Extraterrestres, El Bosco y la espada Excálibur: ¿hay un mensaje oculto en la Alhambra?
Un pintor valenciano asegura haber desvelado leyendas encerradas en la decoración del monumento nazarí, con una técnica fractal de desdoblamiento de imágenes.
5 enero, 2017 02:24Theo abre su ordenador portátil. Es una pantalla inmensa. Hace algo más de 20 años empezó a mirar La Alhambra con otros ojos. Disfrutaba de una beca de dos años en la Casa de Velázquez de Madrid, la mejor residencia para estudiantes de Bellas Artes de la capital, cuando entró a analizar al detalle la decoración de las salas de la ciudad palatina andalusí, en Granada. Su padre era guía turístico y él le acompañaba por toda España.
Hay una frase que el pintor valenciano repite e insiste en rescatarla de la memoria, como quien recurre a un hito capaz de encontrar el sentido a una vida: “Mi padre decía en la sala de las dos hermanas que el día en que alguien le pusiera colores a la cúpula se vería a los doce apóstoles. Pues lo he conseguido”. Hay orgullo y lamento en sus palabras. Su padre murió antes de que él atara cabos y encontrara en las molduras que decoran el palacio nazarí los motivos que inspiraron a El Bosco, así como una representación de la espada Excálibur, en la que aparecen Cristo, el rey Arturo, un musulmán y un cristiano.
A última hora de la entrevista, el pintor fractal abre otra carpeta de sus archivos personales y muestra un secreto que había guardado durante la entrevista: “Me habían dicho que esto no lo enseñara, pero ¿qué ves?”. El pintor amplía la imagen. Mirar es fácil, ver es otra cosa. Asegura haber encontrado naves espaciales acompañadas por los seres extraterrestres que las construyeron.
Lo llevaba en el corazón
Theo desmiga las paredes y bóvedas de mocárabes, de celdillas y alvéolos superpuestos. Primero fotografía y luego conjuga en su equipo, gracias a un software de imagen. Busca formas y referencias en la rica yesería con la que los arquitectos cubrieron los materiales vulgares de la estructura del palacio. “Lo descubrí porque lo llevaba en mi corazón”, dice. La luz y las sombras juegan un papel importante en su desvelo.
“Me di cuenta que El Bosco se inspiró en la Alhambra para realizar El jardín de las delicias. Así que apliqué la matemática nazarí al cuadro. El resultado fue sorprendente. Encajaban todas las figuras y estructuras”, dice a este periódico. Asegura ver todo el mundo caótico que El Bosco representa en la famosa tabla que se ve en el Museo del Prado. Theo está convencido de la coincidencia que ha forzado en su máquina.
Durante siglos la imaginación del Bosco ha perturbado por no encontrarle origen ni referencia. Sus motivos moralistas y seres híbridos tienen explicación, según el artista plástico: “Hay una fecha en los ojos del personaje central, ¿la ves? Dice 1487. Estoy seguro que estuvo aquí. Sin duda, para el Bosco la Alhambra era el paraíso de las delicias”. Asegura que todo El Bosco está concentrado en 40 centímetros cuadrados de una de las mocárabes: todos los elementos que sostienen la estructura principal de la tabla del Juicio final, del Jardín de las delicias.
La fuente del chorrazo
El pintor señala ahora la altura del chorro de las fuentes del fondo de la composición del famoso cuadro. Dice que tal proeza sólo era posible en Alhambra, gracias a la presión con la que bajaba el agua desde Sierra Nevada. Esas imágenes que se desdoblan sobre la pantalla de la poco usual investigación “demuestra que El Bosco es el primer artista en fusionar el arte y la ciencia”.
Theo se crió hasta los nueve años en ese autobús que cruzaba la Península Ibérica. “Me conocía el Prado de memoria, donde me marcó la obra de El Bosco, Velázquez, Archimboldo y la época negra de Goya. Nada comparable con el majestuoso edificio granadino, por el que paseaba cogido de la mano de su madre. Ahora, Theo cuenta que su meta es traducir el conjunto completo al lenguaje visual común, aunque sea poco común. En todos estos años no ha encontrado ni violencia ni sexo, “todo es belleza, belleza y más belleza”. La culminación de su investigación sería un proyecto de exposición para el lugar.
¿Está en contacto con la Alhambra? “Estoy en permanente contacto con el Jefe de investigación científica de restauración, Ramón Rubio. Ellos me dieron permiso para publicar mi trabajo de investigación privada sobre El Bosco. En estos momentos, estudian cómo ayudarme para investigar lo que tantos años ha estado oculto”, asegura.
El secreto, las matemáticas
El arte camina por el deseo de la irrealidad visible, construye lo que hay y no vemos. Así es el trabajo personal de este pintor, irreal y fantástico, cercano al Bosco. Misteriosos paisajes, antiguos castillos, mares, brumas, luces y tinieblas. Lo imaginado y lo visto sobre el lienzo, con “reminiscencias esotéricas, personalizadas reconstrucciones imaginarias de otros planetas lejano”, escribió Juan Ángel Blasco Carrascosa, comisario de la exposición Arte y ciencia, que Theo presentó en 2003, en la sede de la Obra Social de la Caja de Ahorros del Mediterráneo.
Su pintura inspirada en la geometría fractal -objeto cuya estructura se repite a diferentes escalas- encuentra reflejo en la Alhambra. “Es la cuna de la geometría fractal. Ellos aplicaron la geometría fractal a los relieves con variadísimas oquedades y estructuras en forma de mocárabes. El resultado es fascinante, el mensaje oculto es tridimensional”. Hace dos años que tiene permiso en el palacio nazarí para desarrollar sus investigaciones y encontró la espada Excálibur en el Cristo de la luz, hace ahora un año.
Theo señala lo que parece una espada y detrás de ella unos ojos y unos pómulos. “Es Cristo”. Le sorprende la veneración que le tienen en la cultura musulmana. “A pocos centímetros de él hay una leyenda epigráfica que dice: “En este jardín yo soy un ojo lleno de gozo y la pupila de ese ojo no es otro que nuestro señor”. Cuando descubrí la Excálibur tuve la sensación artística más maravillosa de mi vida. No podía creer lo que estaba viendo, lloraba y reía al darme cuenta de lo importante para todos nosotros que fue este descubrimiento”.
Paz con cosmonautas
No es fácil encontrar la simbología de la que habla el pintor, incluida en la imagen que ha construido a partir de los mocárabes. Ve un manto que forma la empuñadura y explica es que eso es una fuente de vida con agua, que cae en cascada hacia dos querubines con ornamentos de oro. En el centro, Theo ve un árabe y un cristiano intentando levantar una espada más pequeña, pero lo más curioso para el artista visionario es lo que define como “código de seis letras que hay en su empuñadura, girándola a la izquierda”. Ha creído ver en una de sus letras un símbolo hebreo.
La Alhambra es su jardín de las delicias, la utopía en la que el ser humano disfrutará sin violencia (ni sexo) de la vida. “Aquí no hay ni un centímetro al azar”, dice. La luz hace del monumento diferente cada segundo. “La Alhambra es el verdadero Arca de la Alianza, que contiene en su interior el pasado, presente y el futuro de la humanidad. Ahora empieza a hablar y nos va a dejar mudos”. Acaba de cerrar su ordenador portátil. Regresa a Valencia. Si su padre viviera le diría que no son 12 apóstoles lo que aparecen, sino “miles de cosmonautas en busca del paraíso”.