El próximo 17 de marzo, el Consejo de Ministros tendrá sobre la mesa el nombre de Miguel Falomir (Valencia, 1966) para que confirmen la decisión de la comisión del Patronato del Museo del Prado encargada de buscar sustituto para Miguel Zugaza (Durango, 1964), "harto" de la cúpula. Han decidido, como adelantó este periódico, que sea el Director adjunto de conservación e investigación y Jefe del departamento de pintura italiana y francesa (hasta 1700) quien se haga cargo de la máxima institución cultural española.
De Miguel a Miguel, el Prado cambia de director sin pasar por los requisitos de transparencia que exige el código de Buenas prácticas para las instituciones públicas. Y lo hace imponiendo en las reuniones de la comisión -en la que se incluyeron dos políticos, Javier Solana y Pilar del Castillo- el candidato favorito de Zugaza a las preferencias del presidente del Patronato, José Pedro Pérez-Llorca, cuyas esperanzas se centraban, como avanzó EL ESPAÑOL, en la Jefe del departamento de pintura española del Renacimiento, Leticia Ruiz (Santander, 1961). De esta manera, la posibilidad de la primera directora del Museo del Prado en dos siglos queda anulada.
Lo más llamativo del nuevo capitán del Museo del Prado está en su currículo: será el primer director no especialista en pintura española. Ni Velázquez, Goya o Ribera, Falomir tiene entre sus preferencias y mayores investigaciones la obra de Tiziano, Tintoretto y Rafael. De hecho, el Prado gana, pero Tiziano pierde: su mayor preocupación científica de los últimos años era acabar, junto con Ana González Mozo, el catálogo razonado de la obra del pintor italiano en el museo.
Científico, ¿y gestor?
Esa era la razón por la que cuando se dio a conocer la marcha de Zugaza, Famolir dijo que no quería que nada le sacara de sus archivos y sus investigaciones. No quería la dirección. Con el paso de las semanas, y ante las propuestas a discreción que Pérez-Llorca ha ido disparando sobre perfiles de lo más asombroso, Falomir ha caído en las redes de Zugaza y ha aceptado.
Quienes lo conocen valoran sus aptitudes científicas, más valoradas que sus capacidades como gestor. Apenas ha pasado un año y medio junto a Zugaza, el director que ha puesto en orden el organigrama y las funciones de la institución.
“Tiene una capacidad de percepción visual asombrosa, porque su visión de la Historia del arte es muy amplia. Ve más allá del cuadro, entiende el proceso de creación a la primera. Sabe conjugar la pintura con el contexto histórico”, cuentan a este periódico desde el Prado. “Además, tienen una capacidad de trabajo incansable. Le gusta ver pintura. Disfruta mucho mirando pintura”, añaden. Todo eso era lo importante antes de su nueva vida, ahora tendrá que negociar con el Ministerio de Hacienda los presupuestos.
Tiene una visión ambiciosa de la Historia del arte y representa una corriente en la vanguardia internacional
Por todo, Falomir no representa el continuismo de Zugaza, es un perfil completamente dispar al que será nuevo director del Museo de Bellas Artes de Bilbao. Todos destacan la necesidad de que el director fuera un hombre de la casa, que conozca los despachos y a las personas. Veinte años lo avalan. “Tiene una visión ambiciosa de la Historia del arte y representa una corriente en la vanguardia internacional”, explican otras fuentes consultadas. “La autoridad intelectual es fundamental para el museo”, dicen priorizando esto sobre la gestión. Para muchos, la intervención de Zugaza ha fortalecido los departamentos con profesionales muy autónomos en sus capacidades. El perfil cambia por completo.
La internacional
El Prado del futuro será muy distinto a lo que hemos visto en estos últimos 15 años. El museo ya no es el que era cuando se hizo cargo Zugaza: la urgencia no es la estabilidad del Prado, sino su proyección internacional. A priori, Falomir tiene más conexiones que Zugaza fuera de las fronteras españolas. Habla inglés. Ha colaborado con varios museos extranjeros en exposiciones y estuvo dos años en Nueva York con una beca Fulbright posdoctoral antes de entrar en el museo, y otros dos años más en Washington, como profesor del Center for Advanced Study in the Visual Arts de la National Gallery.
Con el desarrollo del “alquiler” de los fondos a instituciones internacionales ha reportado 3,4 millones de euros en el mejor de sus años
Desde hace seis años, el Prado ha incentivado la exportación y alquiler de sus colecciones al extranjero para dar a conocer el patrimonio español y, desde luego, reforzar los ingresos propios. Este capítulo, al que nunca han querido llamar “alquiler”, ha reportado 3,4 millones de euros en el mejor de sus años.
En las manos de Falomir queda la celebración del bicentenario del museo, en 2019, la ampliación del Salón de Reinos y el desarrollo del Centro de Estudios. A pesar de no ser su favorito, Pérez-Llorca dormirá tranquilo sabiendo que el Guernica de Picasso no será una demanda de su nuevo director. La idea del Gran Prado de Zugaza, con el pintor malagueño incorporado a la colección, se esfuma.
Tal y como Zugaza declaró a este periódico “Picasso es importante y hay que exponerlo, porque la historia no se cierra”. “Es progresiva y el Prado aspira a incorporar el arte más contemporáneo. Si no fuera así, traicionaríamos la esencia fundacional del Museo del Prado”, añadió. Estas declaraciones encendieron las alarmas del presidente del Patronato, que había exprimido al máximo sus recursos maquiavélicos para acabar con la polémica con Patrimonio Nacional.
El futuro
En este sentido, Falomir es menos ambicioso que Zugaza. Ha centrado siempre sus atenciones sobre los fondos, como ocurrió con la hermana gemela de La Gioconda. Intervino en el renacimiento de la pintura arrinconada bajo un fondo negro, junto con González Mozo y Almudena Guzmán, pero años antes de la operación descubrimiento cambió la catalogación tradicional de la pieza: en 1999 concluyó que era la copia más cercana al original de Leonardo da Vinci, y la situó como una obra anónima del primer cuarto del siglo XVI, pintada sobre tabla de chopo (aunque los análisis químicos aclararían que es nogal).
Apuntó con tino, en el libro Pintura italiana del Renacimiento (1999), lo que las reflectografías manifestaron años más tarde. “La copia del Prado es bastante próxima al original, del que difiere principalmente por la supresión del paisaje. Esta fidelidad y que sus medidas sean prácticamente idénticas a las del cuadro del Louvre (77 × 53 cm) sugiere que debió realizarse frente a este”, aunque entonces no imaginaba que se pintaron simultáneamente.
A Falomir ahora le toca salir de los cuadros y entrar en los despachos para tomar decisiones como una nueva política de fijación de precios de sus entradas, que le evite derivar en una mayor exclusión cultural de la sociedad. El incremento de precios que ha mantenido la dirección desde hace diez años ha disparado la recaudación, pero no ha conseguido atraer a más público.