas”, asegura, utilizando el término con el que los artistas callejeros llaman a su herramienta.

Uno de los grafitis del pintor Andrea Ravo.

Cierto es que la formación no le viene de firmar paredes de forma clandestina, sino que estudió en la Academia de Bellas Artes de Brera, una galería del pueblo en el que vive. Su abuelo pintaba figurillas, su padre era artista conceptual y su tío ilustrador. Así que cuando desde un proyecto de pintura urbana en la provincia de Varese le pidieron su primer trabajo, dibujó sobre un muro La captura de Cristo de Caravaggio.

Después le llegaron encargos del aeropuerto de Malpensa en Milán o de recuperación del territorio en Sicilia. “Decidí seguir con Caravaggio, porque me interesa valorizar el trabajo de los artistas en la zona en la que han tenido mayor influencia”, afirma.

Uno de los grafitis de Andrea Ravo.

Después de ser expulsado de Nápoles o Malta acusado de diversos delitos, el pintor barroco pasó una temporada entre las ciudades sicilianas de Palermo, Siracusa y Mesina. Y allí, en Mesina, decidió Ravo reproducir una de las obras más mediáticas de Caravaggio, La natividad con San Lorenzo y San Francisco de Asís.

Paisajes de Europa

La pintura, que descansaba en el Oratorio de San Lorenzo de Palermo, fue robada por la mafia en 1969 y nunca más se supo de ella. “Para mí supuso un orgullo pintarla –mantiene Ravo- y volvérsela a ofrecer al público”. “No se trata de querer sustituirla, sino de animar a la gente a descubrir nuestra cultura”, añade.

Por eso en el aeropuerto de Olbia, en Cerdeña, realizó su única obra no caravaggiesca, La prueba de la verdadera cruz, del sardo Maestro Ozieri. Insiste en que mientras se respete su trabajo, no distingue entre mecenazgo público o privado. Y su intención es dotar a su trabajo de vocación internacional. Para 2017 tiene en mente acudir a España, aunque de momento está en fase embrionaria. “Me gustaría también explorar los clásicos españoles, sobre todo Velázquez”, reflexiona.

La Natividad de Caravaggio, por Andrea Ravo.

Para el artista, “vivimos en una sociedad llena de imágenes, alimentada por las redes sociales. La idea es frenar un poco y echar la vista atrás de un modo más calmado, más tranquilo”. Y en su cavilación esconde una crítica al contexto en el que trabaja.

“Si tú has nacido delante de un edificio de cemento te parece normal. Por eso mi idea es cambiar este escenario contemporáneo, porque Europa estaba acostumbrada a otro paisaje muy distinto antes de que llegase la especulación inmobiliaria en los años cincuenta, como pienso que ocurrió también en España”, considera.

Uno de los grafitis de Andrea Ravo.

Y se da la circunstancia de que en la época del consumo rápido, su apuesta funciona. “La gente ha reaccionado muy bien, el arte contemporáneo ha evolucionado de otra manera, pero la demanda de volver al pasado existe”, declara Ravo. “Se trata sólo de instruir al público”, agrega. Al fin y al cabo, Caravaggio también era un artista que nadaba a contracorriente en un mundo cambiante.

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